Los problemas de correr
sentado
Desde la avispa del presidente Menem, hasta las ojeras de Graciela
Fernández Meijide, pasando por la nariz de De la Rúa, la cabeza de Duhalde, las
cirugías glúteas del olvidable José Luis Manzano, las adiposidades de María Marta
Serra Lima, las manos de Edmundo Rivero, los ojos bicolores de Pacho ODonell, los
brazos cortos de Perón en el balcón, la erre arrastrada de Julio Cortázar, la ceguera
de Borges y tantísimos otros maldones que Natura dio sin que Salamanca
prestara, fueron parte de retruécanos, chascarrillos, burlas, escarnios y demás de una
parte de la cultura nacional, sin que los destinatarios acusaran golpe bajo, ni mucho
menos llevaran a sus remitentes a los tribunales.
Sin embargo, en las últimas semanas, a raíz de alguna referencia hecha por César Luis
Menotti a cierta tendencia a correr sentado por parte del relator uruguayo
Víctor Hugo Morales, parece haber enardecido judicialmente al oráculo de Cardona, y la
cuestión fue llevada a juicio oral y público por el ex integrante del elenco de Radio
Oriental, ahora en Continental y antes en Mitre, Mundo y Argentina, desde su llegada a la
Argentina a principios de la década del ochenta, inmediatamente después de sus
recordadas arengas casi xenófobas en aquel Sudamericano juvenil de Montevideo en 1979 que
en parte culminó cruentamente con enfrentamientos de hecho entre aficionados argentinos y
uruguayos.
Lo que no se entiende desde lo que en derecho se llama el leal saber y
entender, es la reacción casi cavernaria. Entendible, sin embargo, si analizamos
las patologías de quienes confunden enfatizar con conceptualizar. Si en lugar de debatir
con buena leche y quedarse con los disensos, la cosa pasa por atropellar con
interjecciones y esdrújulas, nos vamos a quedar, como casi siempre, con los continentes y
no con los contenidos, con la superficie y no con la profundidad, con el envase y no con
la sustancia. La consigna parece ser cuanto más light mejor. Total, si
cualquier cosa que se dice tiene como respuesta un coro de seguidistas que festeja la
ocurrencia que sea, como si fuera una idea inédita y revolucionaria. También para eso se
los contrató, qué embromar.
El entendimiento de Menotti y de algunos más respecto de desdramatizar ciertas cosas del
fútbol con la ironía, la frase punzante, la chicana en lo posible inteligente, provoca
más irritación y malestar que subirse a un púlpito o a un cajón de manzanas en una
esquina o una plaza, denunciando a los supuestos fariseos, que por tener en claro
consciente o inconscientemente que lo son, dejan pasar. Total no será el primero ni el
último que los señale con dedos acusadores.
Pero no se te ocurra decirle a un pudoroso inseguro que está avejentado ni que su corbata
importada es ordinaria, ni que la señorita que lo acompaña tiene jurisprudencia
equívoca ni que los fundillos de sus pantalones delatan cierta tendencia a gramos de más
en geografía no deseados. Te manda a juicio oral y público. Y te sobreseen o no te
comiste el garrón. De todos modos, te quedará el consuelo de que el otro seguirá
corriendo sentado y que la gente a la salida de la cancha le seguirá pidiendo
autógrafos, alguno le gritará aguante..., otro le alcanzará un papelito con
su nombre para ser citado en la próxima transmisión, pero casi todos inexorablemente le
mirarán de reojo el fundillo de los pantalones. |