Por M. Vázquez
Montalbán Garzón los eclipsa a todos. La especial estructura de la ley en España hace que los casos importantes pasen por la Audiencia Nacional y por lo tanto por las manos de media docena de jueces que se convierten en protagonistas mediáticos, lo quieran ellos o no lo quieran. Por eso se los llama jueces estrella e integran un star system del que Garzón es figura privilegiada: ha perseguido al narcotráfico, al terrorismo de ETA, al terrorismo de Estado (caso GAL), y al terrorismo de los genocidas chilenos y argentinos implicados en la Solución Final de la década de los 70. Aquel Holocausto de las izquierdas fue organizado por el Departamento de Estado USA, en colaboración con algunas multinacionales, el Pentágono y finalmente los instrumentos manuales de la matanza, los militares golpistas autóctonos que desde la caída de Goulart, presidente constitucional de Brasil, hasta el golpe argentino, perpetraron la sistemática destrucción de la izquierda latinoamericana para decantar la correlación de fuerzas de la Guerra Fría. El espectáculo de horror e impunidad transmitido por la tortura, la matanza, la saña de las persecuciones, el secuestro de hijos de prisioneros, hay que cargarlo en el capítulo de espectáculos sangrientos de la defensa de los valores cristianos de Occidente. En la Argentina, desacreditados los militares por la huida hacia adelante de la guerra de las Malvinas, hubo un juicio valeroso, hay que recordar emocionadamente al fiscal Strassera, pero casi simbólico. En Brasil y Uruguay ni eso y en Chile, Pinochet y sus mariachis se han permitido vigilar la democracia desde las garitas de los cuarteles y desde el Senado convertido en garita. Se comprende que los peatones de la Historia se pongan tras el retrato
de Garzón, rostro y gesto que materializan la última esperanza de justicia en este
mundo, desde la sospecha de que en el otro mundo va a continuar la amnistía para cuantos
contribuyeron a salvar los valores de la cristiandad. Conocí a Garzón en plena tormenta
de la instrucción del proceso sobre el terrorismo de Estado en España. La misma noche en
que se había permitido procesar a destacados políticos socialistas cenamos y me explicó
lo que podía ser explicado, lo que no era secreto sumarial. Garzón había cometido el
error de ir en las listas electorales del PSOE, motivo por el que fue acusado de perseguir
a los políticos socialistas por despecho. Hasta tal punto la cúpula dirigente del PSOE
hinchó este propósito que mucha gente en España llegó a pensar que el terrorismo de
Estado se lo había inventado Garzón, de la misma manera que hay gente dispuesta a
creerse que la lucha de clases se la inventó Carlos Marx. Personalmente me pareció un
ser humano entero, dotado de valor moral, tenaz, con el sentido original de lo justo y lo
injusto que se adquiere cuando se pertenece por origen a las clases populares. Garzón no
se ha inventado a Pinochet. Ni a Videla. Tampoco los persigue formalmente porque sean
chilenos o argentinos sino porque han torturado y asesinado a ciudadanos españoles, paso
previo para que en el futuro los matarifes sean perseguidos simplemente por asesinar y
matar, a quien sea, y se lo piensen dos veces antes de ejercer de sicarios del sistema, de
cualquier sistema. Chomsky ha recordado que por encima de los sicarios nacionales
estuvieron en su día Nixon o Kissinger dirigiendo aquella Solución Final, aquel
Holocausto ideológico. ¿Para cuándo, Garzón, una orden de busca y captura de
Kissinger, Premio Nobel de la Paz? |