|
Por Juan Jesús Aznárez Enviado especial a Caracas
Este domingo, los venezolanos elegirán a 23 gobernadores, 48 senadores, 189 diputados y 391 legisladores regionales, y los grandes partidos, Acción Democrática (AD), social-demócrata, y Copei (democristiano), pretenden copar el mayor número posible de escaños para acotar en el Congreso las prerrogativas del hombre que --después de haber intentado hace seis años un cuartelazo argumentando que ni él, ni la memoria del libertador Simón Bolívar, podían aguantar tanto desgobierno--, puede alcanzar la jefatura del Estado. El teniente coronel retirado Hugo Chávez, golpista en 1992 y candidato a la presidencia de Venezuela en diciembre, prosperó aceleradamente porque promete freír con grasa de cerdo a los políticos tradicionales y comparece en las tribunas investido de ángel vindicador y punitivo, ofreciendo el desquite al grueso del electorado, a los venezolanos convencidos de que viven pobremente en un país muy rico, abundante en petróleo, oro, diamantes, hierro, y bosques, dueño de las mujeres más hermosas del planeta, cantera de excelentes jugadores de béisbol y con el mejor equipo de fútbol del mundo: Brasil. La ascensión demoscópica del jefe militar y la severidad de sus edictos y apercibimientos de campaña contra la desidia, la indolencia y la corrupción de quienes han gobernado, o arruinado Venezuela, entusiasma a las víctimas de la incapacidad y el robo a destajo, y alarma a los nacionales que temen la irrupción en el Palacio de Miraflores de las charreteras, de un espadón susceptible de espantar el progreso a golpe de mandoble y de demagogia. Los inversionistas y los cuarteles escrutan atentamente los movimientos y parlamentos del favorito, amigado con la "tercera vía" y la reforma social del Papa conforme subía en los sondeos y amplió su predicamento en sectores favorables a la moralización de la vida pública, pero sin involución política o económica, sin horca ni cuchillo. Aunque el candidato haya atemperado su populismo y el extremista discurso de meses atrás, todavía furibundo en los auditorios donde percibe frustración e ira, no pocos oficiales anticipan purgas o relevos en la cadena de mando castrense y modificaciones en las estructuras de los institutos militares si gana las presidenciales. En ese contexto puede entenderse el malestar y las conspiraciones de café de algunos cuartos de banderas y el polémico, por improcedente y grave, aviso del comandante del ejército, general Rubén Rojas, yerno del presidente, Rafael Rojas. El arma a su mando, afirmó, no apoya a quienes se levantaron contra la república. ¿Quiso decir que no admitiría el triunfo de Chávez? No hubo respuesta. Caldera debió negar la posibilidad de ese desconocimiento: las fuerzas armadas acatarán la voluntad de los electores. Inevitablemente, las garantías de sometimiento al poder civil dadas por Caldera, en su condición de comandante en jefe, acallaron el griterío pero el runrún es ahora sordo y esta murga anticonstitucional daña a un país todavía en el atolladero, económicamente vulnerable, aparentemente administrado a coscorrones, de la mano de la coyuntura, la improvisación y el voluntarismo. Hugo Chávez, a su vez, denunció un supuesto plan para asesinarlo, y sus detractores la existencia de arsenales y milicias populares a sus órdenes dispuestas al alzamiento si el mes que viene, afirman, hay problemas. En esta ceremonia de la confusión, de amenazas reales o bravatas, el amago de un golpe de Estado "preventivo" se coló en el debate. El ex presidente Carlos Andrés Pérez lo azuzó al declarar que "pienso que desgraciadamente Chávez va a ganar las elecciones del 6 de diciembre, aunque es posible que antes de esas elecciones se produzca un golpe militar". El otro candidato emergente de este país de 23 millones de habitantes,
Enrique Salas Romer, fundador de Proyecto Venezuela, hacia la derecha, se duele de la
presencia de observadores electorales, entre ellos el ex presidente Jimmy Carter. "A
uno le molesta que otros certifiquen la limpieza de nuestro proceso." A pocos
venezolanos les gusta que inspectores extranjeros husmeen en los ordenadores y urnas, pero
el enrarecimiento del ambiente aconseja su despliegue. Carter, y el ex presidente de
Bolivia, Gonzalo Sánchez de Lozada, se reunieron el miércoles con el alto mando militar
para saber a qué obedece el ruido de sables y para recabar seguridades de respeto
electoral. "Les planteamos ciertos rumores que habíamos oído hace dos o tres meses
sobre que unos oficiales no estarían dispuestos a aceptar los resultados", dijo
Carter. El mando militar, encabezado por el ministro de Defensa, vicealmirante Tito
Rincón Bravo, prometió honrar el veredicto del sufragio "de manera inequívoca y
clara" pero, muestra clara de descontento, reclamó también "absoluto
respeto" a la Constitución, en alusión a la proclamada intención de Chávez de
disolver el Congreso y la Corte Suprema, y crear un "poder constituyente y
moral" que liquide instituciones consideradas inoperantes o corruptas para establecer
en su lugar una "democracia popular y participativa". |