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El virus trekkie


Por Sergio Kiernan


t.gif (67 bytes)  Alrededor de "Star Trek" hay dos misterios: 1) Por qué nos gusta a tantos, hace tantos años; 2) por qué casi nadie quiere admitirlo en público. Lo del pudor es más fácil de entender, ya que es indefendible ponerse a hablar de fasers, klingons y borgs, o comparar el estilo de mando de Kirk con el de Picard (ni hablar del sacrilegio de afirmar que Jordi es mejor que Scotty) en compañía civilizada. Las mujeres suelen irritarse o, con suerte, toman el tema como una variante futurista de la pasión futbolera: o se enojan, o te tienen de hijo. Excepto que uno esté en confianza, con trekkies garantizados, es mejor guardarse el secreto.

Y qué secreto. "Viaje a las estrellas" es acaso, junto con Jimi Hendrix, el único producto del Flower Power que sigue vigente. Nos aburrimos ya de Hair, de los Beach Boys y la bambula, pero no del Señor Spok. Haciendo cuentas, hace más de treinta años que sabemos que existe la Federación y hay una inmensa cantidad de fans argentinos que no pueden imaginarse cómo era la vida antes del estreno, mientras otros recordamos claramente nuestra graduación de Lassie y otros flagelos a la serie nueva, que daban los sábados. De las miles que la generación televisiva se tragó, esta serie pasó a formar una parte de nuestro mundito. ¿Por qué?

No es fácil explicarlo. "Star Trek" hace agua por todos lados: sus parámetros científicos son absurdos, sus conflictos dramáticos pueriles, sus personajes caricaturescos. Lo que va de Kirk a Picard es una simple actualización estética, un cambio de década sin mayor sustancia y con los mismos mensajes plañideros de paz y amor. De Voyager mejor ni hablar: es un tedio insalvable, agravado por el peor doblaje en muchos años. En el plano de la estética, la experiencia trekky es minusválida y rompe con todo lo demás que a uno le guste. Para hablar de televisión, ¿quién se anima a compararla con "Prime Suspect" o, sin salir de lo camp, con "Los Vengadores"?

Sin embargo, aquí seguimos viéndola, comparando épocas, comprándonos el merchandising y pasándoles a nuestros hijos el virus. En mi caso, me sé de memoria los horarios de cable en que pasan cada variante y uno de mis tesoros es la colección de 54 capítulos de "The Next Generation", en versión original grabados de la tele en Nueva York, que me legó un amigo norteamericano que volvía a casa. Y, hay que confesarlo, se siente alguna emoción al saber que Shatner, el dueño del peluquín más viajado de la galaxia, respira, presente en Fantabaires, el mismo aire que uno, en esta lejana ciudad que lo vio tantos años en blanco y negro. Y hablando en boricua.

 

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