Un partido apasionante que se resolvió a partir de la expulsión de Borrelli y la decisión de Boca de pensar y jugar como campeón.
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Eran las siete y media de la tarde de ayer cuando el padre Bostelli entró en la sacristía. Venía, como siempre los domingos, de la cancha: transpirado, un poco disfónico y, como casi siempre últimamente, feliz. Se sacó la camiseta azul y oro, se dio una ducha rápida y tuvo apenas unos minutos de concentración antes de mandarse al frente --sotana, casulla y estola-- para la misa vespertina. Ayer ni siquiera había tenido tiempo para preparar el sermón. El pasaje del Evangelio correspondiente era rico en significaciones pero cuando llegó el momento de la predicación no pudo evitar decir lo que dijo. Y éstas fueron las palabras que escuchó ayer su asombrada feligresía: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén. Mis queridos hermanos, nunca mejor que hoy estas palabras de bienvenida. Porque estamos aquí reunidos para comentar, en este domingo tan especial, no el Evangelio, fuente habitual de nuestras reflexiones, sino un hecho puntual y trascendente para la comunidad toda: lo sucedido ayer en el Nuevo Gasómetro del Bajo Flores; es decir, el partido que disputaron los locales y el representativo de Boca Juniors. Y nos va a interesar no tanto el resultado, que es conocido por todos, sino qué tipo de enseñanza, qué moraleja podemos sacar de esta emotiva confrontación deportiva. "Es sabido que hoy, simbólicamente, estuvieron presentes en el templo futbolero para la ceremonia sagrada con dos arcos, las Tres Personas: el Padre, el Hijo y --como siempre que juega San Lorenzo-- el Espíritu Santo. El Padre, en su casa, esperaba imponer con sabia autoridad los dictados de la Historia; el Hijo, humilde en la actitud pero firme en sus convicciones, llegaba para ratificar que ya estaba grande para irse solo al Título. Y el Padre y el Hijo cumplieron sus papeles con convicción, hermanos míos, y el Espíritu Santo también... Aunque lo que campeó en la tarde del Bajo Flores, y con perdón de este santo recinto, fue el bien y mal llamado Espíritu Bostero. "¿Y por qué, me dirán ustedes, el Espíritu Santo defeccionó? Yo se los diré, hermanos: por el pecado, cayó en el pecado de la ira." --¡Borrelli, la con...! --se elevó una voz cargada de reproches desde el fondo del templo. "Se dice el pecado y no el pecador, hermano... Si la soberbia fue causal de la Expulsión de nuestros padres del Paraíso; la ira fue el pecado que motivó la expulsión de nuestro hermano cuervo de la Cancha. Y a partir de ese momento, el Espíritu Santo abandonó al Padre. Claro, me diréis: ¿pero eso bastaba para merecer la derrota? No, mis hermanos, fue necesario que el Hijo a su vez se iluminara, se abriera al Espíritu Bostero para merecer la Victoria. Es ese momento --en la vida o en el partido, hermanos míos-- en que hay que abrirse humildemente a la Gracia, y el Hijo..." --¡Vamos Bianchi todav... --gritó un feligrés fervoroso. --"Se dice la Virtud, no el santo, hermano... El Hijo, decíamos, supo escuchar con humildad la Voz que le hablaba de lo Alto (de la tribuna) y en el momento de hacer el cambio del empeñoso Chicho, un rayo de luz --yo lo vi, mis hermano, yo lo vi-- que se filtraba entre las nubes grises de la especulación, iluminó la sabia calva del Sabio Profeta y cuando todos esperaban alguna rutinaria presencia más para el poblado mediocampo, el Hijo, escuchando el Espíritu Bostero, eligió la Fe. Y la Fe, si puede mover montañas, bien puede desviar un remate de Cagna... "En fin, hermanos míos, una última palabra: El que no salta... No, perdón, quiero decir: feliz domingo para todos... No, bah: Dios sabe lo que hace." Y el padre Bostelli, ante el estupor de sus feligreses y algunos
aplausos fervorosos tan desubicados como él, dio por terminado el sermón más sincero de
su vida.
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UN MENSAJE PARA
IR AL FRENTE Por Juan Jose Panno Cambio en Boca: sale Serna y entra Adrián Guillermo. Ocurrió a los 25 minutos del segundo tiempo, cuando el partido estaba 1 a 1. Fue mucho más que una anécdota o un dato estadístico. Cambio en Boca y cambio en Bianchi. En los últimos partidos, cada vez que Serna llegaba al límite de sus posibilidades físicas y se tenía que ir de la cancha, el entrenador recurría a Traverso, aunque Boca estuviera dos goles arriba en su propia cancha (contra Estudiantes, sin ir más lejos en el tiempo). Cauteloso hasta el límite de la mezquindad, la semana anterior al pibe Guillermo recién lo puso faltando dos minutos. Ayer, Bianchi tuvo la posibilidad de asegurar el puntito que no era mal negocio teniendo en cuenta el empate de Gimnasia con Estudiantes y, sin embargo, se la jugó. Se argumentará que San Lorenzo estaba con 10 por la expulsión de Borrelli; que los ataque del rival no tenían contundencia y que, por entonces, se veía claro que si Boca iba al frente tenía posibilidades de liquidar el partido. Desde ese lugar no resultaba una prueba de extrema audacia el reemplazo de un volante de contención por un delantero de punta. Pero lo cierto es que Bianchi arriesgó, confió más en su olfato futbolero que en el de entrenador aferrado a las pólizas de seguro matemáticas. Le salió redondo. El gol de Cagna, el 2 a 1, llegó apenas un minuto después de la entrada del pibe Guillermo. Si el cambio se hubiera producido con el partido 2 a 1 el mensaje podría haber llegado distorsionado. Fue con el 1 a 1 y todos entendieron que lo que estaba haciendo el DT era sumarse al coro de hinchas que cantaba aquello de "es la hora, es la hora de ganar". Por eso mismo, con el 2 a 1 en el bolsillo Boca siguió atacando, metió el tercero , tuvo varias oportunidades más y terminó redondeando la que podría considerarse su mejor producción en el campeonato. Antes del partido Bianchi se había puesto paraguas, piloto y galochas (el hombre es
medio antiguo) en sus declaraciones. Que San Lorenzo es difícil, que tenemos que
cuidarnos, que nos pueden ganar. Parecía asustado. Pero en realidad apuntaba a que no
hubiera distracciones, a que ningún jugador se confiara demasiado. Con la chapa puesta,
agrandado se acordó de los que decían que Boca no le había ganado a nadie y de los que
critican a su equipo por atacar sólo de contra. "Demostramos --dijo-- que Boca va a
buscar los partidos." Es cierto que ayer, como en el arranque del Apertura (como no
ocurrió en el Monumental) Boca tuvo una actitud ganadora. Más clara en el segundo
tiempo, pero visible en el primero cuando Ibarra se iba por el lateral, con más permiso
que otras veces para tratar de devolverle golpe por golpe a un rival que en algunos
momentos del encuentro lo superó. Bianchi también reconoció, sin nombrarlo, el trabajo
del preparador físico Julio Santella, y destacó el estado físico de sus jugadores. No
le falta razón. La superioridad boquense en ese plano, le sirve para intentar variantes
ofensivas como la que produjo ayer. Que Boca es el candidato de fierro se sabe desde hace
mucho. Pero hacía rato que no jugaba como un verdadero campeón, tal como lo hizo ayer. Y
también hacía mucho que Bianchi no daba claras señales de llevar la bandera de la
actitud ganadora, digna del DT del campeón.
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