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DIALOGO CON EL ECONOMISTA MANUEL FERNANDEZ LOPEZ
“La verdad se fue del razonamiento económico”

Los lectores de Página/12 lo conocen simplemente como Manuel, el del Baúl, una sección que desde 1990 publica en el suplemento Cash. Pero el economista y catedrático acaba de presentar su “Historia del pensamiento económico”, donde rescata desde su particular punto de vista los orígenes de su especialidad. “La economía nació como un departamento del valor justicia –asegura–. Y eso es algo que ahora añoramos. Los valores éticos no se pueden dejar de lado cuando se pasa al terreno de la política económica.”

Por Julio Nudler

t.gif (67 bytes) –¿El pensamiento económico antiguo es simple o elemental en comparación con el moderno?
–No sé si es así. Los problemas reales pudieron ser tan complejos entonces como ahora. Es posible que hoy los podamos enmarcar en un sistema teórico mucho más complejo, más formalizado, incluso computable. Por qué el babilonio Hammurabi ordena que si se perdió una cosecha, el contrato, que se grababa en una tableta de arcilla, se sumergiera en el agua, con lo cual se disolvía literal y físicamente. Hoy podría fundamentar esa decisión de modo más complejo, hablando de la función reguladora del Estado, de la relación entre el poderoso (el acreedor) y el débil (el agricultor). Ese aparato conceptual no estaba en Hammurabi, pero el problema era tan complicado como el de los numerosos quebrantos que hay en el sector agropecuario actualmente.
–¿En qué momento de la civilización y en qué cultura hay ya indicios de un pensamiento económico?
–La clave está en la palabra indicios, es decir, las fuentes con que uno cuenta para afirmar algo, y esto va variando en el tiempo. La idea que había sobre cuánta era la población precolombina daba números muy bajos porque no había testimonios. Pero hoy se están encontrando mediante investigación satelital pueblos mayas tapados por la selva cuya existencia se ignoraba. Los indicios con los que contamos hoy muestran un pensamiento económico bastante estructurado en la época de los griegos. Antes están los libros de Moisés en el Antiguo Testamento, el Código de Hammurabi, pero ahí predomina más el carácter normativo, el porque sí, porque lo manda dios o el rey. En Platón, y luego en Aristóteles un poco más, está razonado el problema económico.
–¿Y ese razonamiento nos resulta familiar?
–Sí... Hay aspectos que han trascendido a través de los siglos. El hecho de que sean Platón o Aristóteles los que hablan, o después Cicerón o Santo Tomás de Aquino, no es algo insignificante. Eran las personalidades más capaces de su tiempo. De ahí que lo que ellos produjeron, aunque no sea comparable a lo de hoy, fuera realmente valioso. En Platón y Aristóteles aparece la idea de mercado, del que tanto se habla como si se hubiera descubierto hoy. Pero la idea de mercado se remonta a la época neolítica, la idea de intercambio, que implica la idea de asociación de voluntades, base del progreso económico, con la división del trabajo y el intercambio de excedentes.
–¿Cómo funcionaba entonces el mercado?
–De lo que dicen los libros que dejaron esos pensadores, como la República de Platón, enna12di01.gif (15865 bytes) menor medida las Leyes, la Etica Nicomaquea de Aristóteles, la Política, se desprende que en los mercados había oferta y demanda. Estaban bien diferenciadas las posibilidades de producir algo, que Platón atribuía a dones innatos de las personas, y los requerimientos universales. En esos libros estaba también desarrollado el empleo de dinero como medio de intercambio, como el elemento que supera la desincronización entre el momento en que la producción aparece y el momento en que se tienen las necesidades. No había mucho desarrollo de estos temas. Entre los romanos, con Cicerón se pone de manifiesto que en el intercambio hay muchas veces una intención de engañar por parte del vendedor, que oculta vicios de su mercancía para obtener un mayor precio. Es lo mismo que la actual pregunta de si a cierta persona alguien le compraría un auto usado.
–¿Había una reflexión teórica sobre la moneda y los precios?
–En la época clásica se hacía una analogía entre el dinero y los carruajes, porque aquél también lleva las mercancías del productor aldemandante. Esta función de medio general de cambio aparece en Platón, y Aristóteles, que fue su discípulo, desarrolla la función que cumple el dinero mientras no está en circulación, es decir la de conservar valor. No desarrolló, probablemente por un prejuicio filosófico o ético, la función del dinero como medio para transferir poder de compra. El pensaba que se podía prestarle amistosamente dinero a alguien, pero sin pretender a cambio un interés. Al interés lo llamaban tokos, que eran las crías de los animales, por ejemplo un gazapo de un conejo, un chulengo de un guanaco. Pero el dinero no era un animal. No se podía esperar que pariera dinero, y por eso usaban la palabra tokos para designar al interés. Pero era más fruto de un prejuicio que de una falta de capacidad teórica. Como también en la Edad Media se censuraba el préstamo a interés, tampoco hubo un desarrollo teórico sobre éste. Recién hacia el siglo XV, cuando se reanuda el comercio, aparecen algunos fundamentos de la tasa de interés, como el lucro cesante, todos motivos vinculados con los riesgos de los viajes a grandes distancias, el periculum sortis de los romanos.
–¿Cuándo se desarrolla una política económica a partir del pensamiento económico?
–Hubo formas primitivas de política. En el tiempo de Platón aparece por un lado un Aristóteles, que hoy sería una especie de neoclásico, y Jenofonte, que sería un keynesiano. Mientras aquél considera que el comercio trae costumbres que corrompen a la ciudad, Jenofonte recomienda atraer al comerciante porque es el que tiene dinero, que en aquel tiempo quería decir metal precioso. Como dirían los tributaristas, ahí estaba la capacidad contributiva. Aconsejaba agasajar a los mercaderes e imponerles un tributo. Postulaba así un embrión de política fiscal, que no llegaba a ser una política. Donde ésta sí aparece como tal es como expresión del Estado. Mientras no hay Estado no hay política. Por eso en la Edad Media no hay ideas sobre política. Hay ideas normativas, que apuntan más a la conciencia del individuo. Cuando se crea el Estado Nación, al comienzo de la Edad Moderna, surge una política de comercio internacional, con prohibición de determinadas importaciones, con aranceles, con estímulos a ciertas exportaciones, siempre con la idea de que quedara un saldo de metal precioso a favor del país. También aparecen políticas monetarias y tributarias.
–¿Qué forma adoptan?
–Son leyes particulares. En aquellos tiempos, en el 1500, 1600, era más o menos como fue el New Deal de Roosevelt, no un plan como tuvimos acá en el Conade (Consejo Nacional de Desarrollo), el de Carranza, que era un libro donde estaba todo, y estaban compatibilizados fines e instrumentos. No, aquello era una yuxtaposición de leyes. Una sobre la producción de tejidos de lana, otra sobre tal o cual impuesto. Y había expertos en todo esto. Los llamados cameralistas, que eran economistas empíricos. Los poderosos, fueran monarcas o eclesiásticos, los llamaban para que actuasen como consejeros. De esos sobresalieron algunos, como Von Hörnigk en Austria, que a fines del XVII recomendaba programas. Muchos de éstos tenían –no sé por qué razón– nueve máximas. Eso es algo que sobrevivió hasta 1810 en Buenos Aires. En El Correo de Comercio, que fundó Belgrano, en septiembre de ese año salió un programa de nueve puntos, donde se indica cuál comercio es ventajoso para la nación y cuál desventajoso. Es un programa mercantilista, igual que los que sostuvieron Hörnigk, Genovesi, Bernardo Ward y otros. Había también programas liberales, aunque recién en el siglo XVIII, con el fisiócrata Quesnay. Pero en el caso de los fisiócratas las máximas llegan hasta casi la treintena, y sostienen que el comercio interior y exterior debe ser lo más libre posible, que el impuesto debe ser directo, que las explotaciones agrarias sean de gran extensión. Son consejos muy concretos sobre temas específicos. El mercantilismo fue una forma de política económica, como definió Heckscheren su libro de 1930. Pero la versión actual de la política económica data aproximadamente de 1950. Tinbergen y Mead fueron los que hicieron la teoría de la política económica.
–¿Qué relación guardó a través de los siglos el pensamiento económico con las ideas de cambio social? ¿Por qué el pensamiento económico hoy dominante es tan conservador?
–En la historia que más nos interesa tenemos las etapas clásica y neoclásica. Como notó Piero Sraffa en 1926, en el pensamiento clásico siempre hay un mensaje de cambio social, pero en el neoclásico la actitud es pasiva. Tienen una visión contemplativa del proceso económico. Desde un punto de vista epistemológico cambia la noción de verdad. La economía clásica tiene incorporada la realidad dentro de la teoría, y cuando uno habla de verdad se refiere a la adecuación de la teoría a los hechos reales. En la época neoclásica la verdad se va como ausentando del razonamiento económico. Lo que queda es el juego lógico de las categorías económicas. La verdad pasa a ser la ausencia de contradicción en un razonamiento. Así es como en nuestra época hay gente que se ganó la vida construyendo modelos, sin decir para qué servían. Simplemente inventaban modelos sin vinculación alguna con la realidad.
–¿Que haya desaparecido de la escena la teoría del valor implica una aceptación de la legitimidad del capitalismo?
–La noción de valor fue modificándose, hasta identificarse hoy con utilidad. La pérdida del concepto clásico del valor va en paralelo con el desinterés por esa pregunta de la legitimidad del capitalismo. El que habla de valor en el sentido de Allen, de Hicks o de Samuelson no cuestiona el capitalismo.
–¿Cuáles son los fundamentos del actual neoliberalismo?
–Sus fundamentos son un poco abstractos. Se basan en la suposición de determinadas conductas o determinadas instituciones, que en definitiva no existen.
–¿Las experiencias colectivistas de este siglo edificaron su propio pensamiento económico?
–Yo no conozco tanto eso porque esa literatura estaba en ruso o en polaco. Igualmente, algunos trabajos aparecían en inglés, o en particular los aportes de gente como Lange en el campo de la planificación. Esto ha sido muy desestimado por Occidente. No creo que las cosas funcionen tan bien como para desaprovechar conocimientos. Hay que ver que la programación lineal nació en la Unión Soviética, a partir del problema de cómo aprovechar mejor determinadas máquinas para procesar determinados árboles que servían para la producción de determinados productos. Esto daba millones de combinaciones posibles. Ese problema pudo resolverse por un matemático que lo pensó como un planificador económico. Eso ocurrió en 1939. Leontieff, que nació en Rusia y después emigró a Alemania y Estados Unidos, desdeñaba mucho a los economistas soviéticos, y se supone que hablaba con fundamento porque se había educado en Rusia. Sin embargo, economistas como Lange o Kalecki eran de primera categoría.
–¿Cuáles son las actuales usinas de pensamiento económico?
—Como se sabe, la mayor cantidad de economistas está en Estados Unidos.
—¿Y esto que implica?
–Un cierto modelo implícito, que está en todas las universidades y coincide con el sistema económico vigente de libre empresa, de la ganancia como motor de la acción económica. También un grado de tecnicismo muy alto en la investigación económica. Anteriormente era Inglaterra la principal usina, pero esto cambió en el período de entreguerras. La Segunda Guerra Mundial llevó luego a Estados Unidos economistas como Von Neumann, Leontieff, Modigliani, Hirschmann, Kuznets.
–¿No hay entonces otros polos de generación de ideas económicas? –Me atrevería a decir que en Francia hay un pensamiento económico original muy importante y que en muchos aspectos difiere del estadounidense. Esa idea romana de propiedad absoluta que impera en la economía de Estados Unidos no rige igualmente allí. En general los franceses produjeron economistas con una visión más amplia. Basta recordar el caso de Stuart Mill. El estudió en Inglaterra toda la economía que existía, pero luego viajó a Francia y encontró muchos más elementos, como la idea de dinámica, de demanda. Pero cualquier argentino que quiere hacer un posgrado afuera piensa en Estados Unidos, o algún país que siga el molde norteamericano.
–¿Esto significa que el pensamiento económico argentino está totalmente condicionado por el estadounidense?
–En los hechos sí. Desde 1940 Raúl Prebisch, que presidía el Banco Central, resolvió capacitar a sus funcionarios, y para ello comenzó a enviar dos colaboradores por año a Harvard. Esa gente volvía trayendo el molde estadounidense, porque uno termina amando a quien le enseña. Luego fuimos en los años ‘60 una rama del Plan Cuyo, que abarcó a la Universidad Católica de Chile y a las de Cuyo, Tucumán y Salta. Ese plan estaba organizado desde Chicago, que es adonde todos iban a estudiar.

 

Por qué Fernández López
Por Julio Nudler

Mejor decir en qué cree uno

“En gran medida, este libro (Historia del pensamiento económico, aZ editora) se debe a las colaboraciones en Página/12”, dice el economista y catedrático Manuel Fernández López, quien desde 1990 tiene el ininterrumpido hábito dominical de publicar dos comentarios en la contratapa de Cash, el suplemento económico de este diario. Y se explica: “En 1996 tuve un infarto de miocardio. Luego de pasar ese trance me di cuenta de que pude haber muerto. Cuando uno nota que está vivo, siente que quiere seguir viviendo y corregir lo que hubiese hecho mal. Entonces se le da a la vida un valor muy grande. Y escribí el capítulo sobre (Hermann Heinrich) Gossen, uno de los precursores del neoclasicismo, a través de mi propia experiencia. Gossen, después de haber superado muchas limitaciones en su vida y una carrera que le impuso el padre, cuando murió éste decidió ponerse al día con sus deseos. Le gustaba la investigación matemática. Pero cuando ya tenía muy avanzada su obra, cayó enfermo de una fiebre tifoidea que casi lo mata. Y lo curioso de su libro es que en él la elección económica está limitada por el tiempo disponible. Es un poco la elección de quien piensa que sus días están contados, que el tiempo es un recurso escaso. Que es como no piensan los jóvenes. A raíz de lo que me pasó sentí la necesidad de volcar en una obra mi experiencia a lo largo de más de treinta años de docencia económica. Pero no encontraba editor. Hasta que en la primer entrevista con el gerente de aZ me dijo que leía mis notas en Cash y le gustaba cómo escribía y las ideas que planteaba. De modo que hubo una corriente de simpatía inicial.”
Describe a su libro como una recorrida –no exhaustiva, porque no están todos los autores– en la que intentó no dejar fuera nada de valor. Y aclara su postura: “La economía se formó con los escritos del Antiguo Testamento, de Grecia, de Roma, de los escolásticos, a partir de la aceptación de determinados valores. A mí me impresiona que la economía haya nacido como un departamento del valor justicia, que es algo que en estos precisos momentos añoramos como un bien escaso. Yo no quise dejar de lado esas riquezas que tiene la historia de las ideas económicas. Tal vez los valores éticos deban ponerse a un lado cuando uno hace una investigación fría, pero no al momento de llevar la economía al terreno de la política económica.”
“La idea de igualdad está implícita en la obra de Adam Smith, cuando habla del bienestar general. Lo que también cuenta es la actitud rigurosa para investigar hechos. Enorme número de economistas ha sido gente abnegada, que buscaba honestamente la verdad, aunque también hubo otros que buscaban demostrar la conveniencia de tal o cual interés. Después corresponde hacer un intento de llevar determinadas relaciones económicas a un terreno formal, al de la economía matemática, para que nadie crea que son puramente ideológicas. Por ejemplo, el hecho de poder medir cualquier bien en términos del trabajo contenido en él es un teorema matemático.”
Define a su libro como un ejercicio de memoria. E ilustra el valor de la memoria: “Si las leyes económicas hubiesen podido ser conocidas por todos, la economía habría avanzado mucho más. En el siglo XVI, tres jesuitas descubrieron el principio de utilidad, que se redescubrió recién en 1870. En Buenos Aires, en 1801 se descubre el uso de la tierra como círculos concéntricos, lo que un cuarto de siglo después plantearía Von Thünen en su obra El estado aislado. En 1913 Pigou descubre el multiplicador delpresupuesto equilibrado, que recién después de Keynes se vuelve a investigar. Estudiando en la Universidad de Colorado escuché una vez a un profesor japonés, Joriba, decir que de haberse conocido los aportes de la escuela sueca de comienzos de los ‘30 habría podido evitarse el ascenso de Hitler. Todos los economistas buscaban las causas de la Gran Depresión y no las encontraban. Esos intentos desembocaron en 1936 con la Teoría General de Keynes, donde aparecen los principios que los suecos habían descubierto mucho antes y que contenían políticas para reducir el desempleo. Pero para 1936 era muy tarde: los nazis ya estaban en el poder. Tal vez sea un poco delirante o fantástico, ¿pero no hubiera sido mejor que el conocimiento se difundiese?”
“Myrdal hizo su tesis doctoral, y la publicó en 1929, sobre ‘El elemento político y la ciencia económica’, demostrando que aun las teorías más apolíticas tenían un trasfondo valorativo. Su conclusión última es que es imposible desprender lo valorativo de lo específicamente científico en economía. Y que lo más honesto es decir en qué valores cree uno. El decía que aceptaba los de democracia e igualdad, y a partir de ahí construía todo su análisis.”

 

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