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Por Diego Fischerman "No soy un prodigio", dice Gianluca Cascioli. Y faltaría agregar que tampoco lo quiere ser y que nunca se consideró como tal. Simplemente es un pianista de 19 años, que empezó a tomar lecciones de su instrumento, como muchos, a los ocho. La diferencia --o tal vez sólo la principal de ellas-- es que hoy es uno de los mejores pianistas del mundo, que ya grabó dos discos para la Deutsche Grammophon (el centenario sello donde graban, entre otros, sus admirados Martha Argerich y Maurizio Pollini) y que, a los 15, ganó uno de los concursos más prestigiosos y difíciles de ganar, el Umberto Micheli de Milán. Un concurso en que la obra impuesta había sido escrita especialmente por Pierre Boulez, quien además era uno de los jurados, junto a Pollini y Luciano Berio. Tan cómodo en el repertorio tradicional como con los contemporáneos (Cascioli toca habitualmente música de György Ligeti, Arnold Schönberg o Boulez), está por primera vez en Buenos Aires para tocar como solista junto a la Orquesta de la Toscana que dirige Umberto Benedetti Michelangeli (para el ciclo Harmonia). Ayer fue el estreno y esta noche será la despedida con el Concierto Nº 5 "Emperador" de Ludwig van Beethoven, una de las cumbres del repertorio clásico. "No se trata de tocar contemporáneos por una cuestión de militancia, ni, mucho menos, de dejar de tocar a los clásicos", explica a Página/12. "En realidad, la música de este siglo no es ni mejor ni peor que la compuesta con anterioridad. Hay grandes obras, que deben estar en el repertorio, que merecen ser tocadas y escuchadas, y otras que no valen demasiado, pero eso sucede también con la música del clasicismo y del romanticismo. Cascioli, cuyo próximo disco será junto a la Filarmónica de Berlín conducida por Claudio Abbado (con obras de Beethoven poco frecuentadas, entre ellas su Fantasía Coral) cree que lo esencial de un pianista es su estilo de interpretación y que en su caso éste pasa, fundamentalmente, por la preocupación filológica. "Estudiar las fuentes, el estilo general de la época en que una obra fue compuesta, las condiciones sociales de ese momento, no garantiza la autenticidad. No se trata de ser auténtico porque no puede saberse cómo una obra era realmente tocada en el pasado. Seguramente había, también entonces, distintos instrumentistas que tocaban una partitura de manera distinta. Lo interesante es poder construir, a partir de lo que puede recuperarse de esos estilos y prácticas de ejecución perdidos, un estilo personal." A diferencia de otros colegas, Cascioli no necesita mantenerse en un lugar de supuesta prescindencia con respecto a las interpretaciones ajenas para defender un estilo personal. "Me gusta escuchar a los pianistas que admiro y me gusta comprobar las diferencias entre sus interpretaciones y las mías. Pero para mí esas diferencias no significan que me haya equivocado. Yo sé por qué tomo las decisiones que tomo y, seguramente, Pollini también sabe las suyas."
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