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ENTREVISTA A LA VEDETTE NORMA PONS, DEVENIDA ARTISTA POLIRRUBROS

"A mí no me interesa volver a ser joven"

Tras el notable resultado conseguido en su paso por el género dramático, la actriz que redimensionó su carrera en el programa de Antonio Gasalla ha vuelto a trabajar en la revista, donde era una estrella en los '70.

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Por Mariano Blejman

t.gif (67 bytes)  "Hoy me siento más desnuda caminando por la calle vestida, que cuando estaba sin ropas sobre el escenario", asegura la vedette Norma Pons. No debería tener tantos problemas, porque siempre fue una mujer acostumbrada a salir de lo común. Alta, flaca y bastante procaz, según sus propios recuerdos, de adolescente salía junto a su hermana Mimí del colegio secundario al que asistía en Rosario para actuar en radioteatros. En los '70 y ya en Buenos Aires, las hermanas Pons se transformaron en cabeza de espectáculos de revistas de tono subidísimo. Cuando caminaban juntas rumbo al trabajo, dicen los memoriosos, provocaban cortes de tránsito en la calle Corrientes. Poco después, Norma formaba parte de un grupo de capocómicos de la Revista Nacional que incluía a Pepe Marrone, Don Pelele y Alfredo Barbieri. A fines de los '80, y luego de una conveniente impasse, se convirtió en la gran figura femenina del programa de Antonio Gasalla, un lugar donde demostró que lo suyo excedía largamente las plumas y las piernas al aire. Quizá por eso, se permite volver a la calle Corrientes, tras un vuelco al género dramático --con Cocinando con Elisa-- que, según cuenta en la entrevista con Página/12, le recordó sus primeros pasos en el radioteatro. Por extraños motivos, tardó en volver a trabajar con su hermana: el reencuentro se produjo a partir de una propuesta para integrar el elenco de PUM!. Se trata de una pseudocomedia en que su hermana, dice, "hace un papel de boluda espectacular". Difícilmente, ese retorno se hubiese producido sin su actual estrellato televisivo, tiene claro, y parece sumamente extraño para quienes la vieron descollar en la obra que se presentaba en el Teatro de la Campana.

 

--¿No es como un recorrido a la inversa que a esta altura actúe en la revista o en algo que se le parece?

--Yo creo que ahora puedo hacerlo porque me gané, con mucho trabajo, un poco de prestigio actoral. Yo di hace tiempo un giro de ciento ochenta grados en mi carrera. Desde la revista, no todo el mundo llega a escalar buenas posiciones hacia la tele o el teatro en serio. Esta vuelta con Mimí me dio una gran satisfacción. La verdad es que tengo dos grandes alegrías en mi carrera actual: la primera, ser del equipo de Antonio Gasalla, y la segunda volver con Mimí a la calle Corrientes.

 

--¿Tiene algo que ver la revista con la de su época?

--No, ahora es un show business, faltan los capocómicos. Antes estaban el Gringo Farías, José Marrone, Adolfo Stray, Juan Verdaguer, la orquesta de Mariano Mores, y cada uno cubría su parte con la vedette del momento. Entre las vedettes ninguna tenía más importancia que la otra. Cuando el capocómico salía al escenario movilizaba una platea de 1200 personas por noche.

 

--¿Es cierto que a Marrone lo excitaban las mujeres vestidas?

--Sí, Marrone se la pasaba entre mujeres desnudas. Y cuando entraba alguna vestida, nos decía "estoy excitadísimo, no lo puedo creer". Ha sido el más cómico, salvando distancias con Gasalla, que es otra historia. Cuando irrumpe Gasalla se vuelve un capocómico absoluto.

 

--¿Por qué dice sentirse en la calle más desnuda que en el escenario?

--Salir con una minifalda a la calle me asusta. Tengo que adoptar una estructura diferente. Cambia hasta mi forma de caminar. Por eso ando de polleras largas. Salgo a la calle cubierta, eso me da seguridad. La minifalda me angustia: cuando me desnudo totalmente, la historia cambia absolutamente. Ya es parte de mi trabajo. Para desnudarse hay un trabajo de meses y me siento mucho más segura.

 

--En Cocinando con Elisa estaba cubierta.

--Sí, pero esta mujer de campo estaba cubierta totalmente, pero desnuda internamente. Saqué tanto de adentro... desnudé el alma de esa mujer. Terminaba vestida, y transpiraba sangre. Necesitaba saber qué había sembrado en estos años. Algunos nacen para ser estrellas y otros para trabajar siempre. Yo no voy a ser estrella, pero he estado siempre con los grandes. No he trabajado con gente de segunda.

 

--Del radioteatro en Rosario, cuando tenía 12 años, hasta Cocinando... ¿encuentra algún paralelo?

--La relación es directa. Tiene mucho que ver con ese radioteatro. Fue como una vuelta... ¡qué cosa extraña! Nunca en la vida me lo hubiera imaginado. Lo que empecé a los 12 años lo volví a hacer ahora. Cuando el teatro comenzó a llenarse no entendía nada. Tito Cossa me dijo: "Acá en el Teatro del Pueblo no comerciamos. No importa cuánta gente venga, el asunto es que se haga buen teatro". La gente estaba esperando el cambio y me siguió.

 

--¿Por qué dejó entonces si le satisfacía tanto hacerlo?

--Cuando me habló Moser y me mencionó a Mimí, planté todo. Es como si no se hubiera ido. A ella le pasaron cosas tristes y verla en su papel de boluda, con su gracia, me asombra. Hacía mucho tiempo que no me pasaba. Después de todas sus tristezas, lo único que podía salvarla era el teatro. Ella fue muy grande en su tiempo.

 

--¿A quién le debe esta permanencia actoral?

--Se la agradezco a Gasalla. Dicen que el que no hace TV está muerto. Pero hay que estar al lado de un grande y hacer un papel digno.

 

--¿Cómo se lleva con Gasalla?

--No me llevo. Soy una profesional que está a su lado. No recuerdo haber compartido tres cafés en una mesa de bar. Sé de su respeto por mí como profesional. El es más que un genio, es un icono. Cada día se pone más exigente, y hay que tratar de no desentonar. Antonio es impresionante, como observador de la realidad y para darse cuenta de lo que sucede alrededor.

--¿Cómo lleva el peso del tiempo?

--Todavía no entré en la cuenta regresiva. Debo estar entre las tres únicas (no sé cuáles son las otras dos) que no se ha hecho cirugía estética. Me costó mucho conseguir las arrugas que tengo, y no me pesan. Quiero encontrar la sabiduría para tener la respuesta exacta en el momento en que me necesiten. No quiero volver a ser joven. Yo no tuve hijos, pero los tiene mi hermana y me gusta verlos crecer. Empiezo a jugar en segunda para ver cómo van ellos adelante.

 

--¿Qué le falta?

--Muchas cosas. Si no se me reconoció el trabajo dramático con premios fue porque me falta currículum. Me hubiera gustado que alguien pensara en mí como ser humano. Nadie en todos estos años de carrera me preguntó ¿qué te pasa Norma, por qué no charlamos una vez de vos? Nunca, no lo recuerdo de nadie. Sin embargo todo el mundo cree que me conoce mucho y de mí nadie sabe absolutamente nada.

--¿Y qué le pasa?

--No se lo voy a contar a usted. Porque recién lo conozco y porque no le importa de verdad.

 

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