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Si el presidente iraquí (Saddam Hussein) no coopera con los inspectores de la ONU, nuestras opciones permanecerán sobre la mesa, fue la resolución del primer día de la reunión del presidente estadounidense Bill Clinton con sus principales asesores sobre la crisis iraquí. Esta reunión fue convocada por Clinton para analizar cómo Estados Unidos puede lograr que Irak retire su veda a la tarea de desarme de los inspectores de la ONU (Unscom) en territorio iraquí, que consiste en supervisar el desmantelamiento de la capacidad de Bagdad de fabricar armas de exterminio masivo, lo que EE.UU. estima que puede fabricar en sólo algunos meses. Entre las posibles respuestas a la veda existe, por supuesto, la acción militar (las incursiones), para la cual el Pentágono reforzó ayer preventivamente su flota en el golfo Pérsico. Pero, por otra parte, la falta que cometió Irak no es incondicional: impidió a la Unscom continuar su labor de desarme, pero no los expulsó del país. Además, permitió que otra organización afiliada a la ONU prosiga con la inspección. Estos molestos matices hicieron ayer aún más necesaria la reunión que Clinton mantuvo ayer con William Cohen, su secretario de Defensa; Madeleine Albright, su secretaria de Estado; y Sandy Berger, su asesor de Seguridad nacional. Estos asesores estuvieron encargados de preparar una presentación del estado actual de la crisis al presidente para analizar los distintos cursos de acción para abordar el tema. Aunque en este primer día no se llegó a una resolución específica, se decidió posponer por un día la visita de Clinton a la cumbre del Foro Económico Asia-Pacífico, con la perspectiva de una cancelación indefinida si se profundiza la crisis. La decisión sobre este dilema depende ahora en gran medida de la voluntad estadounidense, ya que la opinión internacional da señales constantes de que desaprueba una acción militar aunque también desaprueba la iraquí. Por ahora, Estados Unidos se maneja con la premisa de que la vaga condena a la acción iraquí que emitió hace una semana el Consejo de Seguridad de la ONU constituye una autorización para atacar, pero la posición diplomática permanece incierta. China y Rusia se oponen, como siempre, a un ataque, pero Francia, sorpresivamente, avaló la posibilidad de una respuesta militar si Irak persiste en obstruir la labor de desarme de la Unscom, el cuerpo de inspección de la ONU presente en Irak. Este cambio se debió a la irritación francesa con el golpe de mano de su cliente iraquí al precipitar una crisis justo después de que París persuadiera a Estados Unidos de considerar levantar el embargo cuando la Comisión de Desarme presente su informe a la ONU. En Medio Oriente las opiniones concuerdan en buscar prevenir un ataque militar por el temor a que lleve a una desestabilización en la región. Aunque en el golfo Pérsico Arabia Saudita y Kuwait ya acordaron proveer bases logísticas para una ofensiva aérea contra Irak, sus gobiernos pidieron que se busque por todos los medios posibles una resolución diplomática al conflicto. En esto estuvieron apoyados por Turquía, aliado norteamericano y miembro de la OTAN, que dejó trascender que desea que la crisis no genere una confrontación armada. La gran pregunta es, en todo caso, en qué consistiría una confrontación armada. Estados Unidos dispone ya de un portaaviones con navíos de apoyo en el golfo, y ordenó ayer a un navío portador de misiles Tomahawk que se sume al despliegue naval. Esto reduce las opciones militares a un ataque convencional con aviones de guerra, o un ataque con los misiles Tomahawk de los que dispone la flota. El Pentágono declaró que tiene dos planes de acción: uno de un ataque rápido, y el otro más intensivo y prolongado. La única diferencia práctica entre los dos parece ser que los preparativos más extensos que requiere el segundo plan permitirían un plazo más largo para que surja una solución diplomática al conflicto. Irak, sin embargo, no da muchas señales de estar dispuesto a participar de tal solución sin que se satisfaga su pedido irredento de medidas serias para terminar con el embargo económico que sufre desde 1991. Elgobierno continuó ayer con su posición belicosa ante las amenazas de Occidente, llamando a un millón de voluntarios a que tomen las armas para defender al país. No obstante, más abajo en la jerarquía la imagen es menos vibrante. Con jóvenes mendigos merodeando entre los sucios edificios y los autos destruidos en la capital, Bagdad, Irak está en una situación en la cual incluso un empleado del Ministerio de Agricultura confesó que desde hace ocho años que estamos viviendo de nuestros ahorros. No todos están tan mal, sin embargo. Las famosas fuerzas de seguridad de elite objetivo primario de las incursiones aéreas de Occidente siguieron con sus funciones, ejecutando ayer, según exiliados iraquíes en Londres, a 125 opositores detenidos.
UN EDITORIAL DEL DIARIO THE
GUARDIAN Mientras
el mundo estaba distraído, mirando el sorpresivo éxito que obtuvo Bill Clinton en las
elecciones norteamericanas y el catastrófico ataque del huracán Mitch en
América Central, una crisis de proporciones potencialmente inmensas ha sido dejada de
lado. Durante unos días pasó casi inadvertida por los medios. Pero ahora, cuando los
portavoces diplomáticos especulan sobre la respuesta de Washington, la magnitud de lo que
asoma se hace más clara. El presidente de Irak, Saddam Hussein, anunció hace una semana
que había perdido la paciencia con la comisión especial de las Naciones Unidas (Unscom)
que está monitoreando el desarme de sus programas de armamentos y afirmó que
se negaba a cooperar más. Como primera reacción, los secretarios de Defensa de Estados
Unidos y de Gran Bretaña corrieron al Golfo a consultar con los gobiernos árabes. Ahí,
hicieron los ruidos usuales sobre la villanía del dictador, lo intolerable de su conducta
y la solidez de la determinación a no permitirle que se salga con la suya. Clinton llamó
a sus consejeros a Camp David.
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