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Panorama Economico
Risotto ai  funghi
Por Julio Nudler

“Mirá las cosas que puedo decir en la revista del CEMA. Pero si me entrevista Clarín digo lo mismo. Lo que pasa es que no lo ponen... (risas).” Así concluye una larga interviú de c-mail –órgano del Centro de Estudios Macroeconómicos de la Argentina, fundado en 1978– a su rector, Carlos Rodríguez, quien hasta julio fue viceministro de Economía. El diálogo, mantenido con un entrevistador absolutamente identificado con su pensamiento, es un buen muestrario de la ideología que comparten varias usinas ultraliberales. A este acervo común le añade Rodríguez, que llegó a la Universidad de Chicago en 1970, ciertas actitudes de su propia cosecha, reflejadas en expresiones siempre admirativas respecto de Estados Unidos y despectivas respecto de la Argentina.
Con su mezcla de ideas fijas, prejuicios y uno que otro lugar común, Rodríguez representa acabadamente a la derecha actual, pero no a toda la derecha, como también ocurre con Domingo Cavallo y otros enemigos del “capitalismo prebendario”, de los burócratas sindicales, de la patria contratista, de las industrias subsidiadas e ineficientes y de otros males que sufrió la economía argentina. Eso le confiere al discurso de Rodríguez cierto tinte atractivo, contestatario. De hecho lo plantea como la mejor política para los débiles y los pobres, aunque la realidad de su aplicación no ayuda a creerlo.
Van aquí algunas citas entrecomilladas del reportaje y, entre paréntesis, algunos breves comentarios:
- “Una manera de dejar de ser emergente, de diferenciarse, es no sólo tener estabilidad sino rescatar la deuda, porque esa deuda es una fuente potencial de desequilibrio cuasifiscal si alguna vez tenés un embate.”
(Se trata, obviamente, de una recomendación grata para los acreedores: tan pronto asoma una crisis, devolverles la plata, cualquiera sea el sacrificio que implique. Por otro lado, la verdad es que los países desarrollados o emergidos son los más endeudados del mundo.)
- El entrevistador deduce que “nuestros problemas son políticos y no económicos... porque si tuviéramos superávit fiscal y salieras a decir que con esa plata hay que rescatar deuda, creo que te colgarían en la plaza...” Rodríguez coincide: “En este país sí, es probable. Pino Solanas, el Frepaso... La población no comparte la ética capitalista. Lo bueno de Estados Unidos cuando se hizo fue que la ideología religiosa de la población adoptaba la ética del capitalismo. Los americanos están orgullosos de ser capitalistas. A un norteamericano le enorgullece que otra persona tenga éxito y gane plata. Ellos adoran a los Henry Ford, a Bill Gates. Aquí en la Argentina estaríamos tratando de meterlos presos. La sociedad está más de acuerdo con las ideas de Alfonsín. Alfonsín piensa que la riqueza es un factor de corrupción, que es un mal ejemplo. Hay que nivelar para abajo. Si a alguien le va bien, hay que bajarlo.”
(No hay nada nuevo. Es la conocida y esquemática acusación contra la herencia hispánica y el catolicismo como explicación de la pobreza latinoamericana, en contraste con el estimulante protestantismo anglosajón. De todas formas, en la Argentina no faltan magnates, como Gregorio Pérez Companc o Alfredo Coto, y nadie los persigue. En cambio Bill Gates está contra las cuerdas. En cuanto a Alfonsín, más allá de que le tocó una muy mala década y de que sus políticas económicas no fueron acertadas, nunca “bajó” a los afortunados, que durante su gobierno siguieron prosperando.)
- “¿De dónde sacaste que somos un capitalismo de mercado si acá, por ejemplo, no se puede elegir qué médico te va a curar, ni a qué escuela va a ir tu hijo?”, le dobla la apuesta el entrevistador. “Somos una economía capitalista de mercado con ciertas interferencias estatales relacionadas con la salud y la educación”, precisa Rodríguez.
(Las prestaciones estatales en esos servicios esenciales, que en la mayoría de las economías capitalistas más desarrolladas nadie discute, son sin embargo vistas por los liberales locales como “interferencias”. Lallamada segunda generación de reformas estructurales, que debería completar la primera, ejecutada hasta 1994, se encargaría de desalojar al Estado también de esas funciones y acabar con las obras sociales.)
- “¿Qué cambiaría en la economía argentina si la oposición ganara las próximas elecciones presidenciales? Supongo que no pensás que todo se va a ir al diablo...”, le plantea el anónimo entrevistador, a lo que Rodríguez confiesa sus “serias dudas sobre la capacidad técnica de los políticos de la oposición (se refiere obviamente a la Alianza y no, por ejemplo, a Acción por la República) para gobernar. “...Los políticos nuestros -explica el rector privado– lo único que hicieron formalmente es ir a la Facultad de Derecho a hacer activismo estudiantil y nunca más trabajaron porque el partido los adoptó...”
Después de esta poco rigurosa generalización, el entrevistador le pregunta si no es verdad que la Alianza, aunque no pretende explícitamente terminar con la convertibilidad, “va a organizar tal desbarajuste fiscal (por cerrar la economía y ceder a la presión de los lobbies) que la va a erosionar y llevar a una crisis”. Aunque Rodríguez cree probable que eso ocurra, también asegura que “para eso el mercado es sabio”. Y se explica: “La economía ya está muy abierta, ya ha recibido mucha inversión directa. Somos muy capitalistas, y el capitalismo, llegado a cierto grado de maduración, se defiende a sí mismo.”
¿Cómo se defiende el capitalismo? es la pregunta obligada que el entrevistador no le plantea a Rodríguez, pero que éste responde espontáneamente: “Si la Alianza o Duhalde o quien gane pretende dar las señales erróneas, se va a enterar de que el capitalismo se defiende a sí mismo a través de variaciones en niveles de empleo y de inversión.”
(Del golpe de mercado se empezó a hablar diez años atrás. En ese sentido, la renuncia de Alfonsín fue un derrocamiento sin intervención militar. Pero esa amenaza golpista suena hoy anacrónica por la globalización de las crisis y por la naturaleza de los ataques especulativos. Durante el tequilazo, soportado por Cavallo y no por Sourrouille ni ningún populista, los títulos de deuda argentinos se derrumbaron más que todos porque –según dicen– eran los mejores, y por tanto fue a su venta a lo que recurrieron los fondos de inversión para obtener liquidez y hacer frente a la fuga de sus clientes. Razonamientos lineales como el de Rodríguez no hacen honor al complejo y anárquico comportamiento de los mercados de capitales. Políticamente, el escenario que plantea es éste: si la Alianza o Duhalde atacaran al capitalismo –como él lo entiende, y no como existe en muchos países exitosos–, el capitalismo respondería con más desocupación y fuga de capitales.)
Otras ideas e imágenes de Carlos Rodríguez:
* “Entrar al Congreso es como atravesar la Puerta del Infierno del Dante.”
* “El lobby empresario muy rápidamente se dio cuenta de que con la gente de Economía no tenía lugar. Ya venían domados con Cavallo...”
* Respecto de los políticos: “Nosotros, los PhDs (Doctor of Philosophy, título en las universidades estadounidenses), los que estudiamos, somos ‘técnicos’, y ellos los sublimes patriotas. Esto viene de una vieja tradición argentina.”
* Más sobre los políticos: “Muchos de ellos son pegacarteles. No piensan; llegan adonde están porque pegaron carteles y ahora simplemente les toca levantar la mano y decir alguna barrabasada.”
Dicho lo cual, y mostrando otra faceta, el chef Rodríguez enseña a preparar un risotto ai funghi. Recomienda utilizar arroz arbóreo, que viene de Italia envasado al vacío. “No probés con otro porque no te va a salir”, advierte, en una clase práctica de apertura y globalización.

 

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