Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


DAN POR FRACASADA LA REHABILITACION DEL ALEMAN
“Ya no podemos ayudar a Chris”

El chico alemán con un vasto prontuario que vino a recuperarse a la Argentina está detenido y su tratamiento se consideró fracasado. Dicen que la difusión en la prensa fue “fatal”.

Christopher vino con un tutor en un viaje de rehabilitación, pero debió volverse por la difusión.
“Para Christopher la Argentina es bellísima”, cuenta ahora el padre del adolescente.

na15fo01.jpg (7110 bytes)

Por Alejandra Dandan

t.gif (67 bytes) “Yo no puedo ayudar a Chris-topher. Y la mamá tampoco.” Al diagnóstico del padre del chico alemán que intentó su rehabilitación en el país, se sumó la sentencia de la Justicia alemana: las autoridades de Darmstadt –su ciudad de origen– dieron por fracasada la recuperación de Christopher Mónaco. La policía local lo detuvo cuando acaba de cometer un delito. Mientras se resuelve su situación legal, dirigentes del instituto que organizó el viaje terapéutico en la Argentina aseguraron que fue “fatal” para su recuperación “la escandalosa información difundida por los medios”. En diálogo con Página/12 su padre repitió que “la culpa fue de la prensa alemana que todos los días hablaba y hablaba de Chris” y aseguró que “todo lo que Chris ha hecho fue debido a su madre que está metida en temas de droga”. Los intentos de resocialización del adolescente, que insumieron unos 42.000 dólares, generaron una fuerte polémica en Alemania sobre las formas de encarar la delincuencia juvenil, entre quienes están a favor de la reeducación antes que el castigo y los que piden mano dura.
De nuevo en las calles de Darmstadt donde acuñó el apodo de Terror Thorsten, Chris volvió a retomar su –hasta ahora frenada– carrera delictiva. “Es verdad y no lo es”, dice su padre antes de repetir varias veces que esta vez fueron “pequeñas las faltas hechas”. En este punto Hartmann aclara que “parece que se robó una mochila. Del total de esos 231 delitos de su prontuario puedo asegurar que siete u ocho son graves. Pero en Alemania patear un cantero ya es un delito”.
En diálogo telefónico con este diario, el padre de Chris busca no identificarse. “Basta con que soy el padre de Christopher.” El hombre es italiano. Separado de Beate Mónaco, madre del muchacho, es quien ahora tiene la patria potestad.
“Chris no quería saber nada de estar con su papá, porque lo tenía cortito”, contará más tarde el traductor. Hartmann es hijo de alemanes y dueño de una carpintería en Olavarría. Hace más de diez años ofreció su oficio para reparar la casa de una comunidad germana apenas instalada en el pueblo. Olavarría comenzaba a ser centro de rehabilitación de alemanes menores y, sin saberlo, Hartmann se oficializaba como traductor de la institución. Como Chris, otros 78 jóvenes pasaron por la huerta metida en el corazón bonaerense. “Hubo casos peores que Chris –se expande el hombre– y de los 79 que pasaron, 71 se recuperaron.”
Chris pisó Ezeiza en julio. Todavía tenía 13 años. Llegó con un asistente social, Christian Sholz. Hartmann apela a un refrán para hablar de la familia del chico: “La manzana no cae muy lejos de la planta”. Acaso por esto su padre diga que “el chiquito está metido en otros problemas, no sólo en estos delitos”. Chris sufrió abusos sexuales. Hartman cuenta que su boca es la de un hombre de 40 años: el desgaste fue efecto del consumo: “Cuando entra en trance por la abstinencia hace vibrar la dentadura, como un castañeteo”. Por la abstinencia, sus veinte primeros días en Buenos Aires fueron los más difíciles. Suspendieron el café y gaseosas con cafeína.
Hartmann conoció durante más de dos meses cada movimiento de ese chico que “con sus trece años pensaba como uno de veinte”. Sabían que tenían nueve meses subsidiados por la Aldea Juvenil Cristiana Alemana (CJD) para intentar que, entre otros cambios, Chris volviera a pensar como un chiquilín de trece. Los dos alemanes hicieron solos un viaje al norte del país. Tras una reclamo del tutor, Hartmann se unió para ayudar en la contención del menor. Siguieron otros tres viajes antes del regreso reclamado por la Cancillería argentina a Alemania. En el medio Chris consiguió jugar. Armó una hamaca en la huerta, pidió explicaciones por los chicos de la calle, cantó en peñas improvisadas en la granja, punteó la tierra para la cosecha y hasta se empleó de granjero: –Christian –dijo el chico a su instructor–, hoy me gané los primeros diez pesos de mi vida.
Desde hacía cinco horas, Christopher tenía el dinero en un bolsillo. Después de un día en la granja, la esposa de Hartmann le entregaba al chico su primer jornal.
“Para Christopher, Argentina es bellísima, bellísima.” Su padre habla de la relación de su hijo con “la carne y los gauchos” y también con el periodismo. “El no hizo nada. No hizo nada de lo que se dijo de robos, pero la culpa la tiene la prensa alemana: si aquí lo tratan como criminal, cómo no iban a pensar ustedes que no era criminal.”
Hace algo más de diez días, Chris llamó a Buenos Aires. Después del “todo bien” del alemán, Hartmann recordó que si se metía en problemas “lo iba a ir a tirar de las orejas”. El jovencito no cumplió y Hartmann especula: “Debe haber caído otra vez con las drogas y para conseguirlas necesitás plata.” Después de su paso por el país, el pequeño Mónaco quedó en su ciudad y, cercado por viejos amigos, la recaída era previsible: “El tutor renunció –asegura el traductor–, porque sabía que iba a ser tiempo perdido”. La autoridades del CJD dispusieron una familia sustituta para Chris. “Pero el pibe –explica Hartmann– se quedaba así, en su misma ciudad con la gente a la que antes estaba vinculada.” Ahora Chris está en un instituto de menores. En dos semanas un juez definirá si permanece preso o recupera la libertad.

 


 

UNA JUEZA HABLA DE LOS CHICOS QUE DELINQUEN
“Aquí no hay tratamientos eficaces”

t.gif (862 bytes) “No existen en nuestro país tratamientos eficaces para pensar la resocialización de menores.” Lucila Larrandart es jueza de menores en San Martín y docente de derecho procesal penal de la UBA. Consultada por este medio consideró ineficaces tanto los “viajes terapéuticos” implementados por los alemanes en casos como el de Chistopher Mónaco y los institutos de menores nacionales: “Ambos impiden el reacondicionamiento de los lazos familiares y comunitarios”. Para Larrandart los tratamientos deben hacerse a nivel local y en libertad “para que después los chicos no pasen a formar parte de la población carcelaria”.
Un estudio estadístico difundido por la Corte Suprema de Justicia bonaerense indica que durante el ‘97 cerca de 26 mil menores fueron detenidos como autores o partícipes de delito penales. A pesar de los datos, la magistrada asegura que no existen conteos ciertos sobre los chicos que delinquen: “Habitualmente no se desagregan los delitos porque no es lo mismo un robo que un homicidio”. De acuerdo con los números difundidos por la Corte bonaerense, la principal causa de delito infantil es el robo. Para Larrandart esto es consecuencia de la exclusión y desintegración social que excluye a los jóvenes. “Cuando el hambre aprieta –grafica irónica– les queda un único camino, salir a chorear.” La jueza habla de falta de oportunidades, de inserción, de perspectivas y derrumbe familiar entre las invariantes que caracterizan a los jóvenes con estos problemas.
La manutención de cada chico en un Instituto de Menor cuesta entre 1200 y 2000 pesos mensuales. “Esto no sirve ni financieramente, porque es carísimo, ni es efectivo para la resocialización –dice Larrandart–: el paso por los institutos los criminaliza del todo.” En su adaptación a una institución el chico se despersonaliza, altera las nociones temporales y de acuerdo con la jueza sólo con pasar dos o tres años se deteriora para siempre la identidad de un menor. “Nunca se puede rehabilitar a un menor –insiste Larrandart– privándolo de su libertad.” Para la mujer existe una contradicción intrínseca al régimen: “No puedo readaptar socialmente a un menor si no está en contacto con la sociedad”.

 

PRINCIPAL