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El policía que en un operativo encontró el cadáver de su hija

A Juan Zuñiga le ordenaron desenterrar un cuerpo en Comodoro Rivadavia. En medio de la tarea, se dio cuenta de que era su hija.

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El policía había estado con su hija tres horas antes de encontrarse con su cuerpo enterrado.
A la izquierda, Alejandra Zuñiga. El sospechoso de su muerte es su ex novio, un chico de 17.


t.gif (67 bytes)  Alejandra Zuñiga se ajustó los jeans al cuerpo adolescente y eligió un sweater azul. A las tres de la tarde, estaba lista para reencontrarse con su ex novio. Antes de salir se acercó a su papá, un policía de la seccional tercera de Comodoro Rivadavia: “¿Cómo me queda?”, le preguntó, insegura. Tres horas después, esa ropa delataría la identidad del cadáver que era desenterrado en un descampado de las afueras de la ciudad. En el grupo de policías que participaban del operativo sólo uno podría reconocerla, Juan Zuñiga. El ex novio de la chica, de 17 años, quedó detenido a las pocas horas porque varios indicios lo comprometen en el crimen.
“Es mi hija, es mi hija”, se desesperó el policía al quitar la arena que cubría el cuerpo enterrado en la fosa del descampado, en el Parque Industrial. Zuñiga explotó de dolor y se dejó caer en los brazos del comisario Gilberto Solís, quien tenía la certeza de que nunca en sus 25 años de servicio le había tocado un episodio tan desgraciado como ése.
Alejandra tenía 18 años y era la hija del policía que participaba de ese operativo. Varios indicios dan cuenta de que la chica murió estrangulada, pero el juez que entiende en la causa, Oscar Herrera, se negó a confirmar la versión hasta tanto se conozcan los informes de los peritos. Aunque admitió que se encontraron marcas en el cuerpo.
Tras el hallazgo, un menor de 17 años quedó detenido. Es el ex novio de Alejandra. La relación había llegado a su punto final hace unos días, pero el muchacho no dejaba de llamarla por teléfono para intentar un nuevo encuentro. Tanta insistencia había logrado que Alejandra aceptara verlo de nuevo. El jueves a la tarde se preparó para la ocasión. El pasó a buscarla por la avenida Estados Unidos, cerca de donde vivía la chica, y ella se subió a su auto. Según fuentes policiales, el chico paseó con Alejandra por varios lugares. Cerca de las 16, los habrían visto en una cancha de fútbol donde varios policías jugaban un torneo interseccionales. Del partido también participaba el padre de la chica, quien no los vio. De allí se alejaron de la ciudad, y se dirigieron hacia el Barrio Industrial, en las afueras de Comodoro Rivadavia. Tres horas después la encontraron muerta. “La golpearon, la ahorcaron con las manos y con una soga de hilo la remataron”, contó una fuente policial, que no pudo explicar de dónde sacó el joven la pala para cavar el pozo y enterrar a Alejandra.
Varias pistas marcaron la investigación hacia el ex novio de Alejandra, un fisicoculturista que cursa el cuarto año en el colegio Perito Moreno. Es el último que estuvo con ella y, por otro lado, dos testigos lo comprometen en sus declaraciones. Uno de ellos, un ex policía de apellido Vargas, vio por la ventana de su casa cuando una persona bajaba un bulto de un auto colorado, alrededor de las 6 de la tarde, y lo enterraba en una fosa. El coche era un Renault 19, la misma marca e idéntico color al que tiene la familia del chico.
Por curiosidad, a los pocos minutos, Vargas se acercó al descampado y removió el montículo de tierra: encontró una mano con las uñas pintadas. Enseguida avisó a la seccional 3ª. Desde allí salió el grupo a cargo del comisario Solís. Entre los policías iba el sargento primero Zuñiga. En el camino, acostumbrados a competir con sus camaradas, bromeaban. “Este caso lo descubrimos en dos horas, si no, pedimos la baja”, decían y aventuraban resolver el caso lo más rápido posible. Pero ninguno sospechaba un final tan macabro. Uno de los policías que participó del operativo dijo a este diario que Zuñiga mostró una “fortaleza total” y que “en ningún momento se abalanzó sobre el cuerpo, con lo cual se habrían perdido rastros importantes”.
El testimonio de un segundo testigo también compromete al chico. Es un vecino del barrio residencial donde vive y dijo que lo vio regresar en su coche a las 18.45 de ese día y se puso a lavar el auto. Por eso la policía fue a la casa del joven. “¿Qué pasa?”, preguntó el joven cuando vio a Solís. El comisario retrucó con un “vos sabés bien lo que ocurre”. No hubo más diálogo. Quedó detenido en la seccional 1ª y ayer se negó a declararpor recomendación de su abogado. A la madre de Alejandra le alcanzaron unas pocas palabras para condenarlo por televisión. “Era un pibe callado, normal. Nunca pensé que le iba a hacer esto”, balbuceó entre lágrimas después del sepelio.

 

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