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Dos historias ¿de irlandeses?
llenas de agua

La directora Cristina Banegas presenta en “Las irlandesas” dos obras de John Synge, que hila como un relato que incluso alude a la dictadura.

La obra se desarrolla entre permanentes alusiones acuáticas.
Banegas dirige a su grupo de teatro El Excéntrico de la 18.

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Por Cecilia Hopkins

cuadro.gif (6709 bytes)t.gif (67 bytes) La actriz y directora Cristina Banegas acaba de estrenar dos obras cortas del irlandés John Syn-ge para configurar un espectáculo en el que el agua mantiene una presencia constante. El recurso fue inspirado directamente en los textos del autor, escritos durante su estadía en las islas Aran, el sudoeste de lo que hoy es Irlanda del Norte. Las obras tienen en común su brevedad y un dejo de misterio en sus arranques.
En la primera (La sombra del valle), una mujer vela a su marido en la mayor soledad, hasta que un forastero llega a resguardarse de la intensa lluvia. Y lo que parece ser un cuento de aparecidos va derivando hacia una situación que admite el humor, entre otras cosas. En Jinetes del mar, en cambio, el mar aparece convertido en un personaje diabólico que vuelca las barcas pesqueras diezmando la población de la aldea. Aquí Banegas establece una conexión entre las desapariciones ocurridas durante la dictadura militar y estos jóvenes pescadores muertos como “un enjambre flotando en el mar”.
Los nueve actores que forman el elenco –todos vinculados al Excéntrico de la 18, el teatro que dirige Banegas en Villa Crespo– no intervienen al mismo tiempo en las dos obras y sin embargo se los ve continuamente en escena. Mientras no toman parte directa de la acción, permanecen en penumbras, utilizando cinco tambores de combustible llenos de agua con los cuales crean ritmos y sonidos ambientales, haciendo correr el líquido a través de coladores y jarros perforados o maniobrando mangueras y bolsas de arena. Otros objetos de lata y aluminio pintados componen la escenografía, un extraño dispositivo de escena creado por Norberto Laino.
A partir de la manipulación con los objetos y el agua, la sensación de lo imprevisto se instala no bien los actores reemplazan la lluvia o las lágrimas de los personajes mediante sonoras cascadas dentro de palanganas o vertiendo el agua directamente sobre la cabeza de los intérpretes. Luego, en tanto se van repitiendo operaciones similares, el recurso corre el riesgo de resultar reiterativo. Ambas narraciones cuentan con una estructura tradicional y la directora ha buscado romper con las situaciones esquemáticas también desde otras perspectivas. Es por esto que las actuaciones intentan superar las condiciones del diálogo de naturaleza realista que plantea el autor, creando conductas estilizadas ya sea con el cuerpo o con la voz. Aunque no todos los intérpretes reúnen las condiciones favorables como para hacer efectivas las indicaciones de la dirección.

 

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