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Por Sarah Gristwood Robert De Niro dice que "todo es tan ridículo ...", y hace su famosa guiñada de ojo: es imposible no devolvérsela. Está hablando, en términos vagos, sobre "un nuevo ciclo" en su vida, nada más ni nada menos. Para alguien como De Niro es remarcable que hable a futuro. De manera más sorprendente, parece estar admitiendo que actuar ya no es su prioridad. En estos días es una queja común que sus partes son cada vez más pequeñas, y que los roles de "malo" le están ganando a los de "bueno". Algunos años atrás, un periodista le preguntó si el trabajo en su compañía de producción TriBeCa fue en detrimento de su trabajo como actor y recibió una enérgica respuesta. "Oiga, no se pase de listo. No me tire cosas negativas, no me interesa. Si quiere hablar de las películas, bien, pregunte cosas decentes y no trate de enfurecerme para conseguir cierto tipo de respuesta." Sin embargo, en esta entrevista hay un De Niro muy diferente. Agradable, abierto y, sí, un poco vulnerable. Alguna vez hombre misterioso, este enorme actor, uno de los más grandes de la historia del cine, sin dudas, se ha convertido en el Sr. Accesible. En una reciente conferencia de prensa en Berlín, un periodista australiano se animó a preguntar sobre los problemas que surgieron durante la filmación de Ronin --su más reciente film-- en París, cuando fue interrogado durante nueve horas acerca de sus posibles conexiones con una call girl, una chica de un servicio de acompañantes. "Nunca pagué por una mujer en mi vida. Y aun si lo hubiera hecho, no sería un crimen", respondió el actor. Pero, lejos de sentirse ofendido, se mostró dispuesto a hablar del episodio: "Fue una experiencia muy desagradable, totalmente innecesaria. Mucha gente se sintió mal al respecto. Le envié una carta al juez diciéndole que iba a presentarme e hicieron un gran drama con eso, siete u ocho policías irrumpieron en mi habitación, lo cual fue totalmente inaceptable". Y fue más allá: "Amo París y amo a los franceses, pero su sistema judicial, con tanto poder en manos de los jueces, es deplorable. Uno es culpable hasta que se pruebe lo contrario. Y este juez en particular parecía llevar adelante una especie de caza de brujas. Quizá pensó que estaba en una película ..." --En Berlín presentó una versión de Great expectations, Jackie Brown y Wag the dog, tres películas de su productora. En dos tiene papeles secundarios ... --Me gusta hacer esos papeles. Uno puede ir un poco más lejos, y a veces hasta un cameo es más vívido que un protagónico. --En los '90, a medida que se multiplicaban sus papeles, creció la hostilidad de la crítica, que dijo cosas como que "parece un deportista maduro que todavía tiene la habilidad, pero no la ambición". ¿Cuánto le molesta eso? --A mí no me desagradan los críticos: en el pasado fui muy afortunado con ellos. A veces son las únicas personas en las que se puede confiar. Tratan de ser comprensivos, a diferencia de lo que se dice habitualmente. Pero cuando dicen cosas feas, lo hacen con vehemencia. Y te hacen enojar. --Entonces, ¿qué sucede ahora, después de tantas críticas vehementes? --De cualquier manera, yo disfruto lo que estoy haciendo. El tiempo pasa, y de repente se vuelan dos años en los que uno no hizo nada. Lo cual no está mal, pero para mí, en este punto ... estoy envejeciendo, tengo 55 años. Hay muchas cosas que quiero hacer, y me estoy poniendo ansioso con respecto a si voy a ser capaz de hacerlas. --¿Cómo maneja el acoso? --Bueno ... los paparazzi son como chacales, y uno no puede permitir que los chacales lo muerdan. Tiene que ir para otro lado. Pero donde vivo en Nueva York eso es bastante manejable. La gente está acostumbrada a verme. Tengo mi propia vida. No puedo estar disponible para cada fan, sobre todo si estoy ocupado. Pero no tengo problemas en conversar con alguno, si no se trata de una multitud que te busca, y puedo ser agradable. Trato de considerar sus sentimientos. --¿Le preocupa la sobreexposición? --A veces quizá. Pero en los comienzos de mi carrera pasé mucho tiempo sin hacer nada, así que trato de ganar tiempo. Y tengo gastos que cubrir. Uno de esos gastos es la compañía TriBeCa, que él y su socia Jane Rosenthal montaron en 1988 como "un hogar para la comunidad de realizadores de Nueva York". El edificio de ocho pisos en ese distrito de Manhattan incluye estudios de posproducción, microcine, el ya célebre TriBeCa Grill y las oficinas de Miramax, la compañía que transformó al cine independiente de Estados Unidos. En su décimo aniversario, TriBeCa compró los derechos para llevar al cine el musical Rent, y acaba de terminar una miniserie sobre la vida del mafioso Sammy "The Bull" Gravano. El currículum de la productora incluye el desastre de La noche y la ciudad, una remake en la que De Niro aparecía junto a Jessica Lange. Pero también un éxito --artístico y financiero-- como el debut de De Niro como director en Una luz en el infierno y películas como Wag the dog y la taquillera Cabo de miedo, de Martin Scorsese. Ser el icono que definió el cine de los '70 tiene su precio. En los días de Calles salvajes y Taxi driver, cada performance de De Niro era un clásico instantáneo, preparado exhaustivamente. Son famosos los relatos de su viaje a Sicilia para escuchar a la gente del lugar leer sus líneas de El padrino II, su relación de un año con Jake LaMotta para El toro salvaje o su decisión de adquirir ropa interior de seda en el mismo local en que compraba Al Capone mientras se preparaba para Los Intocables. Sin embargo, en la actualidad el actor elude las preguntas sobre la preparación y habla de sus papeles en términos de la cantidad de semanas que le llevan. --¿Todavía cree en el Método que lo hizo famoso? --Llega un momento en el que algo me produce un flash en la cabeza, y eso le da sentido a la toma. El Método es lo que sea que te sirva para construir el papel, y que no te lastime a vos o a alguien más. --En Ronin, usted interpreta a un mercenario que traiciona a otro. ¿Por qué se inclina tanto a los roles de "mal tipo"? --No estoy muy seguro de cómo será recibido el film. Yo mismo no estaba muy convencido, pero vi que John Frankenheimer, el director, trataba de hacer algo que era superior a lo que realmente sugería la película. En cuanto a los roles de "malo"... bueno, los actores tenemos una ética, como todo el mundo. De hecho, tenemos que estar más al tanto de en qué lugar ético estamos. Obviamente, yo no quiero ser un delincuente. Pero a menudo me eligen para roles oscuros, y generalmente son más interesantes que un rol de héroe, por más bien escrito que esté. Los psicópatas del cine te asustan, te llevan a un paseo salvaje. Entonces te levantás de la butaca y te das cuenta de que no es real. De algún modo, son un sueño. Los personajes con una mezcla de blanco y negro son usualmente los más interesantes, pero lo más importante de todo es captar la humanidad. --¿Le preocupa la calidad de los papeles que le ofrecen últimamente? --(Hace una larga pausa.) Todo cambia ... ahora es bastante más difícil. Hay un par de proyectos de TriBeCa que me entusiasman, una película en la que hago de un jefe de la mafia que busca ayuda de un psiquiatra --Billy Crystal--, y quizá alguna nueva película de Scorsese. Al mismo tiempo, estoy pensando en dirigir otra película, pero el guión tiene que ser bueno, especialmente para mí. --¿Todavía disfruta actuar? --Sí, definitivamente. Estoy tan acostumbrado a hacerlo que lo encuentro cada vez más divertido, porque no tengo que preocuparme por las cosas que ya sé que no son importantes. Pero realmente quiero dirigir, porque dirigir hace que tenga que pensar más, y que tenga que involucrarme más, tomar mis propias decisiones y mis propios errores. Es más exigente. El actor es quien tiene que levantarse, ir, meterse en el barro y hacerlo. A cambio, tenés algunos días libres. Pero si estás dirigiendo, no tenés ni un minuto, de la mañana a la noche.
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