Ocurrió en las afueras de Neuquén. Las tres víctimas fueron incineradas. La policía detuvo al presunto autor del hecho.
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A tres días de cumplirse un año del triple crimen de Cipoletti, otro homicidio múltiple conmovió al Alto Valle: tres adolescentes de entre 14 y 17 años fueron asesinados a puñaladas y luego incinerados, mientras que otros dos chicos, de 11 y 12 años, resultaron gravemente heridos, en un barrio en las afueras de Neuquén. Los chicos fueron atacados mientras pescaban, a orillas del río Limay. Los dos sobrevivientes, con cinco y once puñaladas, lograron alcanzar una escuela, a 2 mil metros del lugar, donde pidieron auxilio. Ayer por la tarde, la policía detuvo al presunto múltiple homicida, Julio Enrique Aquino, un changarín vecino de las víctimas. Valentina es un barrio alejado de la capital neuquina. Está rodeado de chacras frutihortícolas que se extienden al borde del río Limay. Tiene cinco mil habitantes, un jardín de infantes, dos escuelas primarias y una escuela media. Una de las costumbres de los adolescentes del lugar es la pesca a las orillas del río. El sábado por la tarde, Cayetano Correa (17) y su hermano César (14), Carlos Trafilán (16), Juan Urra (12) y Claudio Paynebilu (11), y un hermano de Urra, unos años mayor, decidieron cumplir con la costumbre y se reunieron en el paraje La Puntilla, en la ribera del río. Alrededor de las 20, el hermano de Urra decidió regresar para llegar a tiempo a un casamiento y se convirtió, involuntariamente, en un testigo clave. Al salir del paraje, se cruzó con un hombre que le preguntó si quedaban más chicos en el río. Le respondió que sí y siguió su camino. ¿Tienen permiso para pescar? ¿No saben que tienen que tener permiso? -preguntó el hombre, blandiendo un arma de fuego, después de acercarse a los otros cinco chicos. Los maniató con los cordones de las zapatillas y, después, totalmente fuera de control, comenzó a asestarles puñaladas. Los dos hermanos Correa y Trafilán murieron; Urra recibió once cuchilladas en la espalda, una de las cuales le atravesó un pulmón, y Paynebilu, cinco puntazos, algunos en el rostro. Pero los dos sobrevivieron porque el asesino los creyó muertos. A Urra lo tiró encima de Paynebilu. Ayudáme, no me dejes solo rogó Paynebilu al oído de Urra. Cuando el hombre empezó a arrastrar los cadáveres de sus compañeros para incinerarlos, los dos escaparon. A las 21.30, después de caminar 2 mil metros, llegaron a la escuela 223, donde se realizaba una peña. Allí pidieron auxilio. Alrededor de las 23, una comisión policial llegó al lugar del hecho. Allí encontraron los cadáveres calcinados de Correa y de Trafilán. El paraje fue cercado hasta la llegada del juez Eduardo Badano, del fiscal Humberto Mazzitelli y de los peritos. El juez, el fiscal y los peritos estuvieron en el lugar del hecho durante tres horas. Decidimos impedir el ingreso del personal policial hasta tanto no concluyeran las labores de los peritos, para que no resulten comprometidas las evidencias, sostuvo el subjefe de la Policía de Neuquén, subcomisario Aldo Pizarro. Poco antes del mediodía, después de elaborar un identikit en base al testimonio del chico que se había retirado antes, se realizó un allanamiento en el mismo barrio Valentina, en la casa de Julio Enrique Aquino, un albañil de 24 años, que en la actualidad trabaja como changarín, padre de cuatro hijos y que vive en una humilde vivienda próxima al lugar del crimen. Aquino, que según la policía había sido denunciado por sus vecinos por amenazas, fue demorado mientras que de su casa, según informó Pizarro, fue secuestrado un cuchillo, parte de su vestimenta, mojada y ensangrentada, tarros y cañas de pescar, y una mochila, que los padres de las víctimas reconocieron como pertenecientes a sus hijos. Los ocho testimonios que tomamos, y todas las diligencias, incluyendo el allanamiento, fueron hechas ante la presencia del juez y del fiscal y, además, filmadas, aseguró el subcomisario, intentando poner distancia del escándalo que involucra desde hace un año a la policía de Río Negro. En la Justicia neuquina, la premura policial por cerrar el caso fue tomada con pinzas. Todavía no están dadas las condiciones para informar con certezas, dijo a Página/12 el fiscal Mazzitelli ,sólo puedo decir que se ha cumplido una parva de diligencias. Entretanto, ayer, Juan Urra, con ayuda de un respirador artificial, y Claudio Paynebilu se recuperaban en el hospital Castro Rendón. Informe desde Neuquén: Elio Brat
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