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Un mundo sin puentes de plata

 

Por James Neilson


t.gif (67 bytes)  Aunque los lores británicos opten por soltar a Augusto Pinochet, la prolongación humillante de sus vacaciones londinenses ya ha servido para enviar un mensaje contundente al gremio de los dictadores. Desde mediados de octubre sus afiliados saben que cuando uno de los suyos deje el poder, no le será dado mudarse con sus familiares al sur de Francia o Estoril: tendrá que quedarse en su propio país y depender de la voluntad de sus compatriotas de rechazar los eventuales pedidos de extradición que formulen los gobiernos europeos. Tampoco les será tan fácil dejar su botín en un banco suizo o una mesa de dinero antillana: los bancos están viéndose obligados a abandonar modalidades que durante tantos años les han permitido sacar una tajada de las fortunas acumuladas por dictadores precavidos.

A la larga este cambio debería resultar positivo al hacer menos atractivo el oficio de tirano: para disgusto de la mayoría de los políticos profesionales, las organizaciones pro derechos humanos están logrando obligar a los gobiernos europeos a adecuar su actitud a su propia retórica, pero es probable que en el corto plazo las consecuencias sean menos felices. Por cierto, ya parece poco realista fantasear con una transición negociada en Cuba porque a Fidel Castro no le haría ninguna gracia correr el riesgo de compartir la suerte de su enemigo chileno, destino que le esperaría si dejara el poder antes de morir porque a muchos europeos les encantaría mostrar que su hostilidad hacia Pinochet no tuvo nada que ver con los prejuicios ideológicos. Asimismo, en Africa y Asia serán muchos los autócratas que, luego de enterarse de las noticias procedentes de Londres, se hayan puesto a revisar sus planes de retiro.

Además de hacer más intransigentes a los dictadores que aún nos quedan, lo ocurrido en Londres les ha enseñado que no les convendría confiar demasiado en las sonrisas amables de sus interlocutores del Primer Mundo: el presidente, primer ministro o embajador que les habla de las excelentes relaciones bilaterales ya estará pensando en cómo negar toda complicidad cuando los tribunales de su país empiecen a reclamar la extradición del asesino. Puede que esta realidad no ponga fin a la hipocresía que es la característica más deprimente de las relaciones intergubernamentales, pero le ha agregado una dosis de tensión que está agitando a ministros de Relaciones Exteriores europeos asustados por la resistencia de los activistas a distinguir entre los dictadores ya retirados por un lado y, por el otro, aquellos que siguen aferrados al poder.

 

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