Por Martín Pérez
Desde Mar del Plata
Después de
un fin de semana en el que la competencia oficial les cedió el protagonismo a los nuevos
trabajos de maestros como Ingmar Bergman, Alain Resnais o Kenzo Ianamura --cuyas
películas se transformaron en imprescindibles para los cinéfilos presentes en Mar del
Plata, en particular la fenomenal On Connais La Chanson--, después de la primera
reunión del Gran Jurado en el hotel Costa Galana, el Auditorium recobró todo su
protagonismo. Sucede que por el escenario de los estrenos que compiten por el Ombú de
Oro, el cine de la larga escalera que costó cerca de cien mil dólares, desfiló una
seguidilla de tres films que parecen comenzar a darles la razón a los que aseguraban que
el nivel de la selección oficial era el mejor de las últimas tres ediciones. Si bien es
cierto que no son films perfectos y que ninguno aparece como candidato firme, lo que
comparten la holandesa El Pequeño Tony (Kleine Teun), la checoslovaca Trampas
(Pasti Pasti Pasticky) y la canadiense Ultima Noche (Last Night) es
que tienen claramente una visión clara detrás de ellas. Son obras de directores con un
mundo propio detrás, puesto al servicio de sus obsesiones y de las ganas de conmover y/o
escandalizar al público.
El Pequeño Tony, por ejemplo, es un film que cuenta la historia
de un particular triángulo amoroso. Lo forman un campesino fóbico y
analfabeto; su mujer, onmipresente y dominadora; y una hermosa profesora que se involucra
en su mundo con el objetivo inicial de enseñarle a leer. Claro que las cosas se
complican. En este cuarto film, Alex Van Varmerdam (director y protagonista) retoma temas
que ya había tratado con maestría en Abel, su opera prima. Si en aquella el
centro era un adolescente que ya no lo era, pero se negaba a salir de su adolescencia
preocupando a sus padres, aquí el mismo prototipo de adulto inmaduro es un campesino
dominado por una matrona que se cree capaz de conseguir todo lo que desea de él. Con un
humor absurdo muy personal, una cámara estética y al mismo tiempo funcional, y unos
cuestionamientos intimistas que permiten calificar a su director como una suerte de
Bergman psicópata, El pequeño... decae en su segunda mitad, cuando la conclusión
del drama le resta humor y personalidad al film, yendo del psycho slapstick al psycho
killer. Para destacar: la actuación de la holandesa Annet Malherbe --esposa en la
vida real del director/actor-- como la esposa manipuladora.
Yendo de menor a mayor dentro del trío de interesantes films que han
animado a los seguidores de la competencia oficial, es el turno de hablar de Trampas,
de la respetada directora checoslovaca Vera Chytilova. Conocida por sus trabajos de la
década del sesenta, Chytilova se dedica a contar una historia contundente: la que se
dispara cuando una joven veterinaria es violada por dos desconocidos en la carretera, a
los que la víctima termina castrando al final de la noche. Con un comienzo contundente
--que muestra cómo dos cerdos son capados en un corral-- y un planteo dinámico y un
maniqueísmo que busca decididamente tanto la polémica (todos los hombres, especialmente
los inocentes, son culpables), con el correr del metraje Trampas deja de
escandalizar para pasar a confundir, y luego simplemente a aburrir. Su contundente humor
negro y sexista, sin embargo, le ganó el interés del abundante público que concurrió a
su estreno en la primera función del lunes en el Auditorium, arrancando algunos
entusiastas aplausos en la hilarante escena en que los violadores (dos paradigmas de
triunfadores: un creativo publicitario y un político corrupto) descubren su destino de
eunucos.
El planteo de Ultima Noche, la más interesante y completa de las películas con
las que arrancó esta nueva semana de competencia, es muy sencillo: ¿Qué harías en
tu última noche sobre la tierra? Protagonizada, escrita y dirigida por el canadiense
Don McKellar, el film cuenta esas historias personales que hoy Hollywood no tiene tiempo
para filmar. O ya no sabe cómo hacerlo, perdida entre tanto efecto especial. Comienza a
las seis de la tarde de ese último día, y termina con una luz cegadora exactamente a la
medianoche. No importa por qué es que el mundo termina, apenas si hay algún que otro
detalle aislado. Y lo que le importa a McKellar es esa gente suelta en un mundo vacío,
que pronto va a dejar de ser tal, y por lo tanto le es cada vez más ajeno y más propio.
Además de la sutileza de cada una de las historias, Ultima Noche cuenta a su favor
con las actuaciones sobrias, acertadas y seductoras de casi todo su casting,
particularmente en el caso de los personajes secundarios interpretados por Genieveve
Bujold y el cineasta David Cronemberg. Autocomplaciente, Ultima Noche es un film
melancólico y perfecto como una buena canción. Que, al finalizar, une al auditorio en
una mirada perdida en cada uno de sus propios fines del mundo. Casi en la misma forma en
que, al finalizar On Connais La Chanson, todo el mundo se fue con una sonrisa
estampada en el rostro y una canción dando vueltas en la cabeza.
"El gusto está cambiando"
El
presidente del jurado de la 14 edición del Festival Internacional de Cine de Mar del
Plata, el iraní Abbas Kiarostami, dijo ayer que le parece que las mejores películas del
mundo son las que se filman en Italia y Francia. Sin embargo, apuntó su certeza de que
"en el cine actual no hay divisiones entre Oriente y Occidente, a diferencia de lo
que ocurre en el terreno político". Los sentimientos, planteó "no conocen
fronteras: si El sabor de la cereza conmovió a los públicos de países tan
diversos y distantes, es evidente que los pueblos pueden contactar y comprenderse a
través de las emociones". El realizador llegó a Mar del Plata dos días después
del inicio del certamen, tras un agotador viaje de 40 horas por aeropuertos
internacionales debido a problemas de visado y de conexiones aéreas. Según Kiarostami,
en los últimos tiempos se advierten aires de cambio profundo en el mundo del cine.
"El gusto de la gente está cambiando: una década atrás, El sabor de la cereza
hubiera sido vista por muy poca gente". La consagración internacional de Kiarostami
ocurrió el año pasado, cuando compartió la Palma de Oro del Festival de Cannes con el
japonés Shohei Imamura. El realizador iraní terminó su primer largometraje --El
pasajero-- en 1974. Pasaron 16 años para que Europa lo descubriera con Dónde
está la casa de mi amigo, que fue invitada a participar en Cannes. En 1992 volvió a
ser invitado a la muestra francesa en la sección paralela "Quincena de
Realizadores" con Y la vida continúa, y dos años más tarde, en la sección
oficial con A través de los olivos. El iraní contó que antes de viajar a
Argentina estuvo trabajando en una nueva película, Una ceremonia especial, que se
estrenará dentro de dos meses "y fue rodada íntegramente en el interior de Irán,
con la actuación de gente del pueblo y sin actores profesionales".
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