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Por Washington Uranga El cardenal Raúl Francisco Primatesta, una de la figuras más destacadas de la Iglesia Católica en Argentina, terminó ayer sus funciones como arzobispo de Córdoba, cuatro años después de haber presentado su renuncia al cumplir los 75 años de edad, tal como lo establece la ley eclesiástica. Al aceptar la dimisión del arzobispo cordobés, el papa Juan Pablo II nombró en su lugar al actual arzobispo coadjutor de Tucumán, Carlos Ñañez, un hombre que llegó al Episcopado de la mano del propio Primatesta, de quien fue obispo auxiliar desde el 24 de enero de 1991 y hasta el 20 de diciembre de 1996. La sucesión de Primatesta se había convertido en los últimos tiempos en uno de los temas que más conjeturas suscitó dentro del Episcopado y, en general, en los ámbitos eclesiásticos, tanto por la decisión del Papa de mantener al arzobispo en su cargo sin aceptarle la renuncia como por las especulaciones en torno del nombre de su sucesor. Primatesta que tiene una relación personal muy estrecha con Juan Pablo II tuvo que enfrentar en el último tiempo manifestaciones de inconformidad por una parte del clero cordobés y muchos reclamos por los manejos económicos poco claros del padre Marcelo Martorell, vicario general, persona de su confianza y hombre muy cercano al empresario fallecido Alfredo Yabrán. Todo hace suponer que la designación de Ñañez al frente del arzobispado de Córdoba es la confirmación que el Papa hizo de la sugerencia que el propio Primatesta le alcanzó. En los ámbitos eclesiásticos se habían barajado varios nombres para el estratégico cargo de arzobispo de Córdoba, entre ellos el del mismo presidente de la Conferencia Episcopal, Estanislao Karlic, actual arzobispo de Paraná. También José María Arencedo, José María Arancibia y Emilio Bianchi, entre otros, estuvieron en la lista de los candidatos. Finalmente, como suele ocurrir en la Iglesia Católica, ninguno de los mencionados resultó designado. Ñañez es un obispo relativamente joven (52 años), oriundo de la provincia de Córdoba, que hizo toda su carrera eclesiástica en aquella ciudad y que llegó al obispado propuesto por el propio Primatesta como su obispo auxiliar. Por todo ello es un amplio conocedor de la arquidiócesis que le tocará gobernar y, en sus primeras declaraciones después de conocerse su designación, se encargó de señalar a la agencia católica AICA que continuará con espíritu de servicio por el camino trazado por su antecesor. Sin embargo, fuentes del clero cordobés aseguran que durante su labor como obispo auxiliar Ñañez mantuvo su independencia de criterio respecto del cardenal con quien, en el último tiempo y antes de ser trasladado a Tucumán, marcó algunas diferencias importantes. El nuevo arzobispo cordobés, quien según sus propias declaraciones asumirá efectivamente sus funciones a comienzos del próximo año, tiene un estilo similar al que caracteriza a la actual conducción del Episcopado: bajo perfil y autonomía de opiniones respecto de todo tipo de poder. Esto no le impidió, el pasado 9 de julio, al hablar en la catedral tucumana en el tedeum al que asistían el presidente Carlos Menem y el gobernador Antonio Bussi, que hiciera un llamado a una urgente y decididamente impostergable reconciliación de toda la comunidad nacional. Dijo Ñañez en esa oportunidad que sin reconciliación no habrá paz verdadera. Sin la paz no habrá posibilidades de trabajar concorde y desinteresadamente por el bien común de nuestra sociedad. En relación al conflicto que se generó en Tucumán por el pedido de juicio político al gobernador Bussi, Ñañez pidió serenidad y prudencia para alcanzar una solución respetuosa, digna y justa. El nuevo arzobispo de Córdoba cuenta también con el respeto de sus pares en el Episcopado, quienes lo eligieron para formar parte del grupo que representó a la Argentina en el sínodo americano (Roma, 1997) y, últimamente, para orientar el retiro espiritual que los obispos realizaron en su última asamblea plenaria en San Miguel el mes anterior.
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