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Fue el suicidio colectivo más trágico de la historia contemporánea. Hace 20 años, el 18 de noviembre de 1978, 913 estadounidenses miembros de la secta Templo del Pueblo murieron colectivamente tomando cianuro en la jungla de Guyana, cerca de la frontera con Venezuela. Si lo hicieron forzada o voluntariamente, nunca se supo. Lo que sí está claro es que este episodio que en aquel momento conmovió a ese país y al mundo entero está casi olvidado ahora en Estados Unidos; sólo un puñado de familias y sobrevivientes han previsto volver hoy a la fosa común donde están enterrados más de 400 cuerpos, la mayoría no identificados, en el cementerio Evergreen de Oakland, en California. Inclusive, a pesar de sus esfuerzos, estos sobrevivientes no han podido reunir el dinero suficiente para construir un monumento en memoria de las víctimas. Hombres, mujeres y niños que siguieron a su líder espiritual Jim Jones para levantar un mundo ideal en la selva de Guyana. La colonia agrícola, bautizada Jonestown y que fue fundada en 1973, era para algunos el paradigma de la felicidad multirracial, con pretensiones igualitarias y dominada por un cuarentón con enorme carisma e ideas marxistas que creía ser la reencarnación de Lenin, Jesucristo y Buda. Jim Jones no sólo era fiable, además era rico y estaba ligado a algunos políticos californianos. Contaba entre sus amistades a Rosalyn Carter, la esposa de Jimmy Carter, presidente de Estados Unidos entre 1977 y 1981. Y al legislador estatal Willie Brown, actual alcalde de California. Pero en 1976 la colonia ya no era el paraíso soñado: La gente tenía miedo de Jim Jones, trataba de huir. Una vez que llegabas, no te podías marchar, explica Jynona Norwood, pastor de la Family Christian Cathedral, en Los Angeles. Veintisiete miembros de su familia se suicidaron. La idea del suicidio colectivo surgió tras el asesinato de un congresista de California, Leo Ryan, que fue a investigar la colonia a petición de algunos padres, inquietos porque sus hijos no volvían. Dos periodistas que lo acompañaban también fueron asesinados por miembros de la secta cuando se disponían a subir al avión de regreso. Al día siguiente, Jim Jones instó a los miembros de la colonia a cometer no un suicidio, sino un acto revolucionario, según una grabación encontrada en el lugar. Algunos estaban dispuestos: No le tenemos miedo a la muerte, escribió antes de morir uno de los suicidas. Esperamos que el mundo se dé cuenta un día de los ideales de justicia e igualdad por los que vivió y murió Jim Jones. Pero las madres se mostraban reticentes a envenenar a sus hijos con cianuro. Las protestas se sofocaron rápido y tres días más tarde, el mundo, conmocionado, descubrió las imágenes de centenares de cuerpos tendidos en la jungla, a menudo boca abajo. Este año, los hijos de Jim Jones, Stephan y Jim Junior, que no se encontraban en la comunidad el día del drama, han vuelto al lugar. Era gente cariñosa y apasionada. Esta gente no hubiera tenido que morir, explicó Stephan Jones a la cadena de televisión ABC, organizadora del viaje. Pero hacia el final, a (Jim Jones) lo consumió su propia locura, agregó. El final fue horrible, pero pienso en lo que intentó construir, asegura, por su parte, Jim Junior. La secta dejó de existir después del drama. Decenas de sobrevivientes (que huyeron justo antes) intentaron, a duras penas, reintegrarse en la sociedad a pesar de las dudas, las acusaciones y la vergüenza, confiesa Jynona Norwood. El drama de Jonestown, que seguirá siendo un misterio, no disuadió otros suicidios colectivos. En Estados Unidos, más de 80 miembros de la secta de los davidianos murieron en 1993 en el incendio, aparentemente voluntario, de su granja en Waco (Texas), que la policía había tomado por asalto. En Suiza y Québec, en octubre de 1994, dos grupos de miembros de la Orden del Templo Solar (OTS), en total 53 personas, también fueron encontrados muertos, antes de otro suicidio colectivo de la OTS, en 1995 en Francia. El suicidio colectivo más reciente es el de los 39 adeptos de la Puerta del Paraíso, en marzo de 1997, en California. En total, según la AFF(American Family Foundation, centro de investigaciones sobre las sectas), hay entre 3000 y 5000 grupos de este tipo en el mundo que reagrupan a entre 5 y 20 millones de miembros.
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