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COMO FUNCIONA EL "DESPEJE" DEL EJERCITO EN COLOMBIA
Vivir bajo ley guerrillera

Hace 10 días comenzó la desmilitarización de 42.000 kilómetros cuadrados de Colombia para la negociación entre gobierno y guerrilla. Esta nota cuenta cómo funciona.

Un guerrillero monta guardia ante el sitio de una improvisada conferencia de prensa.
Desde hace años, la guerrilla es la autoridad real, y los alcaldes le rinden cuentas.

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Por Pilar Lozano desde San Vicente del Caguán

t.gif (67 bytes) "El 'despeje' es bueno para la paz. Pero estaba preocupado: de pronto entran los paramilitares agresivos, nos tildan de guerrilleros y hacen una matanza. Ahora estoy tranquilo", dijo Carlos, un campesino de más de 80 años, al salir de la reunión en la cual se creó, en San Juan --una aldea a orillas del río Losada-- una red de seguridad ciudadana. Alirio, también campesino, de pelo blanco y ojos tristes, les advirtió: "Ni la guerrilla ni el gobierno nos van a defender. Tenemos que hacer el control nosotros mismos. Hay que estar alerta." Carlos escuchó recostado contra la pared de madera del salón donde se realizó la reunión sin quitarse su poncho del hombro y sin quitarse tampoco el sombrero; salió contento. "La guerrilla quiere un sitio y una ley, ellos tienen una lucha tremenda", opina.

San Juan pertenece a San Vicente del Caguán, uno de los cinco municipios en los cuales, durante el lapso de tres meses, no habrá ni policías ni militares, condición exigida por la guerrilla para iniciar un diálogo de paz y a la que el presidente Andrés Pastrana ha accedido. Cuando se verifique este "despeje", el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la principal guerrilla del país, se sentarán a hablar. Pero ya hay desacuerdo por 150 soldados, bachilleres que cumplen su servicio militar, desarmados, que permanecen aún en la zona. San Juan son tres calles y 150 casas de madera. Al bajarse de la canoa --hasta los coches tienen que cruzar el río en dos canoas amarradas, pues del puente iniciado hace años, y en el que se han gastado millones, sólo están los cimientos-- lo primero que se ve es una tabla colgada de un árbol con la lista de multas: "Insultos, 50.000 pesos; chismes, 50.000; amenaza con arma blanca, 100.000; con arma de fuego, 200.000". Las FARC son las encargadas de que se paguen. "Estamos acostumbrados a la guerrilla, pero al gobierno, no; por eso la gente se asusta", comenta un líder comunal.

La situación es igual en los 42.000 kilómetros cuadrados desmilitarizados: la guerrilla es, desde hace años, la autoridad real. Hasta los alcaldes, de cuando en cuando, tienen que rendir cuentas "a los muchachos".

No se esperan grandes cambios en estos tres meses. "La diferencia va a ser cosmética; normalmente los guerrilleros llegan a las aldeas vestidos de civil; ahora se pondrán uniformes", dice el padre Allen Van, un cura gringo de dos metros de alto, que anda por los caseríos a orillas del río Caguán con su sombrero de campesino del Caribe, un morral a las espaldas, y un megáfono con el que invita a la población a la misa y al rosario. Desde hace días reza por el "despeje", la paz y la liberación de los retenidos por las FARC, soldados y civiles.

Los insurgentes construyen carreteras (las hacen secuestrando maquinaria oficial y con el trabajo con el que se pagan las multas), imponen además orden y limpieza en los pueblos. "Vivo muy disgustado por los abusos en derechos humanos: matan, sin dar a sus víctimas posibilidad de justicia", dice el cura. "Por la guerrilla se hacen las cosas como son", opinan los que los quieren. Pero muchos confiesan en voz baja: "No me gusta su ley, pero no puedo decir nada".

Ganaderos y comerciantes pagan impuestos. "El estado nos tiene olvidados. El comandante de finanzas de las FARC nos cita, teóricamente cada año, pero realmente cada vez que están sin dinero. A veces se ve una fila de ganaderos esperando su turno en un cruce de caminos. Ellos ponen la cifra; hay un tira y afloja y se negocia", cuenta uno de ellos. Para él, la paz es "indispensable". "Hay que creer en este proceso, aunque hace más de 20 años las FARC dicen mentiras".

El batallón Cazadores, a las afueras de San Vicente, uno de los más completos en la lucha contrainsurgente, que contaba hasta el sábado con 2000 hombres, es ahora el comando central de los negociadores del gobierno. El comando de las FARC está en La Sombra, pequeño caserío a dos horas del pueblo. Está protegido por los comandos Teófilo Forero, formados por los mejores guerreros de las FARC. Sólo pueden ingresar allí los "llamados" por los "comandantes insurgentes". Ya tuvieron audiencia el alcalde, el tesorero, el consejo municipal y un grupo de estudiantes.

"Este proceso es inédito, hay que armarlo, hacerlo", afirma Omar García, alcalde de San Vicente, el más extenso de los cinco municipios desmilitarizados. "La parte militar la manejarán las FARC, nosotros seguiremos al frente de la administración", asegura. Estaba ocupado con los preparativos de la gran fiesta de pañuelos blancos y palomas, con la que se dio inicio al "despeje" el sábado 7.

A los dos días surgieron los problemas: "Aquí manda el gobierno", dijo enérgico Víctor G. Ricardo, comisionado de paz y voz cantante en este proceso, y dejó en claro que las FARC no podrán imponer ni su justicia ni su orden. Pero la guerrilla desde hace días da sus "orientaciones", como ellos las llaman. Entre otras, está prohibido circular entre seis de la tarde y seis de la mañana. "Es por la seguridad de todos", explican.

En los días previos al retiro de la tropa, organizaron reuniones con la población y montaron una especie de limpieza de personas no deseables: ladrones, prostitutas sin papeles y sin control sanitario y drogadictos. Les notificaron que era mejor que se fueran. "A las prostitutas que andan por ahí sueltas las han llevado a trabajos forzados en las carreteras; así las aburrieron". Dos jóvenes acusados de ladrones se salvaron del ajusticiamiento porque el cura intervino. Les conmutaron la pena de muerte por seis meses de trabajos forzados lejos de su pequeña aldea a orillas del Caguán.

 


 

LAS RESERVAS EN UNA REGION ESTRATEGICA
Coca, petróleo, uranio y algo más

Por P.L.

t.gif (862 bytes) Mesetas, Macarena, Lauribe y Vistahermosa son los cinco municipios del "despeje". El primero queda en la provincia del Caquetá; los otros, en el Meta. Están comunicados a través de una red de ríos y trochas abiertas por la colonización y mantenidas por la guerrilla. En este montón de kilómetros hay selva, montaña y llanos como los del Yarí, famosos porque en la década de los 80 los capos de la mafia montaron allí un moderno sistema de laboratorios de cocaína y un batallón de paramilitares. Hoy siguen existiendo los laboratorios, pero la vigilancia es de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Hay también grandes reservas naturales. El Parque de la Macarena, una formación más antigua que los Andes, santuario de flora y fauna de la Amazonia y la Orinoquia, y el parque de Tinigua, unas 300.000 hectáreas de bosque que una organización campesina, sin apoyo oficial, trata de defender. En San Vicente del Caguán hay petróleo; en la Macarena, uranio.

Para las FARC, los cinco municipios son un lugar estratégico de enorme importancia: forman un corredor que va desde la Amazonia y llega a Bogotá, al populoso y deprimido sector de Ciudad Bolívar, donde cuentan con milicias. Es también santuario de valor sentimental. Lauribe, la Macarena y el Pato --parte alta de San Vicente-- fueron los sitios de refugio para los campesinos desplazados por la violencia política de los años 50. Cientos de familias campesinas, muchas de ellas liberales, atravesaron la cordillera protegidas por autodefensas armadas, en lo que se llamó "las columnas de marcha", orientadas por el Partido Comunista. Con los años se convertirían en las FARC.

En la zona se albergan 102.000 colombianos que, por una u otra razón, han sido expulsados de todos los rincones del país. Son aventureros y andariegos que han rodado de sitio en sitio buscando dónde vivir. "Tengo 57 años --dice un campesino de San Vicente--, y nunca he conocido la paz". Y narra historias de las veces que ha logrado escapar de la acción paramilitar. La mayoría de esos campesinos se dedica a faenas de ganadería; otros siembran coca. Según cifras oficiales, en todo este territorio se siembran 10.000 hectáreas de coca y se producen 6768 kilos de pasta básica de coca, el 20 por ciento de la producción nacional. Los cocaleros aseguran que cambiarían su cultivo por otra actividad que les resultara rentable.

 

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