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Por Rodrigo Fresán ![]() Superada una primera edad dorada y luego de un período catastrófico donde parecía que ya nadie creía en el ratón, la marca Disney levantó cabeza y paró las orejas. Hoy, los estudios de cine y TV Disney junto con otros centenares de negocios, después de todo los ratones son una plaga facturan anualmente más de diez mil millones de dólares. La empresa Capital Cities/ABC adquirida en 1995 por la pandilla Disney y sus 23 canales de TV aportan 7100 millones más, en tanto que los parques de diversiones generan cinco millones y medio. La tendencia va en alza con la incorporación de un astillero, equipos profesionales de deportes y negocios virtuales en Internet. Nada mal para algo que comenzó en el Disney Brothers Cartoon Studio, pomposo nombre que pretendía redimir la realidad de una oficinucha alquilada por diez dólares. Cabe, hoy, teorizar hasta el cansancio de que algo astuto y bastante incomprensible hubo en el hecho de señalar a la figura saltarina de un roedor como la indicada para arrastrar a toda la humanidad tras la estela de su cola, invirtiendo lo que podría llamarse Ecuación de Hamelin: a Mickey lo siguen todos los flautistas. De poco sirvieron las acusaciones sesentistas que lo estigmatizaron como uno de los más eficaces agentes del Imperio, o a su creador como un dedicado colaborador del senador Joe McCarthy. Mickey supo tanto recibir un premio en el Festival de Cine de Moscú en 1935 como despertar el fanatismo de Goebbels. Otros seguidores fueron Arturo Toscanini, Theodor Adorno y Serguei Eisenstein. El verdadero misterio es cómo es posible que un personaje tan desagradable se haya instalado con semejante firmeza en el inconsciente colectivo de la humanidad (menos los franceses que boicotearon Euro Disney en nombre del galo Asterix). Mickey es obsecuente (sólo se permite un gesto transgresor a la altura del magistral segmento de El aprendiz de brujo en Fantasía), pulcro hasta lo perverso y ligeramente pusilánime. Minnie, su novia blanca, y Pluto (un perro cuya estupidez se entiende subliminalmente como mensaje que hipnotiza con un éste no puede ser el mejor amigo del hombre; el mejor amigo del hombre tiene que ser un ratón) completan una cosmogonía incómoda en su corrección política. Por eso fue inventado Donald, el pato/ángel caído. El que grita y es atormentado por su tío explotador, sus sobrinos díscolos, su novia histérica y los inefables Chicos Malos. Donald sufre, padece, gime, se desgarra. Mickey es Disney. Donald somos nosotros.
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