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Por Martín Pérez desde Mar del Plata Las especies de cinéfilos que pululan por cualquier festival son muy variadas, y Mar del Plata no es la excepción. Está, por ejemplo, la tribu de los consagrados, que veneran los nombres conocidos y corren detrás de sus estrenos. También están los condenados a la competencia oficial, que deben dejar pasar muchas joyas paralelas pero al menos pueden hablar con propiedad sobre el destino de los Ombú en disputa. Pululan, también, los que sanamente concurren cuando pueden y paladean cada bocado del film en cuestión, sea lo que sea. Son los que aplauden incondicionalmente la aparición del barco con el que abre el logo del Festival, una constante en cada función de la muestra. Y, por supuesto, también está la Nación Cult. A la que no le importan mucho los títulos de nobleza cinéfilos, ni la categoría en cuestión, pero que está atenta a cualquier título o personaje que se haya ganado un lugar en la cultura pop del fin de siglo. Todas las tribus no podían dar cuenta a sus oídos cuando anoche se informó aquí que Mercedes Sosa, otrora tan lejana al juliomaharbizmo, cantará el sábado por la noche en el cierre del Festival. Los cult que concurrieron a ver Ultima noche la película canadiense que sorprendió en la competencia oficial porque en ella actúa David Cronemberg. Los que atiborraron el fin de semana pasado las dos funciones de Acid House un flojo film escocés de episodios que apareció casi sin antecedentes previos en el Festival sólo porque está basado en un libro de Irvine Welsh, el autor de Trainspotting. Los que ayer no estaban desesperados por conseguir una entrada para Pi, la sensación del último festival Sundance, porque ya la habían visto en su primera pasada. Los que esperan con ansiedad la presentación de ¿Sabés Nadar?, la película de Diego Kaplan (director de videoclips, y de la comentada serie televisiva ¿Son o se hacen?), al tiempo que se pasan el dato de que no se exhibirá mañana como estaba anunciado porque aún no está terminada. Esa Nación Cult que, vale la pena aclararlo antes que alguien se ofenda, como toda generalización es utilizada como licencia poética, ya que todo cinéfilo en Mar del Plata tiene algo de cada tribu hoy siente que está en su día. Porque hoy, miércoles, en Mar del Plata es el día Torrente. Torrente es un policía madrileño solitario, fascista, racista, alcohólico, hincha del Atletic y decididamente asqueroso y mal educado. Torrente es el personaje que encarna el humorista Santiago Segura el rocker gordo y pelilargo de El día de la bestia, de Alex de la Iglesia en su primer largometraje como guionista y director. Torrente es el film que, en España, desbancó a Titanic del número uno del ranking de películas más vistas. Torrente, el brazo tonto de la ley es el título del que más se ha hablado en Mar del Plata desde que la película apareció casi de la nada (no figura en el catálogo oficial y llegó a La Feliz sólo porque alguien la encontró en el depósito del Instituto y decidió llevarla unos días a la playa) para recalar extrañamente en la paralela Pantalla Iberoamericana y no en De España con Humor, como hubiera resultado más propio el domingo por la mañana. A tal punto se multiplicaron los comentarios que a la función anunciada para el sábado próximo (a las 11 en el Cinema 1) se le agregó una esperada exhibición para esta tarde (a las 16, en el mismo cine). Un regalo del cielo para la Nación Cult. Y también para todo el que quiera presenciar un espectáculo único, hilarante y ofensivo a más no poder, una suerte de aleph de todas las incorrecciones políticas (y sociales y humanas) habidas y por haber, y en la que aparecen haciendo cameos personajes del cine español como Trueba, Bardem, Jorge Sanz y muchos más. Antes de hacer Torrente estudié concienzudamente el cine estadounidense que triunfa en taquilla, y me he dado cuenta que no podemos competir con ellas en los millones invertidos en efectos especiales, en su brillantez formal o su espectacular acabado visual, declaró Segura en su momento. Pero en cambio su contenido es una tontería, y los guiones son estúpidos, y ahí sí podemos batirlos, barrerlos por completo. Creo que el guión de Torrente supera claramente en estupidez al de cualquier película estadounidense. La opera prima de Segura cuenta el día a día de un policía harapiento, que manda a mendigar al padre, hurga su boca con un escarbadientes y luego lo guarda en el portapalillos, sueña que lo ataca una pandilla de negros y que logra evadirlos lanzándoles unos trozos de carne. Que ve a un hombre tajeándole la cara a una muchacha en medio de su ronda nocturna y ni se inmuta, sólo suspira: Ah, el amor.... El personaje de Torrente no está basado en nada especial, es una mezcla de varias actitudes, dijo Segura de su impresentable, que tuvo tanto éxito en España que tuvo su libro y su comic. Pero Torrentes hay a patadas. La realidad supera a la ficción. Mi película es casi neorrealista. La primera parte de la película es costumbrista. Y luego viene la acción. Con una concepción acabada del producto que está filmando y el agregado de una banda de sonido en la que no faltan firmas como la de Kiko Veneno, Segura construyó un film desagradable y brillante a la vez. Indefendible, anticlerical y casi antihumano, y por supuesto descostillante. Dado el tono subido de alguno de sus gags sorprendió en la exhibición del domingo pasado que (en un cine repleto para ver una película sin ningún anuncio) nadie se levantase indignado por lo que veía o escuchaba. Es más: sobre el final del film hubo ovaciones en las escenas decisivas, y un aplauso cerrado al terminar la proyección. Lo que quiere decir que todos sabían lo que iban a ver. Y también sirve como prueba de que su por momentos asqueroso humor está muy bien manejado, algo que apreciarán los que concurran esta tarde a ver a Torrente en acción. La mejor prueba de que Segura sabe lo que quiere: Siempre me ha gustado el cine de humor puro y duro, humor cabrón, de mala leche. Y la verdad que sólo puedo hacer parodillas que hagan reír.
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