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UN FALSO NEUROLOGO CONDENADO A ESTUDIAR MEDICINA
Candidato al mejor promedio

Un tribunal sentenció a dos años y medio a un médico trucho. Y lo obligó a cursar  la carrera. Había ejercido casi 20 años.

Guillermo Assaneo llegó a ser jefe en el Hospital Rivadavia.
Tenía buena reputación, pero en la facultad ni siquiera se anotó.

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Por Pedro Lipcovich

t.gif (67 bytes) “¡Dejate de jorobar y andá a la Facultad!”: esto que nadie supo decirle en su momento a Guillermo Assaneo, o que él no supo escuchar, es en esencia lo que le indicaron los jueces del tribunal que ayer, además de condenarlo a 2 años y 6 meses de prisión en suspenso por “estafa en concurso ideal con ejercicio ilegal de la medicina”, le ordenó “estudiar la carrera de medicina”. También deberá cumplir servicios comunitarios como enfermero. Durante casi veinte años, hasta 1995, Assaneo ejerció como neurólogo, publicó investigaciones y logró notable prestigio entre los profesionales de la carrera que ahora deberá estudiar. El fallo no fue unánime, ya que una jueza se pronunció por darle cuatro años de cárcel, de cumplimiento efectivo. Por su parte, el fiscal había pedido sólo 10 meses de prisión en suspenso, sin adherir a la acusación de estafa, que fue promovida por un querellante particular.
Ya en 1988, a raíz de una denuncia anónima, Assaneo había renunciado a su cargo de neurólogo en el Hospital Rivadavia, pero continuó ejerciendo privadamente hasta que, en 1995, la denuncia de una paciente lo llevó a este juicio, en que, además del fiscal acusador, había un querellante particular, la familia de María Celia Pace de Bigatti, fallecida en mayo pasado en el Hospital Británico. La mujer había sido atendida desde 1984 por Assaneo, quien había diagnosticado una esclerosis múltiple, enfermedad progresiva e incurable. En el Británico no confirmaron ese diagnóstico y, cuando se reveló que Assaneo no es médico, los Bigatti, patrocinados por la abogada Carolina Ross, lo acusaron de estafa.
El fiscal José Gabriel Chakass acusó a Assaneo por ejercicio ilegal de la medicina y usurpación de título profesional, por lo cual solicitó 10 meses de prisión, pero desestimó la acusación por estafa porque, “según los peritajes, Assaneo hizo indicaciones adecuadas y, aun cuando se hubiera equivocado, no se da en este caso el ardid, el dolo necesario para configurar la estafa”. Según observó también Chakass, los neurólogos que trabajaron con Assaneo dieron testimonios como: “Escribió tres capítulos brillantes en una obra sobre neurología”; “Puse en sus manos a mi propio padre y no me defraudó”; “Jamás se equivocó”.
Durante los alegatos del fiscal y la querella, el acusado –delgado, traje cruzado gris y corbata oscura, bigotazo rubio y rapada la cabeza– se mostró muy sereno. Cuando tocó el turno a su propio abogado, Assaneo ya no parecía tan confiado. Es cierto que el doctor Ricardo Solomonoff no empezó bien: quiso negar que la querella tuviese capacidad para accionar por sí misma, pero el presidente del tribunal lo interrumpió: “Esa jurisprudencia ha cambiado”. El abogado aceptó el cargo por ejercicio ilegal de la medicina pero pidió sólo dos meses de prisión, y negó los cargos de estafa: “El diagnóstico de mi defendido fue que la enfermedad de la señora de Bigatti no tenía cura, lo cual no se compadece con la actitud de quien, queriendo lucrar, ofreciera curas que no existen”.
Assaneo seguía el alegato con los hombros encorvados. Cuando su abogado recordó que el profesor Rodolfo Ferrero –quien fue su jefe en el Hospital Rivadavia– testimonió que “de haber sabido que no era médico lo hubiera compelido a recibirse”, el acusado se llevó una mano a los ojos.
La abogada de los Bigatti, Carolina Ross, alegó: “Sí que hubo ardid o engaño, toda vez que la atendió haciéndose pasar por médico. Es cierto que la estafa requiere un daño patrimonial: la familia lo sufrió al pagar por servicios creyendo que provenían de una persona adecuada para prestarlos”.
Luego, el presidente del tribunal invitó a hablar al acusado: “Estoy profundamente arrepentido –dijo Assaneo–. Dios y yo sabemos lo que sufrí estos años. Pero no quise estafar a nadie, y siempre viví modestamente”.
La sentencia –cuyos fundamentos se conocerán el próximo 25– obliga a Assaneo, no a recibirse, por supuesto, pero sí a estudiar medicina mientras dure la condena en suspenso. Los servicios comunitarios en enfermería los cumplirá en el Hospital de San Fernando, donde reside, 16 horas por mes. Suscribieron el fallo los jueces Carlos Mariano Chediek y Alfredo Oliván; la tercera integrante del Tribunal Oral Nº 28, Patricia Kusmanich, votó en disidencia, pidiendo cuatro años de prisión de cumplimiento efectivo. Assaneo –que con sus 50 años escuchó el veredicto sentado derechito y con cara de alumno atrapado en falta– deberá también pagar las costas del juicio.

 

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