Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


El Inquisidor no se rinde y pide la destitución del Pecador Nº 1

El proceso de destitución contra Bill Clinton empezó ayer en el Congreso con la declaración del fiscal Kenneth Starr. El procedimiento no tiene futuro político, y la sesión fue tan dramática como irreal.

Kenneth Starr testifica ante el Comité Judicial de la Cámara de Representantes.
Lo acusan de ser “un policía sexual gastando millones de dólares contra un esposo infiel”.

na20fo01.jpg (7183 bytes)

t.gif (67 bytes)  El proceso judicial que ya parece que no va a terminar en la destitución (“impeachment”) del presidente Bill Clinton dio finalmente comienzo ayer con la declaración del fiscal independiente Kenneth Starr a la Comisión Judicial del Congreso. La sesión alternó entre el drama y el absurdo, con los miembros demócratas de la comisión acusando a la mayoría republicana de “intentar revivir un proceso que se muere” en tanto que se proferían insultos entre el panel de la comisión. Su líder republicano, Henry Hyde, y algunos de sus subordinados plantearon no obstante ampliar el proceso más allá del escándalo Lewinsky. Esto implicaría la prolongación del juicio que todos parecían considerar (y desear) que estaría terminado desde el revés republicano en las elecciones legislativas del 3 de noviembre.
Todos salvo Kenneth Starr, por supuesto, quien tuvo ayer su momento de gloria personal cuando pudo finalmente dar su declaración contra el presidente Clinton (que fue televisada) a la Comisión Judicial del Congreso. Allí, Starr defendió sus motivos para proseguir en lo que comenzó en 1994 como una investigación a un oscuro negocio de bienes raíces cuando Clinton era gobernador de Arkansas –el caso Whitewater– y que culminó en un informe detallado sobre un affaire extramatrimonial del presidente con la pasante Monica Lewinsky. Con “un patrón de engaño” fue como Starr conectó estos elementos dispares, agregando que durante toda su investigación él y su oficina fueron víctimas de una operación “de alto nivel” de obstrucción desde la Casa Blanca. Starr concluyó que aunque no tenía pruebas más allá de las mentiras presidenciales ante el Gran Jurado y el público americano, éstas constituyen bases suficientes para destituirlo. “Pudo escoger entre la verdad o el engaño, y optó por el engaño”, sentenció terminantemente.
Desde el costado demócrata se condenó violentamente todo el procedimiento, cuyo manejo por los republicanos se criticó como “injusto”. Los miembros demócratas de la Comisión Judicial criticaron especialmente a Hyde por darle a Starr dos horas para recitar las mismas acusaciones que ya hizo públicas en libros, casetes, y videos. Hyde, asimismo, provocó la furia e insultos de los demócratas cuando le concedió sólo media hora al abogado de Clinton para interrogar al fiscal, acto que el demócrata William Delahunt calificó como un “grave perjuicio”. El representante John Coyners, principal miembro demócrata de la Comisión, fue más lejos y condenó íntegramente al proceso en general como contrario a los ideales estadounidenses (“en este país no se acepta que se investigue la vida sexual de una persona”) y al fiscal independiente en particular como “un policía sexual gastando millones de dólares para intentar atrapar a un esposo infiel”. Durante la declaración misma, un legislador demócrata no pudo soportar en calma la lectura y se retiró abruptamente de la Cámara, para permanecer por 45 minutos “en el gimnasio”.
Los republicanos parecieron impasibles a los disturbios, y dieron signos de querer llevar aún más allá el monstruo legal que les legó el (ahora) ex titular de la Cámara de Representantes Newt Gingrich. Aunque en el ambiente de derrota electoral del 3 de noviembre, Hyde anunció que reduciría la larga lista de testigos que los republicanos planeaban llamar a sólo dos –Starr y un abogado de Clinton–, ayer se reflotó entre los republicanos la idea de llamar a más testigos y de ampliar la investigación para que cubra los otros supuestos delitos presidenciales que investigó el infatigable Starr. Asimismo, Hyde declaró que querría que el proceso termine en diciembre, pero que podría prolongarse ya que “no se ha recibido ayuda alguna de la Casa Blanca”. Con esto Hyde hacía referencia a un cuestionario de módicas 81 preguntas sobre el caso, el cual todavía no ha sido respondido por el Ejecutivo.
Un Ejecutivo que ni siquiera en Japón parece poder librarse del affaire con Lewinsky. Ayer Bill Clinton asistió a un programa televisivo japonés donde entre las preguntas sobre la política económica norteamericananipona, alguien quiso saber si pensaba que su hija y esposa lo perdonaron. “Creo que sí”, respondió.

 

PRINCIPAL