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![]() Todos salvo Kenneth Starr, por supuesto, quien tuvo ayer su momento de gloria personal cuando pudo finalmente dar su declaración contra el presidente Clinton (que fue televisada) a la Comisión Judicial del Congreso. Allí, Starr defendió sus motivos para proseguir en lo que comenzó en 1994 como una investigación a un oscuro negocio de bienes raíces cuando Clinton era gobernador de Arkansas el caso Whitewater y que culminó en un informe detallado sobre un affaire extramatrimonial del presidente con la pasante Monica Lewinsky. Con un patrón de engaño fue como Starr conectó estos elementos dispares, agregando que durante toda su investigación él y su oficina fueron víctimas de una operación de alto nivel de obstrucción desde la Casa Blanca. Starr concluyó que aunque no tenía pruebas más allá de las mentiras presidenciales ante el Gran Jurado y el público americano, éstas constituyen bases suficientes para destituirlo. Pudo escoger entre la verdad o el engaño, y optó por el engaño, sentenció terminantemente. Desde el costado demócrata se condenó violentamente todo el procedimiento, cuyo manejo por los republicanos se criticó como injusto. Los miembros demócratas de la Comisión Judicial criticaron especialmente a Hyde por darle a Starr dos horas para recitar las mismas acusaciones que ya hizo públicas en libros, casetes, y videos. Hyde, asimismo, provocó la furia e insultos de los demócratas cuando le concedió sólo media hora al abogado de Clinton para interrogar al fiscal, acto que el demócrata William Delahunt calificó como un grave perjuicio. El representante John Coyners, principal miembro demócrata de la Comisión, fue más lejos y condenó íntegramente al proceso en general como contrario a los ideales estadounidenses (en este país no se acepta que se investigue la vida sexual de una persona) y al fiscal independiente en particular como un policía sexual gastando millones de dólares para intentar atrapar a un esposo infiel. Durante la declaración misma, un legislador demócrata no pudo soportar en calma la lectura y se retiró abruptamente de la Cámara, para permanecer por 45 minutos en el gimnasio. Los republicanos parecieron impasibles a los disturbios, y dieron signos de querer llevar aún más allá el monstruo legal que les legó el (ahora) ex titular de la Cámara de Representantes Newt Gingrich. Aunque en el ambiente de derrota electoral del 3 de noviembre, Hyde anunció que reduciría la larga lista de testigos que los republicanos planeaban llamar a sólo dos Starr y un abogado de Clinton, ayer se reflotó entre los republicanos la idea de llamar a más testigos y de ampliar la investigación para que cubra los otros supuestos delitos presidenciales que investigó el infatigable Starr. Asimismo, Hyde declaró que querría que el proceso termine en diciembre, pero que podría prolongarse ya que no se ha recibido ayuda alguna de la Casa Blanca. Con esto Hyde hacía referencia a un cuestionario de módicas 81 preguntas sobre el caso, el cual todavía no ha sido respondido por el Ejecutivo. Un Ejecutivo que ni siquiera en Japón parece poder librarse del affaire con Lewinsky. Ayer Bill Clinton asistió a un programa televisivo japonés donde entre las preguntas sobre la política económica norteamericananipona, alguien quiso saber si pensaba que su hija y esposa lo perdonaron. Creo que sí, respondió.
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