Panorama Politico
Espejito, espejito
Por J. M. Pasquini Durán |
Después de la visita presidencial
a Gran Bretaña el Gobierno se miraba arrobado en los espejos de su obra, como la
madrastra de Cenicienta. Hasta que la economía lo aterrizó en la dura realidad nacional.
El ministro Fernández, y sus voceros, se encargaron de mostrar la cara sombría de la
luna oficial, con malas noticias sobre desempleo, impuestos y financiamiento educativo. El
desempleo aumentó, aunque los porcentajes actualizados sean casi iguales, porque son
menos los que salen a buscar trabajo, ya sea porque están desalentados por la inutilidad
de la búsqueda o porque no tienen plata para pagar el costo diario de esa empresa vana.
El pronóstico es peor aún, si se confirma la recesión que ya despunta a la simple vista
de todos.
El cuadro recesivo se hizo más evidente cuando el Gobierno salió a pedir el pago
anticipado del impuesto sobre las Ganancias. Las cuentas de Fernández no cierran, porque
bajó la recaudación impositiva, pero también porque en su momento dibujó
el presupuesto anual con dos propósitos: para beneficio de la re-reelección y para
acomodarse a las teorías del Fondo Monetario Internacional (FMI). Una economía apoyada
en el crédito externo se atora ante cualquier cuello de botella. Eso lo sabía hasta
Mariano Moreno cuando escribió la Representación de los hacendados en 1810:
Todas las naciones en los apuros de sus rentas, han probado el arbitrio de los
empréstitos, y todas han conocido a su propia costa que es un recurso miserable, con el
que se consuman los males que se intentaban remediar.
En nombre de la misma caja vaciada por las imprevisiones, Fernández ratificó la
decisión de vetar la Ley de Financiamiento Docente, que fue aprobada dos veces por el
Congreso nacional, con el voto incluso de la bancada de gobierno. Más aún: pretende
someter a la sociedad a un chantaje extorsivo. Si acepta la ley, dejará de atender el
pago de jubilados, profesores universitarios, programas de salud y desarrollo social,
según explicó ayer a este diario Rogelio Frigerio Junior, secretario de Programación
Económica y Regional. Seiscientos días de ayuno docente en la Carpa Blanca siguen sin
conmover las cuentas tecnocráticas de los fundamentalistas de mercado. En realidad,
mercado es mucho decir para lo que hay en Argentina. Monopolios con clientelas cautivas,
subsidio público directo o encubierto, tarifas libres, mínimo costo laboral y un
ejército de desocupados, son la esperpéntica imagen del capitalismo salvaje. Aquí
debería hablarse de reconstruir el mercado, y no de defender el patronato oligárquico
existente.
Basta comparar con los países líderes del capitalismo. Oskar Lafontaine, presidente de
la socialdemocracia alemana y ministro de Finanzas del gobierno Schröeder, acaba de
presentar un proyecto de pacto europeo contra el desempleo. En trazos gruesos, propone
bajar las cargas impositivas sobre los salarios pagados, aunque para evitar el déficit
fiscal superior al tres por ciento del producto bruto impone eco-tasas a las
empresas que perjudican el medio ambiente y cancela los privilegios fiscales del capital.
Con eso mantiene los ingresos legítimos del Estado, que los devolverá en obras públicas
con nuevos empleos.
En síntesis, una redistribución de los ingresos a favor del trabajo, de la producción y
del consumo, sin dumping sociales ni sacrificios de las conquistas sindicales.
Ninguna persona seria podría afirmar, hoy en día, que los once países europeos
gobernados por la socialdemocracia, que se han propuesto combatir el desempleo, pretenden
destruir la estabilidad económica que les permitirá tener una moneda única a partir de
enero próximo. La diferencia es que allá la estabilidad no es un dogma en sí misma,
sino un instrumento para apuntalar nuevas prosperidades. Tony Blair acaba de
confesar, en el tradicional banquete anual de la city londinense, que la
estabilidad económica es sexy y que lo excita tanto que por eso se dedica a ella de la
mañana a la noche. Allá es un chiste, aquí la economía deprime. Hay que ser evasor o
privilegiado para sentir algún estímulo con los anuncios oficiales.
Me parece -.declaró el miércoles en Buenos Aires el historiador Eric
Hobsbawm que se ha redescubierto la necesidad de la acción política para controlar
la economía mundial. En la Representación..., Moreno lo decía de este
modo: La política es la medicina del Estado. Aquí no hay remedio, por
novedoso o tradicional que sea, porque lo único que se le ocurre a la imaginación
oficial es apretar siempre los mismos genitales. Es lo más cerca que llegan de las
alegres excitaciones de Blair, que tiene la inflación controlada, la inversión pública
fabricando empleos y las tasas de interés más bajas de los últimos treinta años.
Para ser equilibrados en la crítica, habría que anotar, además de las económicas, las
groserías del ala política. Los abusos reiterados en la designación de senadores, al
margen de otra norma que no sea la pura voluntad unipersonal del Poder Ejecutivo, sólo
podrían ser corregidos con la convocatoria anticipada a elecciones directas de sus
miembros. No se entiende de qué modo podría gobernar una administración honesta que
requiera la aprobación de leyes de ese aguantadero, para usar el calificativo
que le dedican los opositores, donde conviven desde Massaccesi y Angeloz hasta Rodríguez
Saa y Juárez, pasando por los ignotos de Chaco y Corrientes.
Aún hoy, está viva la ambición del tercer mandato, porque siguen apareciendo afiches
callejeros con esa publicidad. El último lo muestra al Presidente con un niño en brazos
y una leyenda: La ternura de un hombre. Merece haber sido concebido por María
Julia Alsogaray, que nunca dejó de tener el apoyo presidencial, ni siquiera ante
denuncias concretas de enriquecimiento ilícito. A diferencia de otros casos, el
presidente Menem ya ni siquiera espera el fallo de la investigación judicial para cubrir
a la imputada con el manto de la protección, a lo mejor porque no confía ni en sus
propios jueces. ¿Qué dirá el Presidente, isabelino de la primera hora, de
su indultado Emilio Massera, que para zafar de la prisión que se merece asegura que el
terrorismo de Estado comenzó con el gobierno de Isabel Perón?
Como una muestra de la ética oficial, el director de la oficina que la custodia, Luis
Ferreyra, salió a defender el derecho de María Julia a cobrar honorarios por gestiones
privadas, invocando la Ley de la Función Pública dictada por la última dictadura que
autoriza el doble empleo para todos los cargos de subsecretario para arriba, una
auténtica ley del perejil que nunca fue derogada ni corregida en quince años
de legislatura democrática. Otra vez la comparación: al comienzo de su mandato Bill
Clinton hizo firmar a sus colaboradores un compromiso escrito por el cual no podían
actuar en nombre de empresas particulares que tuvieran negocios con el Estado
norteamericano hasta después de cinco años de abandonar el cargo. Será por eso que sus
embajadores jubilados se quedan en estas pampas, ya que aquí todo se puede con influencia
o plata. Las diferencias subrayadas, que no son las únicas, marcan la distancia que hay
entre el capitalismo y la estancia semifeudal.
Usando una imagen prestada, si la corrupción fuera un tren tendría tres vagones. En el
primero viajan los organizadores del clientelismo electoral, traficantes de influencia que
acomodan a los amigos y parientes y cambian favores por votos. Los profesionales de la
corrupción viajan en el segundo, señoras y señores elegantes que departen con buenos
modales mientras esperan el depósito bancario de sus comisiones, en tanto el último
vagón, con luces más tenues y voces susurradas, transporta a los que tratan operaciones
clandestinas con las mafias organizadas. Cualquieraque revise desde el
Swifgate hasta el contrabando de armas, todo el catálogo de negocios
ilícitos de la última década, tendrá que recorrer el tren de los millonarios
increíbles.
Para terminar con este estado de cosas, hace falta una revolución cultural y unas cuantas
decisiones prácticas que terminen con la espesa trama de procedimientos y trámites que
hacen indispensable la coima para conseguir cualquier cosa. El Estado tendrá que proteger
contra las represalias de esas asociaciones ilícitas que saquean los fondos públicos a
los empresarios y ciudadanos que se nieguen a pagar sobornos. Si no lo hace así, será un
Estado ineficaz. No podrá acabar, por ejemplo, con la generalizada evasión impositiva
sin una moral pública diferente. Algunos evasores son forzados por insuficiencias
económicas, es cierto, pero todos se justifican, grandes o pequeños, en la inmoralidad
del manejo de las cuentas públicas, que van a parar por miles de millones de dólares al
desagüadero de los corruptos. El Estado democrático, hoy en día, no tiene mejor destino
que la solidaridad social, y la corrupción es justamente la negación de ese sentido.
Hará falta mucha decisión y audacia. Tanta como la que en sus respectivos momentos
tuvieron Alfonsín para ordenar la Conadep y el Juicio a las Juntas, y Menem para
reorganizar la economía en los términos del pensamiento conservador que gobernó el
mundo durante el último cuarto de siglo. Para reunir esa fuerza, el futuro gobierno
deberá disponer del mismo apoyo aluvional que tuvieron sus predecesores al iniciar los
respectivos mandatos. Por lo pronto, tiene a su favor, como bien dijo Hobsbawm, que en el
mundo se está acabando la utopía del capitalismo sin problemas, del
fundamentalismo neoliberal.
Por supuesto, cualquier versión diet de la transformación será inútil, porque no
corregirá nada a fondo, no dispondrá de los recursos para atender las demandas populares
casi todas justas, legítimas y urgentes ni resolverá ninguna de las
contradicciones que heredará del capitalismo salvaje. No es tiempo de revoluciones,
claro, pero tampoco hay lugar para demasiada moderación en una situación tan inmoderada.
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