Un premio con acento iraní
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Por Martín Pérez Desde Mar del Plata
En comparación con los Ombúes de Oro anteriores --a las discutibles El perro del hortelano y La lección de tango--, hay que reconocer que esta vez ganó en Mar del Plata una buena película, decididamente entre las mejores que se vieron en competencia. Poco importa, en ese caso, el detalle de que el director premiado sea un habitual colaborador --e incluso un reconocido discípulo-- de Kiarostami, como lo reconoció ante Página/12. "Soy responsable de la dirección de fotografía en su último film, Ceremonia espacial, y cualquier comparación con su trabajo me enorgullece", dijo Kalari poco después de enterarse de la noticia. Por otra parte, en el caso de los directores, nadie se atrevería a decir que el premio ganado por los Taviani no estuvo bien otorgado. Si el jurado en este caso peca de algo es de obvio, de haber elegido casi rutinariamente uno de los apellidos prestigiosos en vez de buscar la gema en el barro como lo hizo, por ejemplo, el jurado de la OCIC. Sus premios recayeron en dos films de los que se habló poco, como el fresco de la Camboya urbana de posguerra retratado en la melodramática Una noche después de la guerra, o la maestría de la canadiense Ultima noche, injustamente olvidada a la hora de los premios oficiales. Y si lo que se buscan son los habituales bochornos marplatenses, el jurado oficial también cumplió con esa tradición. Ayer se decía en este diario que no habría que sorprenderse si se colaban entre los premios películas impresentables como La cara del ángel o Amor y Cía., y finalmente fue así. No hay entonces lugar para la sorpresa. Sobre el premio de Amor y Cía. apenas se puede dejar dicho que hasta un film menor (y fallido) dentro de la filmografía de Ripstein como lo es El Evangelio de las Maravillas se encuentra a años luz del mediocre trabajo del brasilero Helvecio Ratton, inexplicablemente triunfador en el rubro de mejor película latinoamericana. Y otro inexplicable es el premio al mejor guión para un film sumamente deshilvanado, confuso y muy explicado como La cara del ángel, de Pablo Torre. Los que felizmente no se fueron con las manos vacías fueron los chicos de Mala época, un film resistido por el programador del festival, Nicolás Sarquís, por su tono antimenemista. Boicoteados por la organización, los egresados de la FUC lograron dos premios: una mención del jurado oficial y el de mejor film latinoamericano según el jurado de la FIPRESCI.
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