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DE COMO BARRIONUEVO LE PIDIO A DUHALDE LA CABEZA DE GALLINA
La ley del gallinero

El presidente de Chacarita no soportó las críticas del ex comisario. El gobernador valoró los votos que llegan con “Luisito”.

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Eduardo Duhalde, gobernador Luis Barrionuevo, duhaldista Mario Gallina, ex comisario caido en desgracia

Por Gustavo Veiga

t.gif (67 bytes) El ex comisario tomó una pastilla de Lexotanil y se metió en la cama. Estaba aturdido. No entendía cómo había sido posible su destitución. Apenas recordaba una frase tranquilizadora de Julio Grondona que lo sumía en la confusión una y otra vez: “Nadie te va tocar...”. Como una cinta sinfín, las cuatro palabras del presidente de la AFA repiqueteaban en su cabeza. No podía concebir, entonces, la determinación del gobernador. Le había pedido la renuncia a un cargo que ejercía desde el 29 de diciembre de 1993. Mario Gallina, director de Seguridad Deportiva Bonaerense, nunca fue apercibido por Eduardo Duhalde, ni por el ministro de Gobierno José María Díaz Bancalari, ni por su superior inmediato, el mayor (R) Víctor Sergio Groupierre. Nada debía temer, pero...
¿Qué había ocurrido? Durante la semana del 9 al 15 el sindicalista gastronómico Luis Barrionuevo visitó la gobernación en La Plata. Durante un encuentro con Duhalde le formuló un increíble pedido: “Quiero la cabeza de Gallina”, habría dicho el presidente de Chacarita, según coinciden varias de las fuentes consultadas por Líbero. Todavía restaba que sucediera lo más insólito. El gobernador aceptó la solicitud del dirigente ultramenemista devenido ahora en duhaldista. ¿Por qué y para qué? Las razones son tan obvias como políticas.
Los potenciales votos que el gremialista está en condiciones de aportar en la interna justicialista resultaron vitales. Y colocaron en flagrante contradicción al gobernador. ¿Acaso su declamada preocupación por la seguridad en el territorio bonaerense no incluye la violencia en el fútbol? Su acto de gobierno induce a pensar que no.
“Yo jamás clausuré la cancha de Chacarita”, se dijo Gallina. Intentó buscar otras respuestas, pero no las halló. Sí se persuadió de que era un estorbo para los intereses de la televisión. Aunque no creyó que Barrionuevo llegaría tan lejos. El ex comisario, en menos de lo que dura una exhalación, adivinó las siluetas de un ex árbitro y un juez girando a su alrededor.
“El monstruo que me volteó a mí y a Castrilli puede terminar también con Perrotta”, razonó cuando recién comenzaba a despojarse de los efectos del Lexotanil y atendía a Líbero. El sheriff ya no dirige, él no controla más algunos peligrosos estadios del conurbano y el magistrado está agotado por una causa que le provoca continuas tribulaciones.
Pese a todo, el ahora ex funcionario no se da por vencido. Todavía no ha sido notificado oficialmente de su forzado alejamiento y por el momento goza de una breve licencia. Además, quedó gratificado por la posición que adoptó la prensa –con matices, su desempeño gozaba de respaldo– y cuando computa todos estos elementos piensa que quizá cambie su suerte.
Gallina no ignora que en la columna del debe están las declaraciones formuladas por Duhalde la noche del último miércoles. “Cumplió una importante misión, pero es hora de hacer cambios...”, afirmó durante una cena por los festejos de un nuevo aniversario platense. Y, como se argumenta en el entorno del gobernador, “el Negro no es de los que dan un paso atrás”.
Al ex oficial de policía lo aguardan varios destinos posibles. Quedaría a resguardo en su puesto como responsable de la seguridad en los Torneos Juveniles Bonaerenses, cuyas finales se disputarán en Mar del Plata el domingo próximo. O tal vez acepte una propuesta verbal que le hizo llegar Miguel Angel Toma, el secretario de Seguridad Interior, para que sea su asesor. De todos modos, la situación de Gallina era más que precaria. Jaqueado por políticos como Barrionuevo y con una pequeña infraestructura disponible para efectuar sus operativos en las canchas –cuatro empleados y dos computadoras–, su situación ya era delicada. “Acá le pagan una miseria...”, confió uno de sus laderos.

Lo que viene

Vaya paradoja la del ex comisario y árbitro retirado de primera división. Su último acto administrativo fue firmar la habilitación del estadio de Chacarita, que le permitió a este equipo jugar contra Arsenal ayer por la mañana en San Martín. Sin embargo, Gallina no había ponderado las consecuencias que generaría el envío de un informe que le hizo al Tribunal de Disciplina de la AFA la semana anterior. Su escrito contenía declaraciones altisonantes de Barrionuevo en su contra. Y perseguía que el organismo juzgara al gastronómico por hablar de más. Esa solicitud condicionó su futuro laboral.
Al mismo tiempo que el funcionario empezaba a quedar en la picota, surgieron los nombres de los candidatos a reemplazarlo. El polifuncional Guillermo Marconi quedó en la primera línea, acaso impulsado por el propio Barrionuevo, quien ya lo había colocado en un puesto clave del Ministerio de Trabajo durante la gestión de otro sindicalista de posición desahogada, el plástico Jorge Triaca. Su difundida postulación, por ahora, se desvaneció como una bocanada de humo.
En el peronismo que se ocupa de aspectos relativos a la política deportiva circuló el nombre de Aníbal Domingo Fernández como un eventual sucesor. La versión suena un tanto descabellada. Este ex intendente de Quilmes y actual secretario general del club homónimo tiene un importante cargo en el Ministerio de Gobierno bonaerense. Dos altos dirigentes de esta institución futbolística desestimaron el rumor. Se basaron en un razonamiento lógico: la incompatibilidad de funciones que implicaría ser directivo y funcionario de seguridad en forma simultánea.
El desplazamiento de Gallina podría tener otra lectura. No se descarta que Duhalde le dé una entidad mayor a la dirección que ocupaba el ex comisario. Y que haya pergeñado una estrategia aún no difundida. Mientras tanto, Barrionuevo es temido y resistido en voz baja por sus pares del fútbol, que perciben en su estilo para manejarse los vicios más añejos de la política. Esta vez se salió con la suya, el gobernador privilegió su interna partidaria y el ex comisario tuvo que tomar sedantes para calmar su ansiedad.

 

Noli, el interino

Rubén Noli egresó de la ex Escuela Superior de Periodismo de La Plata -hoy facultad– en 1983. Tuvo que cumplir con el servicio militar obligatorio y no pudo concluir la tesis de su licenciatura. Por entonces, ya revistaba en la Policía Bonaerense, en la que aspira a un ascenso antes de que concluya 1998. El próximo escalón en su carrera es el de oficial principal. Además de estar activo en el organismo de seguridad y de haber ejercido la docencia, a los 35 años Noli cree que aún tiene mucho para dar en el arbitraje. Es juez de divisiones inferiores en la AFA y línea en los torneos de Primera “B” Nacional y Primera “B” Metropolitana.
Este ex colaborador de Mario Gallina quedó transitoriamente a cargo de la Dirección de Seguridad Deportiva que manejaba el ex comisario. El 20 de noviembre de 1995 pasó en comisión de la Policía al ente que depende de un militar retirado, Víctor Sergio Groupierre. Y allí trabajó hasta hoy junto a quien reivindica como un funcionario que “no se casaba con nadie”.
A Noli le tocó debutar en el puesto este fin de semana. La responsabilidad que le dieron tiene carácter provisorio, aunque –si se prolonga de manera indefinida la sucesión de Gallina– podría convertirlo en un periodista muy peculiar. El primero que supervisa las inspecciones en las canchas de nuestro fútbol a lo largo del territorio más extenso del país. Una función que, cumplida con celo, suele causarles traumas a los dirigentes.

 

“Todo se hace muy brumoso...”

Casi todas las señales que le enviaron los directivos del fútbol al juez Víctor Perrotta lo colocaron en una situación incómoda. Lo que acaso no esperaba era que un dirigente político como Eduardo Duhalde tomara una decisión conflictiva en relación con el tema de la seguridad en el fútbol. “Es una muy mala señal”, le dijo el magistrado a Líbero la semana última. Y de inmediato trazó un paralelo entre su pasado como autoridad judicial y este presente impregnado de olor a pólvora.
“Uno llega a la conclusión de que no tiene garantizada la vida. No le veo sentido a ser mártir. Ya vimos lo que ocurrió con los mártires en las décadas que dejamos atrás”, expresó el juez con tono de sentencia. A Perrotta no le cayó bien la renuncia que le solicitaron a Mario Gallina y, al menos por esta vez, coincidió con algunos representantes de los clubes. No fue el único que se mostró disconforme con la medida del gobernador bonaerense; desde Miguel Angel Toma hasta los integrantes del Comité de Seguridad Deportiva que encabezan Juan Carlos Blanco y Carlos De los Santos difundieron su oposición al desplazamiento del ex comisario.
Perrotta disertó el miércoles 18 en un seminario organizado por la Policía Federal relativo a la seguridad en las instalaciones deportivas. Describió que en su causa “todo se hace brumoso porque hay muchos intereses económicos en juego”. Similares intereses, pero políticos, derrumbaron al ex comisario cuya cabeza fue pedida desde las entrañas del poder.


El Sheriff sigue sacando tarjetas

bu08fo05.gif (55905 bytes)Evaporados los ecos de sus denuncias públicas contra la conducción del fútbol argentino, Javier Castrilli, pese a ello, no cede en su cruzada. El ex árbitro no vive una situación floreciente. Aún continúa rechazando propuestas que le acercan distintos políticos y se reprocha en la intimidad un acto que sus amigos definen como “ingenuidad”. Un ex juez como él le confió a Líbero que “creyó a ciegas en sus compañeros y se equivocó. Ahora quedó en una posición delicada, ya que alquila la vivienda donde vive y todavía no terminó de pagar las cuotas del auto que compró”.
El sheriff escribe columnas en la revista XXI y la sigue emprendiendo contra la AFA, Julio Grondona y los dirigentes que lo rodean. Durante los últimos días también tuvo tiempo para ser solidario con el ex colega caído en desgracia: Mario Gallina. Escogió la fórmula de un llamado telefónico. Discó el número del Instituto Bonaerense del Deporte en la ciudad de La Plata y le dijo al mayor Groupierre que si despedían de su cargo al ex comisario no dirigiría la final de fútbol en los Torneos Juveniles Bonaerenses. Resta saber si hasta el 29 de noviembre cambia de parecer. Su trayectoria, condimentada de posiciones a menudo intransigentes, hace pensar que Castrilli no cederá un ápice en su mensaje. De ahí que los organizadores del megacertamen duhaldista tendrán que ir previendo quien dirige el partido decisivo entre los pibes de la provincia.


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