SUBRAYADO
Una fuga en zapatillas
Por Mario Wainfeld |
Dos jóvenes amigos están
tomando un baño en un arroyo. Cuando salen, descalzos, se les abalanza un enorme león
con la ostensible intención de atacarlos. Salen corriendo a campo traviesa. Uno de ellos
se desvía de su ruta, se detiene en el lugar donde acampaban y se demora para calzarse un
par de zapatillas. Luego retoma su carrera y alcanza a su amigo quien, advirtiendo que las
fuerzas de ambos están menguando y que el león va acortando la distancia, le pregunta
¿para qué buscaste las zapatillas? ¿Pensás que te van a servir para correr más
rápido que el león? No -replica el otro, me conformo con correr más
rápido que vos.
La fábula usada para aludir a la insolidaridad producto del capitalismo
salvaje podría servir de metáfora acerca de lo que ocurre en el oficialismo ante
la posible victoria electoral aliancista. Dirigentes peronistas buscan su salvación, a
veces en detrimento de otros, incluso del presidente Carlos Menem. El Senado nacional es
un ejemplo palmario.
La apropiación de las bancas de Chaco y Corrientes sí fue pensada a medida del
Presidente: le arrebata dos escaños a la oposición y suma dos senadores carentes de
poder y por ende manipulables al infinito. La inescrupulosidad es total, pero el rédito
político es amplio.
Pero no ocurre igual con las bancas de Tucumán, Capital, Santiago del Estero y San Luis.
Tucumán testimonia los límites políticos de Ramón Ortega, aspirante a presidente que
no pudo atar la interna de su provincia, en la que fue vencido por Olijela del
Valle Rivas. Tampoco supo capitalizar un filón electoralista como es la secretaría que
aún gestiona (?). Palito va al Senado como tributo a su debilidad, obligando al Gobierno
a pagarle a la negrita Olijela su renunciamiento a precio de oro. Ortega no le
conviene al menemismo en el Parlamento sino en la calle. Olijela no le conviene en un
puesto ejecutivo. Pero no es bueno perder aliados durante la fuga y el menemismo deberá
dar a ambos tucumanos lo que piden. Así y todo los tendrá enfurruñados a los dos.
En Capital a Menem le conviene (y Jorge Yoma así lo expresa) que Pacho ODonnell, un
hombre fiel al presidente constitucional (al que lo sea en cada momento), esté en el
Senado. Pero Raúl Granillo Ocampo aspira a pasar sin escalas de la función pública a la
inmunidad parlamentaria. Erman González otro tanto. Y Claudia Bello ni qué decir. No
será fácil desairar a tantos fieles cuando las fuerzas aminoran.
Pero el caso más ostensible es el de los gobernadores que impusieron su lógica a quien
se supone es su jefe. Carlos Juárez y Adolfo Rodríguez Saa no son los senadores de
corcho, sumisos, manejables por Yoma con control remoto que Menem necesita. Son hombres de
perfil alto, poderosos y hasta caprichosos que será difícil controlar en el bloque y que
dejarán sus bancas vacantes mientras les convenga. La postergación y la ilegalidad de
sus designaciones son en puro provecho personal.
El Senado patentiza el peligroso desdén del peronismo por la legalidad. También, aunque
se note menos, expresa su disgregación: algunos oficialistas no se calzan las zapatillas
contra el león aliancista sino a costillas de los intereses (no siempre impolutos) de sus
compañeros. Hay en germen una tercera división que se acentuará en los próximos meses:
los dirigentes que aún derrotados el año que viene pueden aspirar a cargos
electivos (porque tienen prestigio, votos o las dos cosas), los Lafalla, los Busti, los De
la Sota, los Reutemann, los Ruckauf tratarán de mantener los pies dentro del plato legal
y de despegarse de los otros (tarea no menuda). Los que como Granillo Ocampo,
Corach, Kohan, Pruyas, el propio Palito a su modo sólo sobreviven al calor del
oficialismo harán mucho por obtener poder institucional y lo demandarán al Gobierno que,
como en los casos de Rodríguez Saa y Juárez, se verá en figurillas para negárselo. |
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