LLUVIA
Abro
una botella de champagne y es dulce el sonido del corcho que salta. Abrazo a Carmen, mi
Mujer Poeta, que llora sobre mi pecho y musita los nombres queridos de los nuestros, de
los que no están para celebrar este día de justicia, pero que siempre nos han
acompañado en la invicta patria de la memoria. Llueve suavemente en Asturias, también
llovía aquel 11 de setiembre de 1973, mas aquella lluvia era diferente. La de hoy es
alegre y no importuna a los vecinos que llegan a felicitarnos, a demostrarnos una vez más
la ejemplar solidaridad española. El teléfono no cesa de entregarnos voces queridas, que
una vez más nos repiten que están con nosotros para festejar este día que empezaremos a
llamar de la Dignidad Humana.
Tiemblo y escribo porque no sé hacer otra cosa. Lloro, recuerdo a mi
padre, a cuyo funeral no pude asistir por orden personal de Pinochet. Recuerdo a Belarmino
Sepúlveda, regidor del municipio de Carahue, que murió en mis brazos, reventado a golpes
en el regimiento Tucapel de Temuco. Recuerdo a Víctor Jara, que murió desafiando a sus
verdugos. Recuerdo a Miguel Henríquez, que murió combatiendo al tirano. Recuerdo a Oscar
Lagos, que murió en La Moneda, defendiendo la legalidad representada por Salvador
Allende. Y recuerdo a Allende en este día dichoso para la justicia y la decencia. Llueve
en Asturias y es una delicia sentir cómo el agua empieza a lavar las viejas heridas.
(Escritor chileno. Especial para Página /12.)
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