ESTADO DE SITIO,
DE ALBERT CAMUS
El arte de la resistencia
Por Cecilia Hopkins
Argelino de nacimiento pero
nacionalizado francés, Albert Camus escribió en sus cuarenta años de vida cinco obras
de teatro. Pero no solamente se relacionó con la escena como dramaturgo: al tiempo que
fundó en su país natal su propia compañía, El Teatro del Trabajo, también hizo
experiencia desde la dirección y la actuación. Estado de sitio se llamó una de esas
piezas, casi una reescritura escénica de La Peste, su novela de 1947. Militante de la
resistencia contra la ocupación nazi y enemigo de los colaboracionistas, Camus
desarrolló en esta obra el drama de un pueblo a merced de una invasión extranjera,
elaborando un conjunto de escenas de diverso carácter para hablar una vez más de la
tiranía, la arbitrariedad y el terror. Allí la peste aparece personificada en la figura
de un militar despiadado que toma el poder y origina una red de historias desesperadas,
entre la delación y el egoísmo de unos y la heroica resistencia de otros.
La acción ya no transcurre en Orán, como en la novela, sino en Cádiz, ciudad española
enfrentada a la costa marroquí. Allí el autor se ocupa no sólo de las desventuras
colectivas sino que también sigue de cerca la suerte de dos parejas, una de ellas la que
forman el médico y su esposa. Los versionadores locales de la obra el grupo Los
Comediantes ambientaron musicalmente los acontecimientos: al entrar, el público es
recibido con cuadros de música y baile de inspiración flamenca. Tras la apertura del
espectáculo, la música sigue presente a lo largo de toda la obra, subrayando el tono de
las escenas, algunas de ellas, pautadas coreográficamente. El director Soibelzohn montó
meticulosamente cada sección de la historia, y en esta operación se excede un tanto en
los tiempos que maneja, sumando demasiadas secuencias en las que los personajes explayan
sus estados de ánimo. El maratónico itinerario es cumplido por un grupo aplicado que se
desdobla en diferentes personajes. La utilización del espacio es original: no sólo se
aprovecha la sala sino también el patio del teatro, donde transcurre el intervalo entre
vino, cantos y sevillanas.
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