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COMO ES EL PROCESO QUE DECIDIRA SI EL EX DICTADOR ES EXTRADITADO
Una brasa ardiente en Westminster

La Justicia dio ayer hasta el 11 de diciembre para que el ministro
del Interior Jack Straw decida sobre Pinochet, mientras el canciller chileno José Insulza pedía en Londres la libertad del ex dictador.

José Miguel Insulza después de su entrevista con Robin Cook, el canciller británico.
El chileno pidió la libertad de Pinochet con argumentos de jurisdicción y compasión humanitaria.

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Por Nick Hopkins desde Londres

t.gif (67 bytes) Cuando el ministro del Interior británico Jack Straw se acomode detrás de su escritorio en Westminster el lunes a la mañana, se le podrá perdonar un momento de autocompasión mientras contempla lo que será la quincena más incómoda de su vida política. Como a todo el resto de los funcionarios de su ministerio, el fallo de los “law lords” del miércoles lo tomó desprevenido, y esa noche pareció estar evitando a los parlamentarios de la Cámara de los Comunes: sus asistentes le habían asegurado que el general Pinochet, cuyo régimen desalmado tanto lo había enfurecido en su juventud, estaría a salvo en Santiago para ese momento. En cambio, el ex dictador todavía está aquí y Straw se vio empujado al centro de un torbellino político-diplomático que puede durar meses.
Los magistrados de la corte de extradición de Bow Street le dieron a Straw ayer una extensión de nueve días para meditar sobre su próxima jugada, concediéndole hasta el 11 de diciembre para decidir si emitir “una autoridad para proceder”, lo cual permitiría que el pedido formal de extradición de España se escuche en la Corte. En honor a la verdad, la tarea de Straw es simple y el caso será decidido por sus méritos legales. Pero, aunque odie admitirlo, el ministro del Interior está atrapado en un berenjenal político. En privado, se cree que está bien dispuesto a las sugerencias de que Pinochet debería regresar a casa, reconociendo que Chile tiene un pacto interno que protegió al ex dictador de ser acusado. Un mal movimiento ahora, sin embargo, socavaría la credibilidad de Straw con el resto del Partido Laborista, que es furiosamente anti-Pinochet, y arruinaría así sus ambiciones de larga data. En Westminster nadie duda que Straw ambiciona el puesto de Tony Blair. “Nuestros parlamentarios dicen que Straw estará cometiendo un suicidio de carrera si permite que Pinochet se vaya –dijo un legislador laborista–. Sería considerado un traidor.”
Hay otras consideraciones de amplio alcance, entre ellas la relación de Gran Bretaña con Chile y el precedente de que el encarcelamiento de Pinochet está sentando a nivel mundial. La salud de Pinochet también es una preocupación. Los diplomáticos chilenos han estado murmurando que Pinochet, de 83 años, sufre de un stress agudo y debería permitírsele volver a casa por motivos humanitarios. Los cínicos del Parlamento no están convencidos pero conceden que la condición de Pinochet debe tenerse en cuenta. “No quisiéramos que tenga una recuperación milagrosa en cuanto quede en libertad –dijo uno–. Pero sería horrible si se nos muere acá. Jack no querría eso para nada.”
La tarea de Straw comienza con intensidad el lunes, cuando empiece a evaluar las representaciones que le fueron enviadas. Ayer, el canciller chileno José Miguel Insulza fue recibido durante una hora por el británico Robin Cook. Insulza y los abogados de Pinochet, de la firma londinense Kingsley Napley, están preparando largas propuestas para Straw, que deberán ser presentadas antes del jueves. Sostendrán que los “law lords” han pisoteado la voluntad del pueblo chileno y que han amenazado la estabilidad política del país al desafiar a los tres partidos en el gobierno de coalición. Por su parte, los opositores a Pinochet han anticipado la línea de ataque. Docenas de legisladores laboristas han escrito ya a Straw. El multipartidario Grupo Parlamentario de los Derechos Humanos, de 150 miembros, lo ha exhortado a no intervenir. Anne Clwyd, su presidenta, dijo: “Nadie está amenazando a Jack sobre el tema, pero el sentimiento en el Partido Laborista es muy fuerte. Las cortes deben poder decidir lo que le sucederá a Pinochet. Les toca a ellos decidir el próximo paso, y si es demasiado frágil o viejo para enfrentar estos cargos”.
Una vez que Straw haya visto la correspondencia, pedirá ayuda a sus consejeros legales, y luego a sus asesores políticos. Michael Howard, predecesor conservador de Straw, dice que “nunca tuve que lidiar con algo así, pero según mi experiencia Straw recibirá mucho asesoramiento de susfuncionarios, y él tendrá que sacar sus conclusiones. Estoy seguro de que ellos le dirán que tiene la autoridad para detener el procedimiento, que es lo que me parece que debe hacer. Esto ya ha durado mucho”.
El Ministerio del Interior ha negado indignado las sugerencias de que Straw buscará orientación en otros ministros del gabinete. “Su decisión no tendrá motivaciones políticas, y puedo asegurarles que no hablará con Mr. Blair o con otros ministros”, declaró un portavoz. Pero esto no disipa las sospechas de que el Nº 1 querrá decir algo sobre el tema. “Sería extremadamente ingenuo pensar que Straw no va a discutir el tema con el primer ministro –dijo un insider–. Los dos van a negar de plano cualquier contacto, pero la decisión tendrá tantas ramificaciones que Straw va a tener que hacer saber a Blair lo que está pensando.”
Aunque la presión desde Chile va a intensificarse, parece improbable que Straw considere detener la extradición en una etapa tan temprana, por más enfermo que diga estar Pinochet. Está lejos de ser una solución ideal, pero puede que el ex dictador deba permanecer en Gran Bretaña hasta que se agote el proceso legal, lo que puede tomar desde seis meses hasta dos años. Para ese entonces, Pinochet tendrá 85 años y su salud estará seriamente deteriorada. En ese momento, el ministro del Interior tendrá otra vez la oportunidad de decidir si lo entrega o no.
“No creo que Jack quiera tener este asunto colgando sobre su cabeza más de lo necesario, pero no puede tener alternativa –dice una fuente en Westminster–. Es la mejor de dos malas opciones. Y para cuando todo termine, puede ser el problema de otro.”

 

“No volverá a la política”

El ex dictador Augusto Pinochet debería retirarse de la política al regresar a Chile, dijo ayer el canciller chileno José Miguel Insulza, tras pedir en Londres clemencia para el octogenario general. “Después de lo que ha ocurrido él tiene que dejarla (la política), que vuelva a su casa y en paz –sostuvo Insulza–. Creo que no tiene ninguna posibilidad de volver a actuar significativamente en la política chilena.” En el primer día de su difícil batalla diplomática, Insulza pidió al canciller británico Robin Cook clemencia para el ex dictador (83), convaleciente de una operación en la espalda. “Ese es uno de los argumentos que hemos presentado: la avanzada edad y su condición de salud”, dijo Insulza, un socialista que estuvo exiliado durante la dictadura. Con ese y otros argumentos, como la falta de jurisdicción española, Insulza intentó convencer a Cook de que sería un error extraditar a España a Pinochet. Pero Cook le recordó que la decisión está en manos de Jack Straw, el ministro del Interior.

 


 

TEMOR POR LOS FUERTES VINCULOS CON CHILE
Para Londres, una pesadilla

Por Ian Black desde Londres

t.gif (862 bytes) Tras el fallo de los “law lords” contra el general Pinochet, Gran Bretaña se enfrenta a una pesadilla diplomática en sus relaciones con Chile, con temor a represalias en las relaciones comerciales, de inversiones y militares. Funcionarios del Foreign Office dijeron anteayer que esperan que los vínculos se mantengan estables, pero en privado existe preocupación por los graves daños que podría experimentar una de las relaciones bilaterales más fuertes del Reino Unido en América latina. Y ayer, Gran Bretaña cerró su consulado en Valparaíso y canceló su participación en Exponaval, que se inaugura en Santiago el 1º de diciembre.
“Obviamente, estamos haciendo todo lo que podemos para minimizar cualquier impacto”, dijo un funcionario. Sin embargo, un repaso inicial de los daños arroja un balance sombrío. La embajada de Gran Bretaña y la residencia del embajador Glynne Evans en Santiago ya fueron testigos de furiosas manifestaciones de miles de personas quemando banderas británicas. El miércoles a la noche, el corresponsal de la BBC, Ben Brown, informó que él, su productor y un cameraman fueron arrastrados hacia un edificio y pateados y golpeados por partidarios de Pinochet. También preocupa que los militares retirados y los ex agentes de la policía secreta intenten inflamar más aún la situación. El Foreign Office dice que los británicos no debieran visitar a Chile, salvo que sea esencial. Esta advertencia enojó a un gobierno ansioso por promocionar el turismo.
Los funcionarios británicos sintieron alivio cuando el presidente Eduardo Frei dijo el miércoles que a él no lo iban a presionar para vengarse, pero un senador conservador pidió un boicot sobre los bienes británicos y españoles. Michael Valdés-Scot, del Grupo Consejero Comercial de Latinoamérica, predijo que las compañías británicas que estuvieran licitando contratos de privatización podrían perjudicarse. “Hay mucho resentimiento –sostuvo–. El 85 por ciento del sector privado es pinochetista. Es el sector que impulsa y empuja.” Chile es el tercer mayor mercado británico en Latinoamérica, con exportaciones por valor de más de 300 millones de dólares el año pasado, aunque su porción del mercado es pobre comparada con los competidores de Estados Unidos y de Europa.
En épocas normales, Londres y Santiago tienen pocas cosas por las que estar en desacuerdo: le peor pelea en los últimos años fue sobre un importante arancel del 70 por ciento impuesto al whisky escocés, destinado a proteger la bebida local de Chile, el pisco. Históricamente, la influencia británica es fuerte, desde la lucha por la independencia de España a comienzos del siglo XIX conducida por Bernardo O’Higgings -nacido en Irlanda– hasta los actuales programas de asistencia al buen ejercicio del poder y los programas ecológicos. En entrenamiento militar y compras de armas, los vínculos son estrechos. Pinochet estaba visitando una fábrica Royal Ordenance (que el gobierno no se desvive por aclarar que ha sido privatizada) mientras British Aerospace y Saab están compitiendo con rivales franceses y estadounidenses ante la fuerza aérea chilena.
Sin embargo, algunos creen que una imagen anacrónica de Gran Bretaña confundió a los chilenos y los llevó a subestimar lo que podrían hacer los “law lords”. “La gente acá pensó que eran sólo un grupo de tipos pomposos con pelucas –dijo un británico basado en Santiago–. Muchos chilenos no tienen una verdadera comprensión de lo que es hoy el Reino Unido.”

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