Panorama Economico
Esto se pone lindo
Por Julio Nudler |
El
ABC1 no son hoy sólo los mismos ricos que durante estos años se han vuelto más ricos.
También hay nuevos ricos, asegura la economista Débora Giorgi, de la consultora
Alpha. Parte de esos nuevos ricos hay que buscarlos entre los jóvenes cuadros captados
por las multinacionales que aterrizaron en el país. Les pagan sueldos altos, y los
premian cuando ayudan a generar buenas ganancias. Uno de cada once hogares (8,9 por
ciento) del área metropolitana (Capital más conurbano) cae en esa franja privilegiada,
cuyo ingreso mensual promedio tal vez bastante subdeclarado es de 8325 pesos.
El número de esos hogares creció un 43,3 por ciento desde 1991, el año de la
convertibilización. Hoy se llevan un 5,8 por ciento más de la torta del Ingreso
nacional.
Si se instalan cada vez más casas de marca o se extienden las zonas de restoranes caros y
servicios sofisticados es porque ese ABC1 es el bocado más apetecido. Por debajo de él
se divisa ese otro blanco conocido como C2 (medio-alto), compuesto por 655 mil hogares que
embolsan 4378 pesos mensuales en promedio. En 1991 eran sólo 369 mil familias. Son, en
conjunto, la crema de la Argentina que verdaderamente atrae a los buscadores
internacionales de negocios. El país son en verdad dos países bien diferentes. Uno, el
de la Capital y su cinturón, con un ingreso anual por habitante que promedia los 12.746
pesos. En el resto ese número baja a sólo 7645 pesos.
Las empresas se devanan los sesos buscando encontrar un nicho en el consumo de lujo que
genera la inequidad. Pero el ABC1 es difícil de pescar: son exigentes, viajan, leen
publicaciones del exterior, navegan por Internet, saben comprar por e-mail, reciben los
catálogos de compra. A pesar de todo, desde tarjetas de crédito y barrios privados de
alto nivel a planes de seguro y fondos de inversión, todos corren detrás de esa presa.
La otra alternativa para hacer negocios es apuntarle al consumo masivo de bajo precio,
encarnado por 2,3 millones de hogares metropolitanos, 63,5 por ciento del total, que
captan 2049 pesos mensuales promedio y han perdido, en los últimos siete años, un 13,5
por ciento de la torta del Ingreso social. Es verdad que ésta creció un 40 por ciento,
pero para esa franja media es como si sólo hubiese aumentado 21 por ciento. Van a mitad
de ritmo.
De todas formas, esa clase media, golpeada o como esté, es lo que hay, y hoy toda
inversión en shoppings como la del Abasto o entretenimiento está dirigida a
ese ancho segmento social. Es el reino de lo masivo y, dentro de lo que cabe, barato. A no
olvidar que un shopping aunque se trate del Patio Bullrich necesita volumen.
Si no lo logra por precio, tratará de conseguirlo por financiación. Es el mismo limón
que exprimen los bancos: hay cinco millones y medio de argentinos que están amortizando
créditos inferiores a diez mil pesos, según el dato que ofrece el experto Hernán del
Villar, también de Alpha. Pero aunque representan el 97,5 por ciento del total de
deudores bancarios, sólo detentan el 23,9 por ciento del monto total de crédito.
La Argentina también en este sentido está demediada, partida en dos. En 1994 el 54,1 por
ciento del crédito se volcaba en la Capital. Este año ya es el 62,6 por ciento. Esta es
la obvia consecuencia de la concentración del sistema bancario y de su extranjerización,
que son objetivos manifiestos de la política económica, y en buena medida un mal
necesario de la convertibilidad. Los diez mayores bancos concentran hoy casi dos tercios
de los depósitos totales. Considerando sólo los diez mayores bancos privados, su
porción de la torta se acerca al 45 por ciento. Hace apenas cuatro años era del 30.
Esta tendencia se profundizará en los próximos meses: mientras esa decena de bancos
privados planea abrir 398 sucursales, los ciento diez restantes sólo habilitarán 148, y
42 los bancos estatales. La penetración de la banca extranjera (la absorción del Mayo
por el Citi y el control del Bisel por el Credit Agricole son apenas las novedades más
recientes enesta dirección) le confiere a la Argentina un perfil muy particular. En este
país el 52,6 por ciento de los activos bancarios está en manos extranjeras, mientras que
en Brasil sólo es el 14,2 por ciento y en Chile el 19,5. Para el pensamiento oficial y
para los mercados, éste es un indicador de la alta solvencia del sistema bancario
argentino, después de haberse destejido la red de seguridad que le ofrecía el BCRA antes
del establecimiento de la convertibilidad. Pero el precio que se paga, en términos de
concentración y desigualdad regional, es muy alto.
Ante el espectáculo de un país cada vez más desparejo social y geográficamente, la
obsesión de las empresas es conseguir una hornacina en el consumo de los ricos, que
pueden pagar por los objetos mucho más de lo que valen si sintonizan con su gusto, y
reacomodar hacia abajo los productos masivos para acompañar el empobrecimiento de la
clase media y asegurarse así volumen. El 10 por ciento restante de los porteños,
hacinados en el D2/E, no le interesa prácticamente a nadie. La razón es simple: son
hogares a los que entran en promedio 689 pesos mensuales. De esos casos hay hoy 42 por
ciento más que al inaugurarse el Plan Cavallo.
Con estos rasgos estructurales, y dirigentes políticos que deben prometer ventura, la
Argentina ingresa a un tiempo económico cada vez más complicado. Brasil dejará de ser
ese socio maravilloso, que crece, revalúa su moneda y les genera grandes ganancias a los
exportadores argentinos. Ahora achicará su demanda y gradual o brutalmente
devaluará el real. Ese giro adverso no podrá ser compensado por un aumento de
productividad en la Argentina porque no hay inversiones que lo aseguren. El país no
produce a standards internacionales; sólo era competitivo en el Mercosur con un real
sobrevaluado, define Giorgi. En sus dos años largos de gestión, Roque Fernández
se desentendió del problema. Las exportaciones se estancaron, pero en el mundo sobraba
plata y el país pudo aumentar su endeudamiento. Ahora el crecimiento esperado de la
economía es tan débil que ningún candidato tiene manera de explicar cómo conseguirá
realizar sus promesas. Quizá sea un buen momento para ponerlos a prueba. |
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