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Cuando el TC es más pasión que dinero y respaldo

La mitad posterior del pelotón se mueve  con voluntad y mucho ánimo y casi sin  apoyo económico. Sus historias sorprenden.

El Falcon verde y blanco de Nelson Guidi, en La Plata.
Son muchos los pilotos que ponen más pasión que dinero.

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Por P.V.

t.gif (67 bytes) Las luces apuntan a lo más fogueado del profesionalismo, y si el Turismo de Carretera convoca 50 o 60 autos a cada una de sus carreras, sólo los corredores de punta, los expertos, los sponsoreados, son los que reciben el aplauso, el elogio, la ovación, los que soportan la avidez de las cámaras. Pero del medio del pelotón para atrás hay historias más humildes pero no menos significativas de lo que resulta ser la práctica de un deporte profesional como es el automovilismo con más voluntad y pasión que medios económicos. O casi sin medios económicos.
–Flaco, la verdad –le pidió un amigo a Nelson Guidi, quilmeño, piloto del Ford Nº 103 verde y blanco, delante de este cronista–, ¿con cuánta plata viniste a correr esta carrera?
Autódromo de La Plata, jornada de entrenamientos y de calor abundante. Bajo la carpa en la que reposa el automóvil, alrededor de una mesita donde se reúnen sus fieles, Guidi introduce su mano en el bolsillo y saca cuatro billetes. “Vine con esto, es todo lo que tengo” dice: tres billetes de 10 pesos, y uno de dos: 32 pesos. Un juego de gomas cuesta 600.
–Sí, pero tengo ocho corazones conmigo que valen más que mucha plata –acota Guidi. Uno de ellos es su acompañante, el resto son mecánicos, gente gaucha, que ponen el hombro, unos pesos si los tienen, todas las ganas para ayudarlo a poner el auto en marcha.
—Por eso el TC es la única categoría donde salir 15º tiene valor. Porque somos muchos los que venimos a correr en las mismas condiciones –dice el acompañante.
Guidi, que alguna vez corrió en Fórmula 3 Sudamericana, clasificó 59º entre 66 autos, a 3 segundos y 730 milésimas del más rápido. Quedó 20º (último) en la segunda serie y no pudo largar la final.
Después de dos años de trabajo, Juan Carlos López, piloto de La Plata, pudo terminar su Falcon verde brillante, el mismo color que el Dodge con que corrió durante una década. Le pintó el Nº 127 y llegó al Autódromo el mismo viernes.
–¿Sabés con cuánto fui a correr a Trelew? –pregunta– Con 1200 pesos. Y eran 1400 kilómetros de camino. A esta carrera traje 860 pesos, y me ayudan los amigos, pero aun así vine hoy, y eso que es el autódromo más cercano a mi casa.
Los amigos usan remeras blancas con la inscripción “Juan Carlos López Competición”, que pronto se mancharán de grasa y laburo. La solidaridad y la voluntad reemplazan la opulencia. López clasificó su Ford en la posición 55º. Terminó en 19º lugar en la primera serie –el ganador le sacó un minuto de ventaja en diez de competencia– y quedó fuera de la final.
–Dicen que los pilotos de punta gastan 25 o 30 mil dólares por carrera –reflexiona López–. Para mí, una publicidad de 4 o 5 mil pesos sería un lujo: ¡Tiro el auto a la pista el miércoles!
El Indio Rubén Oscar Muñiz trajo su Falcon Nº 68 blanco. Lo puso sobre unos caballetes y esperó. Un amigo con conexiones, de esos que recorren los boxes llevando y trayendo chimentos, consiguió que el equipo de Fabián Fuentes, para el que corren Christian Ledesma y Gustavo Tadei –normalmente entre los 20 primeros– le prestara un juego de gomas ¡usadas! en la carrera anterior.
Pero para correr se necesitan dos trenes de cuatro cubiertas; uno con el que entrenar y clasificar, otro con el que correr series y final. Por una cuestión de seguridad, hay que tener al menos un juego nuevo, y hay que comprarlo. Hay que pagarlo. Y no hay dinero.
–Pedimos y nos aceptaron un cheque a 60 días –explica. Con ese juego clasifica 61º. Entre 66 coches. Pero no puede largar la carrera. Y habrá que cubrir el cheque.
La pasión emparcha el deseo y lo lanza temerario al asfalto. Más de la mitad del parque del TC –la categoría donde lucen los Traverso, los Ortelli, los Satriano, los Ramos, los Acuña– sufre estrecheces similares. “Este es un automovilismo que no conocemos –analiza un experto del TC–. El problema es que los dirigentes están atentos a lo que sucede arriba y no tanto a lo que pasa abajo. Y la categoría, con 20 autos, no sería lo mismo. Porque la pasión es inagotable, pero sólo con romanticismo no alcanza.” Con la economía del país apretando más que en las últimas temporadas, el panorama de 1999 puede ser fatal para tanto amor por los fierros.

 

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