Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

 

Duhalde quiere un oponente
que lo corra a la izquierda

En el cuartel general del gobernador, los deseos están puestos en el triunfo del candidato radical porque, consideran, les permitirá ocupar el lugar del progresismo en la campaña para el ’99.

Eduardo Duhalde esperará ansioso los resultados de la Alianza.
De acuerdo a quién sea el ganador deberá modificar su estrategia.

na06fo01.jpg (9853 bytes)

Por Felipe Yapur

t.gif (67 bytes) La leyenda –construida por sus laderos de ayer y de hoy– dice que Eduardo Duhalde es uno de esos políticos que necesitan de la hiperinformación tanto como del aire. A nadie le sorprende, entonces, que hoy será uno de esos días en el que el gobernador quemará severamente sus nervios hasta conocer los primeros sondeos de boca de urna. El bonaerense aspira a que la interna de la Alianza les arroje un ganador funcional a sus necesidades, sabedor de que, sea quien fuere el candidato, el trabajo será cuesta arriba. Pero, fundamentalmente, de quien sea el triunfador de la jornada depende la modificación o no de la estrategia electoral del duhaldismo. Por ahora el gobernador prefiere continuar diciendo, siempre en tono de broma, que el ganador será De la Rúa, pero todos sus hombres ruegan que así sea porque, si llegase a ganar “la vieja”, como llaman a Graciela Fernández Meijide, los cambios de la campaña serán muchos y la confianza que se tienen para triunfar en las elecciones generales de 1999 se resquebrajaría.
Por el momento, nadie en el duhaldismo duda de que Fernández Meijide será la derrotada y los argumentos que manejan parecen más atados al deseo que al análisis frío de la política. “Graciela ya no es la misma de antes –asegura uno de los voceros de Duhalde mientras se recuesta en su mullido sillón–, está deslucida y ya no tiene la aceptación de hace unos meses. Y esto pasa porque la gente prefiere más a personas con experiencia en gestión de gobierno y esta mujer no la tiene. Ella representa la oposición dura a Menem, la puteada al menemismo y nada más.”
Pero hay otros hombres como Mario Cámpora que, ubicados en lo que algunos llaman el cercano duhaldismo, sostienen que lo primero que debe hacer el precandidato y su gente es realizar es un inventario de los diez años de gobierno menemista. “De este balance Duhalde debe sacar los beneficios y apropiárselos. Es a partir de aquí que debe construir el verdadero proyecto del presidente de la justicia social si es que realmente quiere ganar”, aseguró el analista con fuertes raíces en el peronismo gobernante del ’73.
Convencido también de que es el radicalismo el rival a vencer, el analista pronostica que en la campaña, que ahora comienza a tomar vigor, los equipos técnicos cobrarán mucha importancia porque “el que quiera ser presidente tendrá que debatir mucho. Ya no es como cuando asumió Menem en 1989, en ese tiempo la gente exigía un cambio de gobierno ante el desastre del radicalismo. Por eso ahora lo que influirá en el electorado son las ideas o las propuestas de los candidatos y el lugar donde mejor se ve esto es en el debate”.
Este análisis es también aceptado, en parte, por uno de los hombres que trabaja en la mesa chica del duhaldismo, Julio Bárbaro. Este asegura que a partir de ahora es preciso que Duhalde abra un espacio que transcurra por una zona equidistante entre el oficialismo ortodoxo y la feroz oposición: “Por supuesto que el mejor escenario que le conviene a Duhalde es que del otro lado esté De la Rúa. Sobre todo porque traslada a la UCR a su origen, es decir, la centroderecha”. El duhaldista no tiene dudas de lo que se debe hacer, sabe que si se presentan como los simples herederos de Menem no ganan ni en Perico, Jujuy. Es por ello que dice, coincidiendo con el anterior analista, que es indispensable hacer ese balance porque es preciso mostrar con transparencia que hay voluntad de cambio.
Por otra parte, Bárbaro insiste con el argumento duhaldista que dice que con De la Rúa candidato la Alianza entrará en una crisis que nadie se atreve a pronosticar cómo terminará. “La complicación principal que en ellos se desatará es la complejidad de unir un proyecto progresista, como lo es el del Frepaso, con el conservador de la UCR. Obviamente que los beneficiados de esto seremos nosotros”, destacó Bárbaro a la vez que insistía en que lo único que logrará el triunfo del radicalismo en lainterna es que muchos peronistas del Frepaso retornarán a las filas justicialistas.
Bárbaro ya ni siquiera le tiene temor al menemismo, al que califica de terminado “porque es un grupo que se generó alrededor del poder y que, cuando termine el mandato de Menem, todo terminará. El poder se genera con proyectos como el de Duhalde, el futuro presidente de los argentinos”, señaló, mientras observaba sus pájaros que nunca dejaron de trinar.

 

Una elección muy pareja

Según el gobernador bonaerense Eduardo Duhalde, las elecciones internas de Alianza que hoy consagrarán al candidato presidencial de la coalición “serán muy parejas”. Sin embargo apostó al triunfo del radical Fernando de la Rúa sobre la frepasista Graciela Fernández Meijide, “al menos las encuestas lo dan a él tan ganador como a Boca Juniors”, aseguró incorporando a su pronóstico otro de los temas fuertes de hoy: la posibilidad que tienen los xeneixes de convertirse en campeones del Apertura si logran vencer en la Bombonera al equipo que dirige un duhaldista confeso, César Luis Menotti, quien llegó a comparar al mandatario bonaerense con el héroe de la Revolución Cubana, Ernesto “Che” Guevara.


OPINION
El día después

Por Juan Carlos Portantiero

La ciudadanía parece entender que la jornada de hoy adquiere un sentido especial. Poco a poco, a medida que se acercaban las horas de este domingo, han ido creciendo las expectativas acerca del significado que los comicios internos de la Alianza pueden alcanzar. Quizá se trate, en efecto, del hecho político más importante del año, porque el espíritu público advierte que quien venza en la contienda tiene altas probabilidades de conducir el país a partir de fines de 1999. En medio de oscuras trapisondas, de vergonzosos manejos institucionales, el menemismo culmina su ciclo mostrando en toda su desnudez un estilo corrupto de manejo de la cosa pública. Una etapa está en vías de concluir y eso es ineludible; de lo que se trata ahora –y de ahí la gran expectativa ciudadana– es de construir una alternativa, un camino nuevo que supere las miserias del pasado reciente. Por eso lo que importa es el día después.
La Alianza suscitó con su constitución una gran esperanza, corroborada en las urnas, espectacularmente, hace un año. La forma en que se gestó, como coalición entre dos fuerzas parejas, impidió que el acuerdo sobre los grandes objetivos –en primer lugar dejar de lado un fraccionamiento suicida que beneficiaba al oficialismo– se prolongara en un consenso sobre la candidatura presidencial. Hubo que recurrir al mecanismo, democrático pero inevitablemente desgastante, de las elecciones internas abiertas. Lo positivo de esto (y cuantos más ciudadanos concurran a las urnas lo será aún más) es que le dará a la Alianza una gran legitimidad; lo negativo es que las duras reglas de la competencia contribuyeron a dilatar la constitución de un perfil homogéneo, capaz de otorgarle a la coalición la sensación de seguridad que la sociedad reclama en momentos tan difíciles como los actuales, y también retrasar la tarea de construcción de un discurso programático definido que marque no sólo las diferencias obvias con el menemismo, sino que dibuje el qué y el cómo de sus propuestas hacia el futuro. Y esa es otra gran deuda a saldar a partir del día después.
Muchas veces se dijo que la Alianza no debería ser alternancia sino alternativa. Del mismo modo que el menemismo encarnó entre nosotros el auge de la revolución neoconservadora en el mundo, la Alianza se colocó en la geometría política como expresión del cambio de época que en Occidente ha colocado en primer plano a gobiernos –la mayoría de ellos producto de coaliciones– que levantan las banderas de la “tercera vía”, superadora del liberalismo salvaje y del estatalismo populista. Más allá de la ambigüedad de los rótulos, de lo que se trata es del impulso hacia políticas de reformismo democrático, a la altura de las nuevas exigencias que reclama la globalización capitalista pero dispuestas a recuperar los roles arbitrales y reguladores del Estado frente a la tiranía de mercados sin control alguno. Pero este lugar no puede ser reclamado sólo retóricamente. El desafío es ahora, definidas las candidaturas, convertir esas promesas en programas, esos deseos en un discurso riguroso y convocante que desborde la hasta ahora semiclandestinidad de la “Carta a los Argentinos”, sepultada entre los fragores de la lucha comicial.
Por fin, la Alianza debe cuidar con más celo aún su propia unidad. Cualquiera sea el resultado que la ciudadanía decida hoy, aflorarán, de uno u otro lado, malhumores y desconfianzas. Ciudadanos que se han unido para derrotar al menemismo deben solidificar ese comportamiento para construir, ahora, algo distinto; para transformar una coalición opositora en coalición de gobierno. La tarea no es simple y exige grandeza y generosidad en la dirigencia. Hasta este domingo, pese a los chisporroteos, ambos atributos han prevalecido. Millones de argentinos, que están respaldando hoy una gran esperanza, no habrán de tolerar una nueva frustración. Se ha cumplido una etapa difícil; mañana comienza otra que no lo será menos.

 

PRINCIPAL