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Por Luis Bruschtein Suena el bandoneón, empieza el tango: De gran trayectoria, humilde y sincero/ tiene en sus haberes gran honestidad/ radical de raza, por su bonhomía/ votémoslo todos para mejorar. Así lo pinta el tango que sus correligionarios le hicieron para la campaña a intendente. Fernando de la Rúa, cordobés, 61 años, casado, tres hijos, inmutable, impecable y aplicado hasta un extremo sólo superado por su moderación, lo pensó un tiempo antes de aprobar la canción. Es hijo de un abogado radical, ex ministro de Gobierno del legendario gobernador cordobés Amadeo Sabattini. Nació en el lugar y a la hora que dijo el padre. No porque fuera cierto, sino porque así lo anotó don Antonio en el registro civil. Antonio de la Rúa fue un hombre riguroso y exigente con sus hijos que, por el contrario, eran la luz de los ojos de su esposa Eleonora Bruno, doña Chichi. Fernandito era flaco como un palo, rubio y sensible hasta las lágrimas, con un alto sentido de la responsabilidad y las mejores notas en la escuela Olmos donde nunca fue pillado sin estudiar o sin haber hecho los deberes al igual que en el Liceo Militar General Paz, donde hizo la secundaria. Su primera campaña fue a los nueve años, cuando ganó la presidencia del Club de Caza de Pájaros con Honda (CPH) después de aburrir hasta el cansancio a los otros cuatro miembros con largos y persistentes discursos sobre planes y proyectos. En 1955 era radical como su padre y estudiaba abogacía como él, pero ahora seguía de cerca los pasos de su tío Víctor Arraigada, puntero de la primera de Córdoba. La alta política de los principios se complementaba así con la vida concreta del comité donde los votos valen uno por uno. Había comenzado a cursar Derecho en Córdoba donde, pese a la raigambre reformista y laica del estudiantado, el antiperonismo había hecho que se extendiera un vasto movimiento católico al que se sumó De la Rúa en las misas del pueblo. Tras esa experiencia, participó en el reformismo por un corto período y luego se dedicó exclusivamente a sus estudios. Su primer cargo público lo ejerció cuando Juan Palmero, padre de un amigo y ministro del Interior del presidente radical Arturo Illia, lo llevó a Buenos Aires en 1964 como su jefe de asesores. En la UCR se ubicó junto a Ricardo Balbín, con quien afinó un estilo que hace culto de la prudencia y la moderación, así como la construcción de un discurso con límites lo suficientemente blandos como para generarle pocos enemigos. Cuando Illia fue derrocado, en 1966, se asoció al estudio de sus amigos Facundo Suárez y Osvaldo Benedetti, donde representó a empresas como Arcor y OCA, en ese entonces de Fulvio Pagani, uno de los creadores de la Fundación Mediterránea. En esos días conoció a Inés Pertiné, proveniente de una familia aristocrática de empresarios y militares, con quien se casó en la iglesia del Pilar y realizó la fiesta en el Círculo de Armas. Su carrera real comenzó en 1973, cuando un peronismo avasallante cometió el error de postular a senador por la Capital a Marcelo Sánchez Sorondo, un viejo nacionalista de derecha, que perdió contra todos los cálculos frente al candidato radical, Fernando de la Rúa, que de allí en adelante fue conocido como Chupete. En 1974 fue candidato a vicepresidente junto a Balbín y perdió frente a la fórmula Perón-Perón. Con el golpe de 1967, su hermano Jorge debió exiliarse pero Fernando, siguiendo la línea de prudencia y diálogo de otros balbinistas, mantenía contactos con los militares gracias a sus relaciones familiares y a su paso por el Liceo. Según sus biógrafos, se reunía periódicamente con el general Roberto Viola, junto con César García Puente, en el departamento de Eugenio Blanco, frente al hipódromo. De esa época hay una foto suya junto a otros políticos en la inauguración del Museo de la Subversión en Palermo. En 1983 declinó su precandidatura ante un invencible Raúl Alfonsín, pero resultó elegido como senador por la Capital. No pudo repetir en 1989 por una maniobra del PJ y la UCeDé, pero fue jefe del bloque de diputados radicales y regresó a su banca de senador tras un aplastante triunfo en 1993. El desgaste que sufrieron Alfonsín y Eduardo Angeloz, con perfiles más incisivos que el de De la Rúa, lo llevó a convertirse en la principal figura del radicalismo. En 1996 fue consagrado como primer jefe de gobierno electo de la ciudad de Buenos Aires, y se ubicó así como el precandidato cantado del radicalismo para estas internas con el Frepaso, el anteúltimo escalón de una larga carrera política.
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