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Por Mónica Flores Correa desde Nueva York Con un silencio elocuente, la administración Clinton recibió la noticia de que la Cámara de los Lores había decidido en contra de la inmunidad de Augusto Pinochet e hizo, a lo sumo, alguna que otra declaración neutra a través de los funcionarios del Departamento de Estado, afirmando que el caso está en manos de los protagonistas Chile, Gran Bretaña y España y que Estados Unidos es un mero espectador de esta batahola legal internacional. Trascendió, sin embargo, que había consternación y disgusto por el sorpresivo fallo de los lores y que, muy probablemente, los mecanismos de la diplomacia privada (quiet diplomacy) serían puestos en marcha para disuadir a los británicos de extraditar al viejo general genocida. El motivo de la oposición de la superpotencia se basaría en el principio de la autopreservación. Este caso sienta un precedente para que en el futuro un juez de cualquier país extranjero pueda decidir arrestar y procesar a un ex presidente norteamericano que esta viajando, o a alguno de los generales del Pentágono, bajo el cargo de que violó la ley internacional en una de las tantas guerras o intervenciones, se especula. Hay inquietud por cuán lejos y cuán rápido la ley internacional está evolucionando, admitió un analista a Página/12. Elliot Abrams, ex secretario para América Latina del gobierno de Ronald Reagan, estimó que la hipótesis del intento de disuasión a los ingleses era muy plausible. EE.UU. está tratando de quedar afuera de este debate, pero posiblemente recomiende en privado que Pinochet vuelva a Chile. Si (Eduardo) Frei dice que la extradición sólo representa un conflicto para su país, no es difícil pensar que EE.UU. apoyará a Chile. La decisión es política y ha sido depositada en el regazo de (Tony) Blair. Cualquiera sea la opción del primer ministro, seguramente hará desdichado a alguno, dijo a este diario el ex funcionario y actual experto en temas de la región, quien también pronosticó que el primer ministro decidirá que el ex dictador está viejo y enfermo y que es una cuestión de compasión dejarlo ir. Pero aclaró: Me equivoqué con los lores y puedo también equivocarme con Blair. Reconociendo que la decisión lo había sorprendido, Abrams señaló un aspecto positivo y otro negativo de este tramo reciente de la disputa por la suerte del general. La parte positiva es que con este gesto los lores han dicho que la ley internacional está evolucionando. No hubiesen tomado esta decisión hace 25 años. Según esta nueva interpretación, el tipo de crímenes cometidos por Pinochet no se circunscriben al ámbito doméstico, sino que se consideran también una violación del derecho internacional. Esta interpretación seguramente le va a dar que pensar a individuos como Milosevic en la ex Yugoslavia. Pero al mismo tiempo, como parte negativa, la decisión puede afectar en el futuro la presión que se ejerza sobre dictadores en actividad. Puede llegar a ser difícil persuadirlos de que abandonen el poder si temen la posibilidad de quedar a merced de la justicia internacional, dijo. ¿Se opone EE.UU. a la evolución del derecho internacional? Hay inquietud por la rapidez de esta evolución y por el alcance que pueda tener. Uno puede preguntarse quién será el próximo funcionario que un juez extranjero mande arrestar. Podría ser un general norteamericano que actuó en la Guerra del Golfo o en Vietnam. Alguien podría también encontrar oportuno que se procese a George Bush por la intervención en Panamá. Estos son sólo ejemplos para explicar la preocupación fundamental, dijo. Larry Birns, director del Council of Hemispheric Affairs, estimó que la administración Clinton no dará ningún paso para reclamar por los seis estadounidenses asesinados por la dictadura chilena. No está en laagenda, dijo categóricamente. El especialista también comentó que algunos congresistas habían expresado indignación porque la administración no ha hecho ninguna acción con respecto a estos seis casos. Opinó que la decisión de los lores había sido limitada. Dijeron: no es un jefe de Estado, por lo tanto, no tiene inmunidad. Yo hubiese preferido una definición más amplia, que hubiesen establecido que no es un jefe de Estado y que como se apropió del poder de forma inconstitucional, no es un líder en serio. Birns recordó dos precedentes que también son ejemplos de que la ley internacional está cambiando. Uno fue el del ex jefe de policía paraguayo Amílcar Peña, a quien víctimas de torturas le hicieron un juicio en Nueva York en la década pasada. Peña estaba en Nueva York y finalmente se escapó y nunca volvió. Pero una corte de Brooklyn lo había encontrado culpable en un juicio civil y lo había condenado a darles una retribución económica a las víctimas. El segundo caso fue bastante mas polémico. Hace unos pocos años, la Corte Suprema estadounidense falló que Camarena, un médico mejicano vinculado al narcotráfico que fue secuestrado por el FBI, podía ser juzgado en Estados Unidos. Para Estados Unidos, ¿la evolución de la ley internacional es buena cuando la puede controlar, y objetable cuando otros países del globo se convierten en actores que pretenden activarla? Abrams no descartó que haya una dosis de verdad en este señalamiento. Pero en el caso específico de Pinochet, EE.UU. podría adoptar una interpretación que no se opusiese, al menos esta vez, a la evolución del derecho. Como me dijo otro experto en temas latinoamericanos, habría que separar lo que hizo Pinochet en el ámbito doméstico, en el cual los chilenos deben juzgarlo según su propio criterio, de los actos de terrorismo internacional que cometió en la Argentina (el asesinato del general Prats) o en Washington (el asesinato de Letelier). Estos son actos de terrorismo internacional por los que debería ser juzgado, ya que si no aceptamos estos mismos atentados en (el grupo terrorista palestino) Hamas, tampoco se los deberíamos tolerar a Pinochet. Es lamentable que no se puedan separar estos dos aspectos porque así veríamos, EE.UU. vería, el derecho internacional evolucionando en la misma dirección que sus deseos.
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