 La
escena habitual de la batalla es que describe Pablo Berra, un chico de 17, que va a quinto
año del colegio Cangallo. Habla de La Reina, un lugar de gente stone, sobre
Sarmiento, donde tocan bandas como Catupecu Machu. "Había unas gatas en el lugar y
uno borracho se zarpó. El patovica lo sacó bien, le dijo que no joda más. El flaco se
volvió a zarpar, lo empujó mal. Saltó una barra de amigos. Eran 25 personas contra los
patovicas y los amiguitos del patovica, mucha gente. Los patos pegan aunque quieren ser
mediadores. Los demás reparten. Igual vi que bajaron a un pato de una trompada, lo
pusieron muy bien. Todo esto duró quince minutos". Y fue hace dos semanas. La
frecuencia de las peleas hacia el fin de año, cuando los egresados hacen fiestas de lunes
a lunes, parece ser alta. "Vas a un lugar, te sentás un rato y vas a ver cómo se
cagan a trompadas", recomienda la rubia Ana Miller, de la misma edad que Pablo y
habitué de Caix, en la Costanera, donde se la ve de negro, sandalias y una estrecha
musculosa. "En realidad es una cuestión de a ver quién la tiene más larga. En
general es por boludeces y entre dos grupos grandes", explica Agustín Alvarez, un
morocho altísimo de dieciséis. Peni Taranco, uno de los dueños de La Morocha, fue
también encargado de Caix en otra época y tuvo que lidiar con quien considera más
problemático para el equilibrio nocturno: los adolescentes y la manada del tacle. Ana
Miller cuenta sobre el bardo adolescente de boliche. "Está la típica de un novio.
Estaba en Scape con amigos y mi novio se calentó porque se puso celoso. '¡Juan pará!
¡Juan pará!', le dije y se calmó. A los quince minutos vi que lo estaba apurando a mi
amigo y me metí, lo agarré a mi amigo para que se termine. Fue un apure. Son cosas muy
rápidas. Fue una noche de mierda". El rugbier, altanero, presuntuoso de su potencia,
acostumbrado a morir por su insignia, acostumbra a desatar la pelea con los otros clubes
en la pista. "El rugby es ingobernable --dice Taranco--. Porque después de que se
besan en el tercer tiempo viene el momento de golpearse en el cuarto. En Caix hemos tenido
a 150 personas pegándose en una batahola incontrolable. Y los padres de eso chicos son
los que dicen después si pasa algo, una cosa muy argentina: '¡Ay, mi nene!'. El nene,
señora, es un hijo de puta, al nene lo paramos en la puerta y le sacamos una navaja,
después adentro lo pescamos con una petaca, después de paso, como es un capo, le tocó
el culo a dos chicas, y por si faltaba cuando lo echaron le escupió la cara a un
patovica." |