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HABLAN DOS LIDERES DE LAS NUEVA HUELGAS OBRERAS
"Rusia ya vive sin Yeltsin"

El movimiento de huelgas en Rusia comenzó en los últimos años de la URSS y está en constante aumento. Aquí, dos dirigentes expresan su posición: son anticapitalistas, pero no quieren volver al pasado.

Anatoli Matvienko (izq.), máximo líder sindical de Bielorrusia, con Boris Braguin, uno de los principales líderes mineros rusos.

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Por Pablo Rodríguez

"No quiero volver al campo de concentración soviético, pero se necesita un cambio político en Rusia", dice Boris Braguin, uno de los principales dirigentes de la huelga minera rusa, que se ha transformado en uno de los focos de resistencia más importantes al gobierno del presidente Boris Yeltsin. Braguin y Anatoli Matvienko, el máximo líder sindical en Bielorrusia, están de paso en Buenos Aires, invitados por el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), en el marco de una gira que incluyó Francia y que seguirá en Chile y en Brasil. Ambos dirigentes analizaron el caos económico y social en el que Rusia está sumergida y el papel de la oposición comunista a Yeltsin, un líder enfermo que ya no lidera nada.

--¿Cuáles son los objetivos de la huelga minera rusa?

Braguin: --Primero, obtener el pago completo de todos los salarios que nos deben. Segundo, obligar al gobierno a responder por sus ciudadanos. Y tercero, sacar a Yeltsin del poder.

--¿Cuál es el papel del Partido Comunista dentro de la oposición? El PC tenía la mayoría necesaria en la Duma (Parlamento ruso) para obligar a Yeltsin a convocar a elecciones anticipadas y sin embargo apoyó la nominación del ex premier Viktor Chernomyrdin.

Braguin: --Los comunistas no piensan más que en ellos mismos, aun si eso implica ponerse a espaldas de los trabajadores. Y, en realidad, la Duma le teme a Yeltsin. El PC no quiere hace nada contra Yeltsin; su objetivo es llegar a acuerdos. Y lo mismo pasa con las huelgas. Primero dicen "estamos con los trabajadores", pero en el momento de la huelga, apenas aparece una lucha o un conflicto, tratan de frenarla de cualquier manera. Al principio hablan de "estar con el movimiento" y después llaman a calmarse y se justifican diciendo "no podemos llevar al país a una crisis, tenemos que buscar una salida, no podemos continuar esta pelea hasta el final".

--¿Esto podría explicar el fracaso de la gran huelga general convocada por el PC contra Yeltsin el 7 de octubre pasado?

Braguin: --Sin duda. El total fracaso de la huelga se explica por la propia actitud de los comunistas. Durante los cuatro meses que duró el piquete de huelga en la Casa Blanca (edificio del Parlamento ruso) se coordinaron acciones con todos los partidos opositores a Yeltsin, pero los comunistas ni se acercaron.

Matvienko: --Ellos utilizaron la huelga del 7 de octubre para asustar a Yeltsin, nada más. Podría haberse transformado en una gran explosión social, pero ellos aislaron los conflictos. Otro factor que influyó para desdibujar la huelga fue la fecha. Todas las grandes movilizaciones fueron en junio y en julio. Hacia octubre, era difícil lograr una convocatoria similar.

--Ante esta situación, ¿cuál es el camino que puede tomar la oposición al actual gobierno?

Matvienko: --Bueno, luego de la caída de la Unión Soviética, muchos tenían la esperanza de que el PC cumpliera ese papel. Luego creímos en los partidos liberales, que hace diez años parecían ser la única salida. Pero los liberales también apoyaron en todo a Yeltsin y ahora nos queda claro que todo este proceso es fruto de un plan del FMI para convertir a Rusia en una fuente de materias primas baratas.

Braguin: --Los que nos reunimos en el puente Gorbati (el piquete de huelga donde 400 mineros, durante cuatro meses, protestaron frente a la Duma) decidimos fundar un Comité de Huelga Nacional, que sigue en funcionamiento, y también estuvimos discutiendo la fundación de un Partido de los Trabajadores. Sabemos que los trabajadores rusos tienen una gran capacidad de organización. Desde ya, la burocracia sindical quiere frenar este proceso, pero esto ya comenzó.

--¿En qué medida se puede producir en Rusia un proceso de desintegración o una guerra civil?

Braguin: --El peligro existe. A los soldados, como a los mineros, tampoco les pagan y cuando salgan de los cuarteles lucharán como obreros. Además, la desintegración es algo que se verifica no sólo en la cuestión económica, sino también en el asunto de las nacionalidades. El presidente de Kalmikia acaba de anunciar que se separaría de Rusia y que se asociaría a la CEI (Comunidad de Estados Independientes, la instancia que une a casi todas las ex repúblicas soviéticas) como un miembro independiente. También ocurre lo mismo con Tatarstán, cuyo pueblo es tártaro.

--¿Cómo influiría la prédica fascista y neonazi, que parece estar en auge actualmente en Rusia?

Matvienko: --Los fascistas intentan dividir a Rusia porque en un país dividido es más fácil ganar adeptos. Además, su discurso es funcional al capitalismo. Sin embargo, la idea de que el fascismo pueda llegar a ser una fuerza importante en Rusia es una ilusión de los países occidentales. Es evidente que hay que combatirlo, pero no representa un gran peligro.

--¿Y cuál es la imagen que queda entre la gente sobre la Unión Soviética? ¿Puede producirse algún tipo de nostalgia de los tiempos soviéticos?

Braguin: --Yo no quiero volver al campo de concentración. No quiero que mis hijos vivan como yo viví. Yo nací detrás de un alambrado de púas. Mis padres fueron prisioneros de guerra de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial y cuando volvieron a la Unión Soviética, los cambiaron de vagón de tren y los enviaron a Vorkuta, acusados de traición a la patria porque estuvieron cuatro años en Alemania. Yo nací como un prisionero en Vorkuta.

--¿Cómo ven el futuro sin Yeltsin? ¿Quién o quiénes podrían ejercer un nuevo liderazgo en Rusia? ¿Podría ser el general Alexander Lebed (gobernador de Krasnoyarsk, en Siberia)?

Braguin: --Rusia ya vive sin Yeltsin. Yeltsin ya no puede ni hablar. Y en cuanto a Lebed, esta posibilidad depende mucho de la dirección que tome en su política. Pero en materia de nuevos liderazgos, todo depende en buena medida de las luchas de los trabajadores. El problema es que los trabajadores son una fuerza muy importante pero no tienen organización política.

Matvienko: --El alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, también podría ser una alternativa, aunque muchos sospechan que su poder proviene simplemente del hecho de dirigir a la ciudad más rica de Rusia. La cuestión es ver quién pone el dinero y para quién. Más concretamente, por quién se decida el FMI. Pero, como dijo Boris, otro elemento a analizar es la organización de los trabajadores. En 1991, en Minsk, los obreros casi tomamos el poder. Controlamos la ciudad durante varios días, pero no sabíamos qué hacer. La lucha iniciada en el puente Gorbati es un primer paso.

--¿Ustedes están pensando en la necesidad de una vanguardia política?

Matvienko: --Sí, se necesita una nueva organización política. Antes pensábamos en los problemas económicos puntuales. Pero ahora lo que hay que cambiar es el sistema político. Ya pasaron diez años de la caída de la Unión Soviética y es hora de que haya un cambio importante.

--¿Por dónde pasaría este cambio?

Matvienko:-- Debe haber un gobierno de los trabajadores.

--La Revolución Rusa también comenzó siendo un "gobierno de los trabajadores". ¿Se puede recuperar algo de la experiencia soviética, o se trataría de algo completamente distinto a lo que ocurrió a partir de 1917?

Braguin: --Si en 1917 la revolución hubiera continuado en otros países, la posibilidad de burocratización en la URSS hubiera sido igual a cero. Ese fue el principal error.

Matvienko: --Después de Stalin, el país se cerró y los obreros no volvieron a recibir ninguna información de ninguna parte del mundo ni los dejaron salir del país.

--Esto hablaría de errores en la conducción de la Unión Soviética inducidos por la imposibilidad de "exportar" la revolución. En ese sentido, la situación actual sería aún más complicada.

Braguin: --Hoy, las condiciones de los trabajadores son peores que las de aquel tiempo, y la situación mundial hoy no es peor que la de 1917. Hay que fundar una organización mundial de los trabajadores como primer paso para esta lucha. Es algo muy difícil, pero hay que tratar de lograrlo.

 

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