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Por James Meek desde Makhachkala, Daguestán Hace seis años, Nurian Ahmed era como cualquier otra chica adolescente en este rincón del sur de Rusia. Caminaba bajo el sol con su cabeza descubierta, y si tenía ganas con sus brazos y piernas al aire. Iba a fiestas, salía con chicos, y se burlaba de los resabios de las tradiciones musulmanas de Daguestán. Después, su familia se mudó a otra parte de la región de Makhachkala. Ahora, por propia voluntad, permanece todo el tiempo oculta a la vista de los hombres. "Nuestros vecinos eran creyentes del Islam," llega su voz desde la débil luz detrás de una cortina, hacia el balcón soleado donde están sentados los hombres. "Veía como vivían. El marido y la mujer tenían una relación perfecta. No se peleaban, estaban de acuerdo en cómo criar a los hijos. Yo fui a estudiar a un colegio islámico." Como miles de otros rusos del Cáucaso, geográficamente una parte de Rusia, Nurian Ahmed se convirtió al fundamentalismo islámico. Hasta convirtió a su marido, Ali, un refugiado palestino que era un fanático comunista cuando llegó a Rusia como estudiante en la década de 1980. Este renacimiento religioso alcanzó una escala y una intensidad sin paralelos en Rusia, y las asustadas autoridades locales han respondido con represión y negación. En el mundo islámico, desde Argelia hasta Egipto, el movimiento fundamentalista está fortaleciendo su poder en el campo, aunque se lo mantiene fuera de las ciudades. Recientemente, cuando la crisis financiera rusa estaba en su apogeo, el líder espiritual de los musulmanes moderados de Dagestán, Said-Mukhammad-Khadzi Abubakarov, fue asesinado por un coche bomba junto con su hermano. Los fundamentalistas fueron culpados. El espectro de un nuevo Estado islámico en Daguestán y la vecina Chechenia, ganado por una cruzada del estilo de los talibanes en Afganistán, está empezando a obsesionar a los think-tanks de Moscú, a los civiles de Makhachkala, y a las compañías petroleras norteamericanas y británicas que esperan ganar dinero en la cercana Bakú. Hasta hace poco tiempo, parecía menos probable que Dagestán tratara de liberarse de Rusia que Chechenia, porque ninguno de sus 30 o más grupos étnicos es lo suficientemente fuerte o está lo bastante motivado como para liderar una revuelta. La llegada de los fundamentalistas islámicos, dispuestos a establecer un estado basado en el Corán que se despliegue desde Grozny hasta el mar, cambia esto. Los opositores del presidente Boris Yeltsin pueden ver la pérdida de una región como un infortunio, pero perder dos ya comienza a parecer descuido. "El peligro con los fundamentalistas es que son la única fuerza intercaucasiana," dijo Magomedkhan Magomedkhanov, el embajador de todo Daguestán. A una hora de auto de Makhachakala, sobre la polvorienta planicie de la costa, entre el mar Caspio y las montañas caucásicas, en un viejo pueblo de chacras colectivas que todavía lleva el nombre de un mártir soviético -- Kirovaul--, un grupo de hombres barbudos se refugia de los 40º de calor a la sombra de un castaño, fuera de una mezquita. Hablan sin temor de sus creencias, de su deseo que Daguestán adopte la sharia (ley islámica), y de su resentimiento por estar gobernados por lo que ellos llaman "los sin Dios": hombres como el líder de Daguestán, Magomedali Magomedov. "Queremos que ore cinco veces por día y que observe los ayunos. Entonces podrá gobernar. Pero ni siquiera va a la mezquita --dice Daud Mohammed--. Se lo pediremos, o lo convenceremos. Si no escucha, no debe descartarse un conflicto armado." Kiravaul está dividido entre los fundamentalistas y los seguidores de la fe reconocida por el estado de Daguestán, una mezcla de islamismo, tradiciones paganas locales y el ateísmo soviético. Los oponentes al movimiento fundamentalista lo llaman wahhabismo, un tipo de calvinismo islámico que considera al Corán y las profecías de Mahoma como la única fuente de ley religiosa y civil. Los fundamentalistas niegan que ellos pertenezcan a esta secta. Fahrudingazi Mahammed, uno de los fieles de Kirovaul, dijo que había una sola división: entre los verdaderos musulmanes y los no creyentes. El wahhabismo se originó en Arabia Saudita en el siglo XVII, donde todavía es la base del estilo de vida islámico, y sus oponentes en Rusia acusan a los adherentes de Daguestán de estar financiados por los sauditas. Nabi Abdullayev, un analista político en Makhachkala, dijo que el wahhabismo era un desafío al amable sistema de amistad étnica en Dagestán. "Los movimientos étnicos y sus líderes tienen bancas en el parlamento, tiene empleos en el gobierno. Se los puede tratar. Están dispuestos a transar --dijo--. Pero los wahhabis son rígidos. No se los puede conmover ni amenazar. Están dispuestos a todo. Pueden ir hasta el final." A comienzos de este año, las autoridades de Daguestán aprobaron una ley prohibiendo "los extremismos religiosos", que usaron para purgar a Makhachkala de los wahhabis. Muchos huyeron a Gudermes en Chechenia, donde se dice que los fundamentalistas tienen campos de entrenamiento. En julio, nueve familias fueron muertas como resultados de luchas en Gudermes entre los wahhabis y los grupos armados leales al gobierno checheno después que los fundamentalistas tomaron y golpearon a un novio que entregaba el regalo tradicional de una canasta de vodka a la familia de la novia. En mayo, los wahhabis tomaron el control de un número de pueblos en el distrito Buinaksk de Daguestán, expulsando a la policía y a las autoridades civiles, fortificando las comunidades e imponiendo la sharia. Cuando la policía trató de volver a la fuerza, dos de sus agentes resultaron muertos. Muchos fundamentalistas parecen ser devotos creyentes que quieren vivir en paz. Pero el exceso de armas en la posguerra de Chechenia, el fracaso de las autoridades en su tarea de ofrecer protección o bienestar a sus ciudadanos, y un puñado de hábiles predicadores haciendo uso de la tradición de siglos de unir la resistencia chechena y de Daguestán contra el gobierno ruso, han logrado crear una poderosa fuerza armada fundamentalista. "Hay varios miles de ellos --dice Abdullayev--. Están preparados para la actividad militar y son fanáticos. No se rinden y no hay fuerzas en Dagestan o Chechenia que puedan resistirlos si quieren tomar el poder. Traducción: Celita Doyhambéhère.
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