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10 RAZONES PARA UN TÍTULO

La convicción ganadora, el agrande de Palermo, la solidaridad de un grupo hambriento de títulos y agotado de frustraciones recientes, la sencillez de un planteo táctico que algunos pueden ver como antiguo, pero que resultó efectivo, son razones de peso para entender los impresionantes números del campeón. Con Barros Schelotto y Riquelme, Boca le puso luces brillantes a su título.

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Por Juan José Panno

1 La convicción. En el debut, en la cancha de Ferro los jugadores salieron a la cancha corriendo, más rápido de lo que usualmente lo hacen otros equipos o de lo que lo hacía el mismo Boca en temporadas anteriores. Tanta urgencia, tanta sed de victoria como la que transmitieron no da garantías de triunfo, pero lo cierto es que ese día Boca le hizo a Ferro 4 goles en un tiempo. Esa tarde los jugadores se convencieron de sus enormes posibilidades. Las victorias obviamente, ayudan. Y más si se complementan con antecedentes no muy lejanos: en esa misma cancha, poco tiempo atrás, con Veira, Ferro le había ganado por goleada a un equipo conformado por muchos de los jugadores de Boca que iniciaron el campeonato.

 

2 La sencillez táctica. Carlos Bianchi no es un innovador táctico ni un obsesivo de los pizarrones, videos y dibujitos. No abruma a los jugadores ni los enloquece con esquemas complejos que se le ocurren en trasnoches de insomnio. Boca juega con cuatro al fondo, un volante tapón, dos volantes de equilibrio, uno más adelantado como enganche y dos puntas. Cuando sale a cortar Bermúdez, Samuel espera y viceversa; cuando sube Ibarra, Arruabarrena se queda piola y viceversa; Basualdo (o Navas) y Cagna saben cuándo tienen que hacer los relevos y desplazarse a la posición de laterales cuando la defensa se mueve en abanico. Las variantes sobre la marcha no pasaron de cambiar de carril a un volante, para asegurar la posesión de la pelota o conseguir mayor recuperación. Riquelme tiene pocas obligaciones de marca y se desplaza con libertad, en los lugares en que más lo necesita el equipo. Arriba, Guillermo y Palermo se las ingenian para ocupar toda la franja de ataque. Todo muy antiguo, previsible, pero efectivo, esencialmente porque están los ejecutantes.

 

3 El momento de Palermo. Los hinchas de los circunstanciales rivales de Boca suelen regodearse en la burla, cuando el grandote de apariencia torpe falla en un pase o levanta espectacularmente las piernas para ensayar una tijera que no sale. "Burroooooo", le gritan. Pero Palermo sólo escucha las voces interiores que lo alientan a intentarlo todo. Los jugadores contrarios, que son los que se lo tienen que bancar allá abajo, le profesan un enorme respeto. Hizo goles de cabeza, de zurda, de derecha, de cerca, de lejos, de penal, pegándole de una, amagando, de arriba y de abajo y ayudó a que otros convirtieran abriendo espacios con movimientos generosos e inteligentes. Con astucia para captar el alma de su público (por no decir directamente demagogia) es capaz de inmolarse tirándose de cabeza a los pies de un contrario y eso entusiasma tanto como los goles que hace.

 

4 La columna vertebral. Viejo como el fútbol mismo: cuando se tiene un buen arquero, un dos que manda, un volante que regula en el medio y un 9 que factura, las posibilidades de un equipo crecen. Bianchi consiguió esa estructura. En el caso de Córdoba, el técnico le puso el pecho a las críticas que llovieron despiadadas después de algunos goles tontos (partido con Argentinos Juniors, por ejemplo) y resistió las presiones. Córdoba se quedó con la titularidad y respondió notablemente a la confianza del entrenador. En los partidos chivos resultó clave. En el repaso del campeonato nadie olvidará el penal que le atajó a Gallardo. Bermúdez y Serna rindieron lo que se esperaba y de Palermo ya se habló.

 

5 Se armó de adelante para atrás. Entre las idioteces que circulan con fluidez por el éter futbolero figura aquella de que los equipos se arman de atrás para adelante. Sanata. En sus primeros encuentros con los jugadores, el entrenador definió que la dupla ofensiva iba a ser Barros Schelotto-Palermo y que Riquelme iba a jugar cerca de ellos. El pibe de la camiseta 10, que en los tiempos de Veira jugaba poco, iba al banco y a veces no figuraba ni a placé, fue el que manejó los botones para que funcionara la máquina del gol. Boca encontró más rápido su potencia lofensivo que la consistencia defensiva. La continuidad le dio a Riquelme la posibilidad de acelerar el proceso de maduración.

 

6 El aporte del mellizo. En campeonatos anteriores no tuvo asegurado el puesto y en este caso, en descargo de Veira debe recordarse que Boca tenía a Caniggia en el plantel. La dupla Guillermo-Palermo dio excelentes resultados (más que Caniggia-Palermo) por el buen momento del grandote, pero también porque Guillermo supo capitalizar ese agrande. Sin apurarse para meter la pelota en la troya, sin sacarse el compromiso de encima, Guillermo encontró primero los espacios con su gambeta atrevida para, después sí, aprovechar las virtudes de Palermo metiendo centros precisos. Cumplió sin quiebres con su rol de segundo eslabón de la cadena en la formula más utilizada por Boca: Riquelme maneja, Guillermo acelera y Palermo llega a la meta. Fue fundamental para resolver las situaciones que tuvo. El fastidio, las quejas ampulosas, los reclamos insensatos y las caídas faroleras desdibujaron el aporte estético que hizo a los espectáculos con su brillante técnica individual.

 

7 La preparación física. Algunas buenas actuaciones de Boca en los segundos tiempos se pudieron concretar por el buen trabajo del profesor Julio Santella. Sólo en el partido del debut, contra Ferro se vio al equipo extenuado en la segunda parte. Que Samuel llegue a tiempo a los cruces, que Cagna sostenga un ida y vuelta infernal, que Palermo pueda ir a todas son muestras de una buena preparación general para tareas específicas.

8 La solidaridad. Uno de los aspectos sobre los que machacó mucho el DT. Cada uno de los jugadores sabe qué es lo mejor que puede ofrecer al equipo de su bagaje individual, pero todos tienen conciencia de la necesidad de agregar un esfuerzo extra, válido para recuperar la pelota, generar espacios, presionar o brindar opciones de pase al compañero. No se vieron gestos de reprobación (botoneadas) ante un mal pase ni brazos caídos. De cabaret, ni hablar.

 

9 Carlos Bianchi. Mencionado en casi todos los puntos anteriores. Se le puede cuestionar cierto amarretismo o exceso de cautela cuando especuló con los cambios, del mismo modo que vale el elogio cuando se la jugó reemplazando a Serna por el pibe Guillermo (partido con San Lorenzo). Pero son apenas detalles que resultan minúsculos si lo que se observa es la campaña globalmente.

 

10 La suerte. Un factor menor. Se recuerdan algunos episodios sueltos: un penal inexistente contra Argentinos Juniors, un penal tonto contra Vélez, un gol en el peor momento contra Colón, la caída de un defensor de Talleres en el segundo gol. El fixture, por otra parte, le abrió la posibilidad de sumar de entrada para buscar el mejor rendimiento con tranquilidad. Boca ligó más de una vez, es cierto, pero la incidencia no puede superar el 5 por ciento. Muy poquito. Fue campeón por derecho propio y si alguien cree que no resultó el mejor equipo es porque estaba viendo otro campeonato.

 

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