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(Viene de pirulo) Salvo esas dos noticias confirmadas, el resto de la "ingeniería institucional" volvió a quedar abierta, mientras cada fracción metaboliza los resultados del lento escrutinio. Participaron alrededor de dos millones sobre los dieciocho empadronados. La desprolijidad de los padrones impidió que un número impreciso, pero suficiente para que fuera notado, cumpliera con su deseo de votar. O sea que, por lo menos, siete de cada diez empadronados desaprovecharon la oportunidad de participar en la decisión o de pronunciarse, en aluvión, por los adversarios del menemismo. Aunque es una obviedad, hay que anotarlo: para la mayoría del país la principal noticia de ayer fue Boca campeón. Ambas fuerzas deberán asumir esa indiferencia mayoritaria, porque si algún pronóstico no se cumplió fue el que asumía que ayer se elegía un presidente por anticipado. Para que sea realidad, la Alianza tendrá que hacer más y mejor de lo que hizo hasta el momento. Las motivaciones de la indiferencia mayoritaria son varias y complejas, pero podría significar que el descontento por la gestión del gobierno de Carlos Menem todavía no se canaliza masivamente por los canales de la oposición política. Rápido para recuperar el centro de la escena, el Presidente actual anticipó anoche que se propone eliminar la obligatoriedad del voto. Si lo consigue, la competencia del '99 perderá a muchos descontentos que se abstendrán antes que elegir por el menos malo. En los comicios anteriores, el voto en blanco era un porcentaje creciente, cuánto más si la participación es voluntaria. Menem cuenta con un Senado producido a su medida y mayoría en Diputados para cambiar la ley electoral que rige desde que se implantó el voto secreto y universal. Los pronosticadores opinaban que a menor cantidad de votantes, en este caso alrededor de dos millones de ciudadanos, disminuían las probabilidades del Frepaso por la preponderancia nacional del aparato de la UCR, partido centenario, sobre los votos independientes, que rondaron el 40 por ciento de los que votaron, según las primeras estimaciones en boca de urna. De la Rúa ganó con el aparato y también con el respaldo de una porción de esos independientes. A lo mejor, Menem también imagina que sus propios aparatos le alcanzarán para derrotar a los voluntarios del Frepaso en la provincia de Buenos Aires. Hay dos maneras de entender el mensaje del triunfo de ayer. Una es que la mayoría prefiere que el cambio de rumbo tenga el estilo y la inclinación del ganador, el mismo que felicitó Menem por el último viaje a Londres y que prefiere que se dicten normas internacionales antes de repetir la experiencia del enjuiciamiento de Pinochet. Otra interpretación posible, que incluye alguna razón para la indiferencia, es que la moderación discursiva igualó la imagen de ambos candidatos y, a idéntica oferta, la gente prefirió la experiencia administrativa del Jefe de Gobierno de la Ciudad. Es un acertijo sobre todo para el Frepaso. La Alianza no es un partido, ni dos, es una confederación de fragmentos, algunos de naturaleza opuesta. No es una virtud, tampoco es un defecto. Es, simplemente, su realidad, como lo son las de las coaliciones en Chile, Uruguay, Italia, y en tantas otras experiencias. Por lo tanto, es imposible imaginar un único discurso, pero es de esperar que haya acuerdos reales sobre algunas políticas reales y no de las que dibujan los técnicos cartógrafos. Son decisiones políticas, no técnicas. Hasta ahora, la Alianza tiene sólo los títulos de esos posibles capítulos. Quedan pendientes además todos los acuerdos internos de lo que Raúl Alfonsín y Chacho Alvarez llaman "ingeniería institucional", que incluye desde la futura posición de ambos en el cuadro político-institucional hasta las nóminas completas de candidatos en todo el país, empezando por el segundo de la fórmula presidencial. Cualquiera de esas movidas puede patear más de un hormiguero. El anuncio del futuro inmediato de Fernández Meijide y la promesa de develar el nombre del candidato a la vicepresidencia en una semana muestran la necesidad de evitar cabildeos y lobbies que pueden tensar las relaciones internas más allá de lo que puedan soportar. El tiempo es, por ahora, su primer adversario. Por sobre estas consideraciones acerca de sus lógicas internas están las demandas populares, casi todas justas, legítimas y urgentes, algo así como la "albañilería social", que esperan palabras y hechos que las atiendan o, cuando menos, las conforten. Hay millones de personas cuya situación no aguanta un año, hasta que comience el "nuevo camino" del que habla De la Rúa. Esa gente no espera nada de la política, pero sólo la política puede encontrar respuestas. Adelante de los candidatos camina el presidente Menem, sembrando desalientos (ayer volvió a confirmar el veto al financiamiento docente para aumentar tres pesos diarios al salario de los maestros) y minas explosivas de contacto. Esta es la realidad que permanece expectante el día después, igual que el día antes, de la interna abierta de la Alianza.
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