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Por Horacio Verbistky |
![]() Por primera vez en los quince años posteriores a la dictadura las sonrisas y la euforia no se limitaron al campamento vencedor. Aliviada de la crispación de la campaña, Graciela pronunció anoche un mensaje alegre, afectuoso y constructivo. Igual que De la Rúa, destacó que había ganado la Alianza, y ni su rostro ni el tono de su voz la desmintieron. Que el candidato haya recibido al resto de los dirigentes de la Alianza en la sede del comité Capital pone límites a la manipulación de su candidatura por parte del ex presidente Alfonsín, que hubiera preferido celebrar en el Comité Nacional. Sólo De la Rúa y Graciela tuvieron la palabra. Los contendientes de ayer no quieren que nadie confunda el 99 con el 83 o con el 89. Las urnas señalan en la misma dirección del acuerdo que procuraron las cúpulas para hacer superflua la convocatoria. Pero este largo proceso transitado sin fracturas a pesar de las legítimas aspiraciones contrapuestas, certifica un grado de madurez que coloca a la Alianza en mejores condiciones. Como candidata a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, Graciela fortalece las perspectivas nacionales de la coalición, porque es una firme promesa de victoria en el principal distrito del país. Si Chacho Alvarez aceptara la candidatura a la vicepresidencia, se completaría una fórmula muy difícil de batir. Esto ni siquiera lo inhibiría de aspirar a la jefatura de gobierno de la Capital, que se elegirá un año después. Solo resta un paso para que la Alianza culmine el razonable objetivo
que justificó su formación, que es acabar con el menemismo en todas sus variantes. Es
temprano para saber si el precio de esa meta no será un renacimiento del bipartidismo,
protagonizado por dos fuerzas que apenas expresen leves matices de la misma alianza social
conservadora, del que el Frepaso deba lamentarse más adelante. Pero aun en una jornada de
alegría, es imposible no comenzar a preguntárselo. |