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LA VENTANA INDISCRETA


Fernando de la Rúa llegó caminando al Colegio Sarmiento, en donde debía votar. Antes de entrar, rodeado por una gran cantidad de periodistas, el jefe de Gobierno porteño entró a una panadería. Le regalaron una docena de facturas. Después fue a votar, posó para los fotógrafos y partió, siempre a pie, hacia la Iglesia del Pilar. Antes de entrar a misa, paró en un bar e invitó a desayunar a los cronistas que lo acompañaban. Se sentó a una mesa y sacó las facturas que le habían obsequiado. Su mujer, Inés Pertiné, lo miró de reojo, pero no dijo nada. Sin embargo, una vez que el desayuno terminó, agarró la bolsa con las pocas facturas que quedaban. "No te las vas a a llevar", le dijo su mujer. Sin embargo, el candidato radical no la escuchó. Y se las llevó a su casa.

El primer elector que votó en la mesa 5729 llegó temprano, a las ocho y media de la mañana. Angel, un jubilado del Teatro Colón, entró al colegio Sarmiento y se sorprendió cuando vio a una gran cantidad de fotógrafos, cronistas y camarógrafos haciendo guardia. Sin inmutarse, colocó el sobre en la urna y comenzó a retirarse tranquilo, igual que como había llegado. Cuando estaba saliendo del Colegio, uno de los cronistas le preguntó a quien había votado. "A Graciela, porque es la mejor", respondió Angel. La primera persona que sufragó en la mesa en la que minutos después votaría Fernando de la Rúa eligió a Graciela Fernández Meijide.


 

Los pasillos del Hotel Castelar fueron sede de --luego quedaría comprobado-- los más disparatados datos de boca de urna y trascendidos de parte de los dirigentes del Frepaso. A las 18.30, Rodolfo Rodil dijo cuáles eran los guarismos que manejaban --por ejemplo dijo que ganaban por 13 puntos en el conurbano-- y que rebotaron de distinta forma en el búnker frepasista. Por ejemplo, el economista Arnaldo Bocco le contaba por su celular a un amigo que la SIDE estaba dando a Graciela Fernández Meijide dos puntos arriba a nivel nacional cuando el presidente Menem ya había felicitado a De la Rúa. Por la radio, el diputado Darío Alessandro --uno de los pocos que no perdió el humor durante todo el aciago día-- hablaba de una brecha enorme en la Capital. Chequear cualquiera de estos datos resultaba imposible. Alojados en el tercer piso del hotel en dos suites contiguas, Graciela y Chacho Alvarez se mantenían separados del mundo con personal de seguridad que impedía llegar al piso por escalera o ascensor.


En el Frepaso se cumplieron todas las cábalas que, probablemente, deban ser revisadas en el futuro. Graciela Fernández Meijide cumplió con el rissotto del día anterior con sus colaboradores de campaña, incluso reveló el secreto de su receta a un canal de cable: "Mucho champagne en la salsa". Ayer a la mañana recibió a los periodistas con varias docenas de medialunas y, luego de votar en la Escuela Normal Mixta de Avellaneda, cumplió con el ritual de almorzar en la parrilla de Palermo en la que se le unió Chacho Alvarez. Allí apareció Aníbal Ibarra convertido por un día en la versión viviente de "The Truman Show": provisto de un micrófono corbatero y de una cámara que lo siguió desde la mañana a la noche hizo de notero del programa "El Rayo".


De la Rúa desayunaba tranquilamente en un bar después de haber votado. Lo acompañaban, además de su mujer, el secretario de Producción y Servicios del Gobierno de la Ciudad, Nicolás Gallo, y su vocero Miguel De Godoy. Charlaban relajados hasta que, en un momento, el candidato radical miró la hora. Faltaban cinco minutos para las once de la mañana. De la Rúa dio la orden y todos se levantaron rápidamente. El candidato radical no quería llegar tarde a la misa de las once. Por eso, todos se apuraron y llegaron sobre la hora a la Iglesia del Pilar, en el corazón de la Recoleta.


Eran las seis y cuarto de la tarde. De la Rúa esperaba, junto a la plana mayor del radicalismo, los cómputos de la elección, que llegaban de a poco al 5º piso del Comité Capital de la UCR. Pero, además de la elección, el titular del radicalismo tenía otra preocupación: el resultado del encuentro que Boca disputaba contra Independiente. Por eso, cada pocos minutos De la Rúa amagaba correrse, desde las terminales de computadoras a donde llegaban los resultados de los comicios, hasta la pantalla que proyectaba el partido. Cada vez que pretendía ver un momento del partido, algún dirigente gritaba eufórico las cifras de algún distrito. A las siete de la tarde De la Rúa preguntó si Boca ya había ganado el campeonato. Y se quejó. "Espero que lo den de nuevo porque no pude ver nada."


 

No todo fueron tristezas para Graciela. Cuando fue a recorrer una escuela en Avellaneda, después de votar, recibió un muñeco de Mickey, de un chiquito, que no dejó ni cuando respondió a los móviles de radio y televisión. Antes de salir, una joven se le acercó para decirle que esperaba una hija para enero y que, en su honor, le iba a poner Graciela. De allí, la candidata salió para el Correo para conocer el centro de cómputos. En la gran sala de computadoras, se encontró con el delegado radical en la Junta Electoral, Juan Octavio Gauna. "Yuyo, decime, ¿cómo nos van a robar?", lo saludó. A su lado, el operador frepasista Alberto Flamarique hablaba del increíble anticipo de Crónica TV, que a las 10 de la mañana puso un cartel asegurando que Graciela iba ganando en la Capital. "Es que estoy levantado desde muy temprano", se ufanaba.

 

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