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Profesores 65 kilates
En la UBA hay más de ochenta docentes mayores de 65 años que fueron nombrados eméritos y, por eso, pueden dar clases. Pero una destacada trayectoria no siempre garantiza reconocimiento. |
Por Cecilia Sosa![]() ![]() algunos docentes con edad para jubilarse hacen oír sus quejas. "Quizá parezca un poco duro que un profesor tenga que retirarse a los 65, pero es la única manera de abrir el camino a los docentes más jóvenes, formados en las nuevas tendencias", asegura el epistemólogo Gregorio Klimovsky, de 75 años. En la década del 60, él fue uno de los impulsores del tope de edad para estar frente a una clase. Y justifica: "Si no, ocurriría lo que pasaba en facultades como Derecho: los profesores se instalaban durante veinte años en su sillón y nadie podía acercarse, ni siquiera para ser adjunto". Hace tres años, Klimovsky fue condecorado con la distinción de emérito en Filosofía y Letras. "Sentí una gran alegría por el reconocimiento de mis pares y de los estudiantes --recuerda--. Y, sin juzgar si otros lo merecían más, en mi caso fue un premio justo." Para ser nombrado emérito, un docente debe ser titular concursado en el momento de alcanzar la edad límite y ser propuesto por unanimidad por el consejo directivo de su facultad. Luego, el Consejo Superior tiene la última palabra. En la actualidad, todas las facultades --salvo Ciencias Sociales y Psicología-- cuentan con su lista de profesores meritorios. "Estoy chocho de poder seguir educando a los jóvenes, sobre todo en la universidad pública, cuya dignidad es ser para todos", comenta Morello, a la cabeza del Grupo de Ecología del Paisaje y el Medio Ambiente del Centro de Estudios Avanzados de la UBA, donde investiga cómo el desarrollo desmedido de las ciudades avanza sobre los espacios agrícolas productivos. Después de "haber revelado condiciones extraordinarias", el profesor emérito puede continuar sus tareas de investigación, dictar seminarios de grado y posgrado, y hasta acceder a cualquier función jerárquica. En este último rubro se encuentran Regina Wikinski y Salomón Schächter, decanos de Farmacia y Bioquímica y de Medicina, respectivamente. "Fue un honor muy grande. Es muy difícil lograr la unanimidad de votos. Otros profesores con los méritos necesarios no lo consiguieron", dice Wikinski quien, además de ocupar el sillón del decanato, dicta clases en el Hospital de Clínicas y viaja periódicamente a Corrientes para contribuir con la naciente carrera de especialización en Bioquímica de la Universidad de Misiones. "En la Comisión Nacional de Energía Atómica analizo la órbita del cometa Halley junto con colegas que fueron alumnos míos en la facultad", cuenta el ingeniero Pedro Zadunaisky, de 81 años, que en 1957 participó en el cálculo de la órbita del primer satélite artificial lanzado por Estados Unidos. A pesar de haber cosechado distinciones en distintos lugares del mundo, asegura que ser profesor emérito en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales es su gran orgullo. Por estos días saldrá su nuevo libro Introducción a la astrodinámica. Y el profesor, que parece no admitir descanso, ya trabaja en el segundo tomo. No obstante, hay veces que una trayectoria brillante no alcanza para asegurar un verdadero reconocimiento después de los 65 años. Desde 1984, Rolando Costa Picazo es profesor titular de Literatura Norteamericana --la misma cátedra que ocupó Jorge Luis Borges-- en la Facultad de Filosofía y Letras. Cada cuatrimestre, más de 300 estudiantes cursan sus clases. Pero, desde que alcanzó la edad jubilatoria, no cobra un peso. "Me pidieron que siguiera porque no hay especialistas en el país que puedan dictar la materia. Pero ya me deben dos años porque el Consejo Superior de la UBA no firma la designación. Y en la facultad no hacen nada para solucionarlo", cuenta. Y asegura: "Sin palanca política nadie consigue ser nombrado emérito". Otro caso conflictivo fue el de David Viñas: si bien fue nombrado emérito, no pudo seguir dando clases. "No sólo perdió la titularidad de Literatura Argentina, tampoco pudo dictar un seminario especial, cuando justamente son los eméritos los que encabezan la lista de autorizados para dictarlos", cuestiona Esteban Chiaradía, consejero estudiantil de la carrera de Historia. Y se indigna: "Es ridículo que a un profesor con una obra y una trayectoria tan brillante como la suya le hayan exigido una cantidad irrisoria de informes y hasta un currículum".
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