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ENTREVISTA AL CINEASTA THEO ANGELOPOULOS

Yendo desde Dios al socialismo

El jueves se estrenará en Buenos Aires el primer film del notable realizador griego, ganador de la Palma de Oro del Festival de Cannes 1998. "La mirada de Ulises" data de 1995 y en esta entrevista explica su génesis

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Theo Angelopoulos rodando, desde las alturas, como un dios.
Por Pere Alberó

t.gif (67 bytes)  Considerado como uno de los grandes cineastas europeos surgidos en los años 60, ganador de la Palma de Oro del Festival de Cannes en mayo pasado, por La eternidad y un día (exhibida semanas atrás en la muestra de Mar del Plata), el griego Theo Angelopoulos (nacido en 1936) es sin embargo todo un desconocido para la cartelera de Buenos Aires, adonde nunca llegó ninguna de sus películas, ni en estreno comercial ni en ciclos especiales. Ese vacío está a punto de dejar de serlo a partir del jueves, cuando se estrene finalmente La mirada de Ulises (1995), uno de sus films más celebrados, ganador del premio especial del jurado del Festival de Cannes 95 y del premio de la Fipresci, la asociación que reúne a la crítica internacional. Protagonizado por Harvey Keitel y el sueco Erland Josephson (que reemplazó a Gian Maria Volonté, fallecido durante el rodaje), el film sigue la trayectoria de un cineasta griego exiliado en Estados Unidos y que decide volver a su ciudad natal en busca de los míticos rollos de una película de los hermanos Manakis, quienes en los albores del cine recorrieron los Balcanes sin preocuparse de sus diferencias nacionales o étnicas.

 

--Sus películas parecen estar íntimamente relacionadas tanto con su propia vida y estado emocional, como con los acontecimientos histórico-sociales que se desarrollan. ¿Cómo establece este diálogo, cuyo resultado queda fijado en la película?

--Sí, ciertamente, cada película tiene su propia historia. Su nacimiento está ligado al tiempo en que se realizó, aunque no creo que por ello sean películas dependientes de los acontecimientos del momento, ni siquiera mis películas más históricas. Recuerdo haber leído en una ocasión que le preguntaron a Fellini: ¿Cómo nacen sus películas? ¿De dónde surgen? Y él contestó sin más: "No lo sé, pero lo cierto es que llegan". En muchos cineastas es fácil descubrir de dónde proceden los films: una adaptación de un libro, la noticia de un periódico, un acontecimiento puntual. Seguramente es así siempre, pero yo creo que es algo más complejo. Hay una parte del film, seguramente la más argumental, que nace así, pero sobre esto se establece una especie de diálogo, un cuestionamiento a partir de algo que está en el interior de uno mismo, algo que en algún momento debió introducirse y reposa en el interior de la conciencia. Por ejemplo, en mi última película, La eternidad y un día, en un momento del desarrollo del guión me pregunté: ¿Por qué? ¿por qué esta historia? Y yo creo que el origen de esta pregunta está en la muerte de Gian María Volonté. Este pudo ser el desencadenante a partir del cual se me provocaron una serie de interrogantes que me condujeron a la elaboración de la película. No es que gire en torno a Volonté, no, pero sin lugar a dudas el shock de su muerte ha sido lo que me ha puesto delante del problema mismo de la muerte. Esta puede ser la situación reconocible, directa, pero hay mucho más, algo que depende en gran medida del momento en el que uno se encuentra para recibir ciertas impresiones. Pueden sucederte muchas cosas que simplemente uno las capta y las almacena, o las olvida, sin más; pero en otro momento idénticas situaciones provocan una reacción. Eso sucede cuando los acontecimientos coinciden con la propia interrogación.

 

--La justa coincidencia entre el camino interior con el curso exterior de los acontecimientos...

--Exacto, un instante, un momento de sintonía donde estás particularmente abierto para recibir estos acontecimientos, o recuperar otros que reposan en tu interior y en un momento dado, al ponerte a escribir, despiertan y salen a la superficie.

--¿Y cuál fue el disparador de La mirada de Ulises?

--Trabajo con el guionista italiano Tonino Guerra desde hace unos quince años. Existe entre nosotros algo más que afinidades, una relación casi fraternal. Fui a verlo en su casa de Pennabili, con mis ideas, a las cuales Tonino da el precioso nombre de "mariposas". Le expliqué que lo que tenía en la cabeza estaba relacionado con La Odisea y el viaje de Ulises. Pero durante nuestras conversaciones evocamos también Belgrado, los Balcanes, los conflictos étnicos. En ese preciso momento, alguien llamó a la puerta. Una mujer joven, enviada por la hija del escultor Giacomo Manzu, con un regalo y una carta para Tonino, en la cual contaba como su padre, en los últimos años de su vida, había tenido una idea fija: esculpir la mirada de Ulises. En esa mirada, se hubiera visto, concentrada, toda la aventura humana. Allí podría decirse que nació nuestra película.

 

--Sorprende que en su obra --exceptuando ligeramente O Megalexandros (Alejandro el Grande, 1980) y tal vez la ceremonia de la boda en To Météoro vima tou pélargou (El paso suspendido de la cigüeña, 1991)-- no exista, para nada, la presencia de ningún elemento religioso.

--Sí, es verdad... Me costaría dar una explicación, pero... Lo cierto es que después de la guerra, en el colegio, nos llevaban constantemente a la iglesia. Yo aquello lo vivía con una cierta distancia, pero entonces creía en Dios, de una manera muy fuerte, muy intensa, como tal vez sólo lo pueda hacer un niño. Después, cuando tenía 17 años, una mañana me desperté y Dios desapareció de mi vida, no creía más. Así, tan sencillo, sin traumas, ni... No, no, claro que fue duro; aquello me dejó un vacío importante. Dios era una referencia, si quiere, como una ayuda mágica. No, aquello fue un trauma considerable que seguramente con el tiempo fue reemplazado, de alguna manera, por la creencia en el socialismo, por la idea socialista.

 

--¿En qué momento conoció las ideas socialistas?

--En París, esencialmente en París, cuando me trasladé en el año 1961.

 

--Desde Paisaje en la niebla (1988) se aprecia en su cine una esperanza casi redentora en establecer una nueva comunicación. En La mirada... de manera muy implícita, el cine, el arte, aparecen para dar un nuevo sentido, para desocultar una nueva mirada.

--El cine en La mirada de Ulises es la memoria. Y para el protagonista es un redescubrir el mundo y el motor que le impulsa a continuar, a buscar... E incluso, al final, reafirma su idea de continuar el viaje, de seguir buscando, a pesar de todo. No hay otra solución.

 

--¿Lo único que tiene sentido, entonces, es el Viaje?

--Sí, así lo creo; obviamente, cuando el Viaje es una forma de conocimiento. Las metas pueden existir, pero el Viaje no se puede detener.

 

--La mirada de Ulises asombra por su globalidad. Abarca una región, los Balcanes, y el desarrollo de todo un siglo, que además se entrelaza con un siglo de historia del cine. Una globalidad que recuerda a la de O Thiassos.

--Tal vez sí. De todas maneras, todas mis películas creo que tienen un reflejo colectivo y una visión muy poco localista. Es cierto que la historia se desarrolla en los Balcanes y que hay un recorrido por su historia y por su geografía, pero lo principal es la presencia del hombre, y yo aquí, hablando de una situación del hombre, creo que lo hago extensible al resto, sin importar el tiempo ni el lugar.

 

--La mirada... tuvo éxito en cada lugar donde se estrenó. ¿No le sorprende la recepción, que incluso entre ciertos sectores de la crítica tiene mucho de descubrimiento?

--En verdad, me sorprende tener éxito en Taiwán o incluso en Estados Unidos. Lo demás entra dentro de la lógica del mercado. En Italia, que es uno de los lugares en que más éxito tuvo, se vendieron más entradas que sumando todas las de mis films anteriores, y eso que en Italia siempre tuve una buena recepción. Contrariamente, en Francia estuvo por debajo de otras películas mías. No sé, de todas maneras creo que el público necesita, cada vez más, descubrir cosas nuevas, otras perspectivas de ver el mundo y, por tanto, otras formas de hacer cine. Tengo esa confianza, aunque soy consciente de las dificultades financieras para hacer un cine... digamos de autor. Con todo lo bien que ha funcionado comercialmente La mirada... para conseguir el presupuesto de La eternidad... tuve más problemas que nunca. Afortunadamente pudo resolverse, pero cada vez se hace más duro y yo cada vez soy más mayor.

 

--Esto que dice es descorazonador. Si con su filmografía y su reconocimiento en las salas comerciales tiene estos problemas...

--Sí, es una situación delicada, porque, cada vez más, el control de los mecanismos que se ponen en marcha para que una película llegue al espectador están en manos de grandes empresas. Y no hace falta que sean norteamericanas, porque en realidad les mueve la misma filosofía. De todas maneras, aquí en Europa siempre existen rendijas por donde poder colarse y es necesario que pueda seguir siendo así.

 


El cine europeo vs. Hollywood


t.gif (862 bytes) --¿Está de acuerdo con la división ideológica que suele hacerse entre el cine de autor europeo y el cine made in Hollywood?

--Sin duda. En el cine norteamericano es sumamente difícil salirse de ciertos condicionamientos impuestos por el mercado. Incluso cineastas que empezaron fuera del sistema dominante terminaron siendo absorbidos por él: Jarmusch, Spike Lee, por ejemplo. Yo soy consciente de que si puedo seguir trabajando es, por una parte, por las particularidades personales de mi cine y, por otra, por no mover presupuestos excesivos. Si uno excede ciertos topes no puede controlar la película: ya no es tuya, es del productor. Esta es una discusión que tuve más de una vez con Wim Wenders.

 

--¿Cuáles son las mayores diferencias, a grandes rasgos, entre uno y otro, dejando aparte las cuestiones económicas?

--En primer lugar, el ritmo, la respiración. Después, la filosofía, el espíritu en general que les mueve a producir la película, la aproximación del actor. Y luego un tema fundamental: la acción. En las películas más importantes que se han hecho en Europa, la acción es mínima, mientras en las mejores de Hollywood es predominante.

 

--Tarkovski decía que el ritmo es donde se encuentra lo más personal de un cineasta.

--Exactamente, así es. Y yo añadiría que no sólo en el ritmo, que es algo interior que proyectamos hacia el exterior, sino también en el paisaje. Yo transformo el paisaje, elijo los colores, las formas. ¿Y por qué? Porque el paisaje es también algo personal, una proyección interior.

 

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