OPINION
Las bases cambiadas
Por Luis Bruschtein |
Antes de la interna había
consenso en la mayoría de los sectores políticos en que Graciela Fernández Meijide
expresaba mejor el significado de la Alianza. La interna con alto índice de votantes y
tanta desigualdad a favor de Fernando de la Rúa demostró que no era así. La diferencia
entre la realidad y el diagnóstico fue grande.
Esa diferencia, a la que ni siquiera el ganador apostaba, implica que nadie tenía una
lectura real de ese espacio. Un promedio entre estas internas y las elecciones del año
pasado daría: Discurso progresista, administración conservadora. Así, los
candidatos del espacio progresista deberían derechizar sus propuestas o moverse
más hacia el centro.
Lo paradójico es que Eduardo Duhalde, desde el espacio conservador generado por Carlos
Menem, debe hacer lo contrario para ganar votos, o sea, izquierdizar el discurso y las
propuestas. Su público le da más margen para cuestionar el modelo que el público del
sector progresista.
Entonces habrá un candidato del sector progresista con propuestas conservadoras frente a
un candidato del sector conservador con propuestas progresistas.
Se pueden hacer tres lecturas de este escenario cruzado: a) que las diferencias entre los
distintos partidos son cada vez menores porque tienen menos margen para introducir
cambios; b) que no hay un discurso progresista y otro conservador en términos absolutos
sino que depende de los puntos que tocan: justicia, corrupción, economía, reformas
sociales, etc.; y c) que las bases sociales de los candidatos están cambiadas.
Las dos primeras se explican por sí mismas. La tercera parece un chiste, cuyo autor fue
Carlos Menem con la espectacular voltereta ideológica que le introdujo al justicialismo
al plantearlo como una fuerza liberalconservadora con bases proletarias.
El discurso progresista de Duhalde es menos creíble porque proviene del riñón del
modelo. Pero el discurso progresista de la oposición también resulta vacilante porque
depende del humor voluble de las clases medias. Este círculo vicioso parece garantizar
por varios años la hegemonía conservadora en la economía y las políticas sociales.
En este cuadro, a la oposición progresista se le plantean dos caminos: uno es
moverse más hacia el centro tras el requerimiento mayoritario de su base
electoral actual. El otro, más estratégico, es ampliar su base social activa hacia los
jóvenes, los trabajadores y desocupados, hacia los sectores más humildes perjudicados
por las políticas conservadoras. Esto no es descubrir la pólvora ya que, por lo general,
ésa es la base social de las fuerzas progresistas en todo el mundo. |
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