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El espacio se hace rogar para el satélite científico argentino

La partida del “Endeavour” fue suspendida 19 segundos antes del instante señalado. El nuevo intento se preveía para hoy.

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El clima en Cabo Cañaveral no ayudó, pero al final el lanzamiento del trasbordador fue postergado por una alarma que resultó falsa.
El satélite argentino SAC-A, guardado en la bodega del Endeavour, debía seguir aguardando su partida para la madrugada de hoy.

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Reloj: Cuando, en -19 segundos, quedó inmóvil, fue como un destrozo por dentro. Hubo un largo momento de muerte y después las ganas de volver de nuevo.


Por Pedro Lipcovich desde el Centro Espacial Kennedy

t.gif (862 bytes) Es verdad que las cosas revelan su esencia en el fracaso: narrar la experiencia sobre cómo se postergó el lanzamiento del trasbordador espacial “Endeavour” con el satélite argentino en su interior –apenas 19 segundos antes del instante señalado– es tratar de explicar cómo, en la aventura espacial, la tecnología se revela como máximo espectáculo contemporáneo, cuya cuenta regresiva tiene el efecto de una ruleta irresistible. Una alarma falsa pero real, decisiones de vida o muerte que se exigen en instantes, y una nueva apuesta para la noche siguiente.
A las 3 y 47 de la madrugada de ayer, la cuenta regresiva estaba suspendida en -9 minutos. Ya se habían perdido tres minutos, por el estado del tiempo: toda la noche el cielo de Cabo Cañaveral osciló entre despejado, nublado, lluvioso. Las nubes no sólo impiden la visibilidad sino que, en contacto con los gases de escape de la nave, pueden producir rayos. Aviones de la NASA cruzaban la zona para constatar que no hubiera aeronaves o barcos extraños, para verificar el espesor de las nubes y la accesibilidad del lugar de un eventual aterrizaje de emergencia.
A las 3.50, el enorme reloj luminoso volvió a funcionar, y hubo aplausos espontáneos en la tribuna reservada a la prensa, a 5 kilómetros y medio de la astronave (más cerca no puede haber nadie: las vibraciones de la partida destrozarían los órganos internos de cualquier ser humano). En el horizonte, el “Endeavour” se divisaba entre lucecitas como de parque de diversiones.
A las 3.52, todo el mundo empezó a bajar, con la ansiedad absurda de estar unos metros más cerca. Casi no había tiempo para imprevistos porque la “ventana de lanzamiento” del “Endeavour”, de sólo 10 minutos, se cerraría a las 4.03. Pasada esa hora la rotación de la Tierra le impediría ya alcanzar la órbita requerida para su misión de ensamblar el módulo Unity con la nave rusa Zaria, en el primer acto de la construcción en órbita de la Estación Espacial Internacional.
Pero a las 3.55, faltando 4 minutos para el lanzamiento, la cuenta regresiva volvió a detenerse. En la cabina del “Endeavour” había sonado una alarma. “Todo parece normal ...”, vacilaban los altoparlantes. A las 3.58, se reanudó la cuenta pero todavía el control de la misión ignoraba la causa de la alarma: si no lograban descubrirla hasta 31 segundos antes del final, se anularía el lanzamiento.
El altoparlante se llenaba de ansiedad. La voz del piloto se cruzaba con las de los controladores, había vagas referencias a problemas hidráulicos. 3 minutos, 2 minutos, 1, el reloj llegó a los 31 segundos ¡y a los 30!, pero no, retrocedió como si se hubiera pasado de largo por puro deseo, ahora se clavaba en 31, todo había terminado, no, un milagro, 30 ..., 29 ..., 28 ..., ya nada importaba en el mundo más que ese reloj, todos los espectadores estaban entregados. Como un Hitchcock sobrehumano, como un terremoto o una guerra, esa cuenta regresiva los había separado de sí mismos, sólo importaba que no se detuviera ese reloj.
Cuando, en -19 segundos, quedó inmóvil, fue como un destrozo por dentro. Hubo un largo momento de muerte y después, exactamente como el apostador que perdió su última ficha de la noche, las ganas terribles de volver de nuevo, no importa si para perder otra vez.
Todo había sido una falsa alarma. Los controladores ya lo sabían cuando reiniciaron en -31 pero, en los 12 segundos siguientes, supieron también que se habían pasado 2 segundos del lapso de la ventana; el lanzamiento era ya imposible hasta la noche siguiente. El director del lanzamiento, Ralph Roe, explicó que “preferimos equivocarnos en el sentido de preservarla seguridad, y no queremos lanzar la nave mientras haya un problema que no entendemos”. 600.000 dólares le costará a la NASA esta nueva ficha.
Una hora después, los seis astronautas fueron saliendo de la nave. No estaban muy tensos, sonreían. Al fin y al cabo, la postergación les otorga un día más para este breve tiempo de oro de sus vidas. En todo caso, en los espectáculos la emoción se advierte en los que contemplan, antes que en los protagonistas. Aunque éstos sean los que se juegan la vida.

 

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