Por Alejandra Dandan
Así
envenenan el Riachuelo. Bastaba esto. Ayer en Llavallol se inició un nuevo estilo
del escrache. Ahora dirigidos contra quienes usan y despiden productos
químicos prohibidos en fabricaciones industriales. Enfundados en trajes antitóxicos, los
ecologistas de Greenpeace se hundieron entre desechos podridos del arroyo Rey,
perteneciente a la cuenca del Matanza-Riachuelo. Desde allí, colgados a un desagüe,
succionaron líquido turbio hasta cargar diez tanques. Cada uno de esos tambores
rotulados con la inscripción Peligro: Tóxico terminaron a tres
cuadras: Garibaldi al 1800, en Lomas de Zamora. Es decir, la entrada de la planta
Llavallol de Atanor. Venimos a devolverle a Atanor -prepearon los verdes la
basura que tira al río. Tres análisis sobre muestras extraídas previamente por
Greenpeace con anterioridad arrojaron que los efluentes contienen químicos prohibidos,
considerados cancerígenos. La entidad radicó ayer mismo una denuncia penal contra Atanor
por contaminación del agua. Mientras, Néstor Chiappe, a cargo de la planta, atravesó
las rejas para defenderse: Nosotros no contaminamos, aseguró. Los vecinos,
que se juntaron con el alboroto, respondían desde afuera: No sólo envenenan el
agua, nos están evenenando a nosotros.
Apenas pasan las 8. Alfonso Blacerda acaba de cruzar el puente. No está enojado, siente
impotencia: Voy a ser franco advierte, acá no se puede aguantar el olor
a mierda que se mete en las casas. Abajo, tres hombres con escafandras y vestidos de
hule blanco controlan la salida de un caño de agua. Hay costras verdes en la superficie
del arroyo. Alguien se queja a gritos por la grasa pegada a las pocas piedras de la
orilla.
Aída Alborta luce toda la cara manchada por la irritación de esta
porquería. La mujer tiene 40 años de vida en el mismo barrio donde Atanor produce
plaguicida clorado 2,4 DB. El sabor destilado por las emanaciones no se desvanece. Abajo
del puente ahora encalla una lancha de Greenpeace, carga un motor que servirá para
succionar líquido desde el caño de salida hasta los tambores que aguardan en la
superficie. Uno de los de escafandra encaja la manguera al caño. Es parte del mismo
torrente que sirvió para las muestras tomadas por la organización desde hace un año.
Habilitamos una línea para que la gente denuncie contaminaciones, explica
Verónica Odriozola, de Greenpeace. Atanor fue uno de los sitios más denunciados. En
noviembre del 97 se tomó la primera muestra desde el afluente con suelo asociado.
En marzo y noviembre de este año se recogieron las otras dos. Los Greenpeace se metieron
de día, pero también de noche: Sospechábamos cuentan que podía ser
el momento elegido para echar los contaminantes más problemáticos. Un vecino se
acerca. Es Pedro Horguebie y habla de antes, cuando veníamos a cazar ranas y a
bañarnos en el río. En ese mismo arroyo, ahora existe hexaclorociclohexano (HCH),
diclorodifeniltricloroetano (DDT), diclorodifenildicloroetano (DDD) y diclorofeno
(2,4-DCP). El HCD se identificó en más de un 90 por ciento en las dos primeras muestras.
Sirve contra las plagas, pero es también cancerígeno para el ser humano. Provoca muerte
de animales, pájaros y peces. EL uso del DDT y DDD está prohibido en la
Argentina, explicaron los ambientalistas. Para la Agencia Internacional de
Investigación sobre Cáncer ambos son posibles cancerígenos humanos.
Ahora los diez tanques cargados marchan hacia el 1800, a la planta que hasta marzo del
97 era del grupo Bunge y Born y ahora un 51 por ciento de las acciones pertenece a
la norteamericana Dennis Albaugh ICC.
La barrera de ingreso estará abierta hasta que el guardia advierta que la afrenta será
contra Atanor. Los ecologistas dividen tareas. Unos diez quedan a cargo de la descarga.
Una camioneta pasa rápido y alienta con bocinazos. Los tambores siguen impertinentes
ganando la entrada. Odriozola se acerca al timbre de entrada. Lo hace sonar con inocencia
y pide, elegante, hablar con el responsable de la planta. Silencio. La mujer
nose impacienta. Hacia al fondo, un vidrio oculta correrías de empleados curiosos. El
timbre no funcionó. Hay un celular que reemplaza el pedido. Hola habla
Verónica, llamo porque quería hablar con el responsable de planta... Aha...
Espero, estoy en la puerta. Más silencio. Reintenta el llamado. Del otro lado
anticipan que se acercará Néstor Chiappe. Soy Néstor Chiappe, se presenta
un hombre. Greenpeace da cuenta del análisis. Nosotros no hacemos el desagüe en el
arroyo, volcamos en las cloacas de Aguas Argentinas, muñequea Chiappe.
Ustedes usan productos que están prohibidos, retruca Odriozola.
Nosotros insiste el hombre tenemos los registros en orden. No fue
posible seducir al caballero, pero su distracción sirvió a los milicianos verdes para
forzar la entrada. La barrera amarilla quedó abierta. Rápido corrieron los tambores
dentro. Alambraron el contorno. Estiraron cintas rojas. Claro que no para espantar la
envidia del guardia.
Con las muestras al juez La denuncia de Greenpeace contra Atanor quedó asentada en el Juzgado Penal
de turno de Lomas de Zamora. La acusación fue por contaminación del agua, reprimido por
el artículo 200 del Código Penal. El trabajo que concluyó ayer frente a la planta que
la firma tiene en Llavallol comenzó un año atrás. A partir de algunas denuncias, se
investigó uno de los desagües que da al arroyo Rey. Se analizaron tres muestras
extraídas en el 97 y 98 y se comprobó la existencia de elementos tóxicos.
Dos de las muestras se estudiaron en los laboratorios de Greenpeace, en la Universidad
Essex en Gran Bretaña. La tercera se analizó en cambio en el laboratorio Química
Ambiental de Universidad de La Plata.
El arroyo es parte de la Cuenca Matanza-Riachuelo. Para sanearlo, el Gobierno nacional
pidió un crédito de 250 millones de dólares al Banco Interamericano de Desarrollo. Al
mismo tiempo se contaría con una suma equivalente provista por la provincia. A
pesar de todo este dinero -advirtió Greenpeace, las empresas siguen vertiendo sus
residuos contaminantes a la cuenca. Tan importante como limpiarla es dejar de
contaminarla.
Vecinos a los bocinazos
Los vecinos están cansados de reclamar. Esta vez vieron
cámaras y un voceo espontáneo logró reunirlos frente al riacho de Llavallol.
Perdón que interrumpa se mete Rodolfo Márquez, pero si hubiésemos
sabido veníamos más. Los que tocan bocina es gente de la zona que quiere apoyar
esto. Hace años a través de un plan provincial les aseguraron el entubamiento del
canal. El arroyo Rey está abierto. El hedor se cuela en las casas que orillan el agua. La
gente tienen manchas en la cara y materia fecal en las calles.
El frustrado entubado dejó huellas en las calles de tierra. Hay caños de cemento
inmensos estacionados a un costado del arroyo. Ana Vásquez solía atravesar el lugar para
ir de compras. Pero el jueves alguien salió de un tubo y le manoteó la cartera. A dos
cuadras volvieron a robarle. Ahora está frente al río. Ana se queja también de ese olor
que aprieta la cabeza de sus tres hijos. Ya no sé cómo hacer para
resolverlo, dice. Los vecinos se agolpan para exigir respuestas. Preguntan si entre
la gente hay alguno del tercer piso de la Municipalidad, el lugar donde Alfonso Blacerda
se cansó de ir a reclamar.
Zulma López logra que su voz se aclare. Los días de lluvia son los peores
critica, porque todas las fábricas aprovechan a largar todo al arroyo y la
materia fecal se te mete hasta en los pies. Liliana Cilfino consiguió llegar hasta
Atanor. El ruido de noche no nos deja dormir se queja y el humo que
largan es insoportable. Al lado, Rodolfo Márquez habla de plantas castigadas por el
veneno. Crecen todas las hojas de distintos tamaños. Ellos no sólo envenenan el
agua, nos están envenenando a nosotros. |
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