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GREENPEACE “DEVOLVIO” A ATANOR DESECHOS TOXICOS VOLCADOS AL RIACHUELO
Escrache en versión ecológica

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Minutos después de las 8, un grupo de voluntarios llenó tanques del caño de descarga de Atanor.
Los vecinos aprovecharon las cámaras para quejarse por el aire contaminado que deben respirar.

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Los tanques terminaron como “regalo” frente a la empresa.
Un directivo de la planta salió a negar que Atanor contamine.


Por Alejandra Dandan

t.gif (67 bytes) “Así envenenan el Riachuelo”. Bastaba esto. Ayer en Llavallol se inició un nuevo estilo del “escrache”. Ahora dirigidos contra quienes usan y despiden productos químicos prohibidos en fabricaciones industriales. Enfundados en trajes antitóxicos, los ecologistas de Greenpeace se hundieron entre desechos podridos del arroyo Rey, perteneciente a la cuenca del Matanza-Riachuelo. Desde allí, colgados a un desagüe, succionaron líquido turbio hasta cargar diez tanques. Cada uno de esos tambores –rotulados con la inscripción “Peligro: Tóxico”– terminaron a tres cuadras: Garibaldi al 1800, en Lomas de Zamora. Es decir, la entrada de la planta Llavallol de Atanor. “Venimos a devolverle a Atanor -prepearon los verdes– la basura que tira al río”. Tres análisis sobre muestras extraídas previamente por Greenpeace con anterioridad arrojaron que los efluentes contienen químicos prohibidos, considerados cancerígenos. La entidad radicó ayer mismo una denuncia penal contra Atanor por contaminación del agua. Mientras, Néstor Chiappe, a cargo de la planta, atravesó las rejas para defenderse: “Nosotros no contaminamos”, aseguró. Los vecinos, que se juntaron con el alboroto, respondían desde afuera: “No sólo envenenan el agua, nos están evenenando a nosotros”.
Apenas pasan las 8. Alfonso Blacerda acaba de cruzar el puente. No está enojado, siente impotencia: “Voy a ser franco –advierte–, acá no se puede aguantar el olor a mierda que se mete en las casas”. Abajo, tres hombres con escafandras y vestidos de hule blanco controlan la salida de un caño de agua. Hay costras verdes en la superficie del arroyo. Alguien se queja a gritos por la grasa pegada a las pocas piedras de la orilla.
Aída Alborta luce “toda la cara manchada por la irritación de esta porquería”. La mujer tiene 40 años de vida en el mismo barrio donde Atanor produce plaguicida clorado 2,4 DB. El sabor destilado por las emanaciones no se desvanece. Abajo del puente ahora encalla una lancha de Greenpeace, carga un motor que servirá para succionar líquido desde el caño de salida hasta los tambores que aguardan en la superficie. Uno de los de escafandra encaja la manguera al caño. Es parte del mismo torrente que sirvió para las muestras tomadas por la organización desde hace un año.
“Habilitamos una línea para que la gente denuncie contaminaciones”, explica Verónica Odriozola, de Greenpeace. Atanor fue uno de los sitios más denunciados. En noviembre del ‘97 se tomó la primera muestra desde el afluente con suelo asociado. En marzo y noviembre de este año se recogieron las otras dos. Los Greenpeace se metieron de día, pero también de noche: “Sospechábamos –cuentan– que podía ser el momento elegido para echar los contaminantes más problemáticos”. Un vecino se acerca. Es Pedro Horguebie y habla de “antes, cuando veníamos a cazar ranas y a bañarnos en el río”. En ese mismo arroyo, ahora existe hexaclorociclohexano (HCH), diclorodifeniltricloroetano (DDT), diclorodifenildicloroetano (DDD) y diclorofeno (2,4-DCP). El HCD se identificó en más de un 90 por ciento en las dos primeras muestras. Sirve contra las plagas, pero es también cancerígeno para el ser humano. Provoca muerte de animales, pájaros y peces. “EL uso del DDT y DDD está prohibido en la Argentina”, explicaron los ambientalistas. Para la Agencia Internacional de Investigación sobre Cáncer ambos son posibles cancerígenos humanos.
Ahora los diez tanques cargados marchan hacia el 1800, a la planta que hasta marzo del ‘97 era del grupo Bunge y Born y ahora un 51 por ciento de las acciones pertenece a la norteamericana Dennis Albaugh ICC.
La barrera de ingreso estará abierta hasta que el guardia advierta que la afrenta será contra Atanor. Los ecologistas dividen tareas. Unos diez quedan a cargo de la descarga. Una camioneta pasa rápido y alienta con bocinazos. Los tambores siguen impertinentes ganando la entrada. Odriozola se acerca al timbre de entrada. Lo hace sonar con inocencia y pide, elegante, “hablar con el responsable de la planta”. Silencio. La mujer nose impacienta. Hacia al fondo, un vidrio oculta correrías de empleados curiosos. El timbre no funcionó. Hay un celular que reemplaza el pedido. “Hola –habla Verónica–, llamo porque quería hablar con el responsable de planta... Aha... Espero, estoy en la puerta”. Más silencio. Reintenta el llamado. Del otro lado anticipan que se acercará Néstor Chiappe. “Soy Néstor Chiappe”, se presenta un hombre. Greenpeace da cuenta del análisis. “Nosotros no hacemos el desagüe en el arroyo, volcamos en las cloacas de Aguas Argentinas”, muñequea Chiappe. “Ustedes usan productos que están prohibidos”, retruca Odriozola. “Nosotros –insiste el hombre– tenemos los registros en orden”. No fue posible seducir al caballero, pero su distracción sirvió a los milicianos verdes para forzar la entrada. La barrera amarilla quedó abierta. Rápido corrieron los tambores dentro. Alambraron el contorno. Estiraron cintas rojas. Claro que no para espantar la envidia del guardia.

 

Con las muestras al juez

La denuncia de Greenpeace contra Atanor quedó asentada en el Juzgado Penal de turno de Lomas de Zamora. La acusación fue por contaminación del agua, reprimido por el artículo 200 del Código Penal. El trabajo que concluyó ayer frente a la planta que la firma tiene en Llavallol comenzó un año atrás. A partir de algunas denuncias, se investigó uno de los desagües que da al arroyo Rey. Se analizaron tres muestras extraídas en el ‘97 y ‘98 y se comprobó la existencia de elementos tóxicos. Dos de las muestras se estudiaron en los laboratorios de Greenpeace, en la Universidad Essex en Gran Bretaña. La tercera se analizó en cambio en el laboratorio Química Ambiental de Universidad de La Plata.
El arroyo es parte de la Cuenca Matanza-Riachuelo. Para sanearlo, el Gobierno nacional pidió un crédito de 250 millones de dólares al Banco Interamericano de Desarrollo. Al mismo tiempo se contaría con una suma equivalente provista por la provincia. “A pesar de todo este dinero -advirtió Greenpeace–, las empresas siguen vertiendo sus residuos contaminantes a la cuenca. Tan importante como limpiarla es dejar de contaminarla”.


Vecinos a los bocinazos

Los vecinos están cansados de reclamar. Esta vez vieron cámaras y un voceo espontáneo logró reunirlos frente al riacho de Llavallol. “Perdón que interrumpa –se mete Rodolfo Márquez–, pero si hubiésemos sabido veníamos más. Los que tocan bocina es gente de la zona que quiere apoyar esto”. Hace años a través de un plan provincial les aseguraron el entubamiento del canal. El arroyo Rey está abierto. El hedor se cuela en las casas que orillan el agua. La gente tienen manchas en la cara y materia fecal en las calles.
El frustrado entubado dejó huellas en las calles de tierra. Hay caños de cemento inmensos estacionados a un costado del arroyo. Ana Vásquez solía atravesar el lugar para ir de compras. Pero el jueves alguien salió de un tubo y le manoteó la cartera. A dos cuadras volvieron a robarle. Ahora está frente al río. Ana se queja también de ese olor que aprieta la cabeza de sus tres hijos. “Ya no sé cómo hacer para resolverlo”, dice. Los vecinos se agolpan para exigir respuestas. Preguntan si entre la gente hay alguno del tercer piso de la Municipalidad, el lugar donde Alfonso Blacerda se cansó de ir a reclamar.
Zulma López logra que su voz se aclare. “Los días de lluvia son los peores –critica–, porque todas las fábricas aprovechan a largar todo al arroyo y la materia fecal se te mete hasta en los pies”. Liliana Cilfino consiguió llegar hasta Atanor. “El ruido de noche no nos deja dormir –se queja– y el humo que largan es insoportable”. Al lado, Rodolfo Márquez habla de plantas castigadas por el veneno. “Crecen todas las hojas de distintos tamaños. Ellos no sólo envenenan el agua, nos están envenenando a nosotros”.

 

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