Un estudio recién publicado muestra que la extendida idea de que fumar ayuda a estar flaco es falsa. El cigarrillo no hace bajar de peso. En cambio, dejarlo sí puede facilitar un aumento. |
Por Milagros P. Oliva Muchas adolescentes y mujeres jóvenes están convencidas de que fumar les ayuda a mantenerse delgadas y que dejar el tabaco supondrá para ellas el alto precio de un incremento de peso. Un estudio acaba de echar por tierra esta extendida creencia, de la que se aprovechan las empresas tabacaleras con una publicidad directamente dirigida a los jóvenes para fomentar el consumo de cigarrillos `light entre ellos. No es cierto que empezar a fumar les vaya a ayudar a mantener el peso, y en cambio, sí que es cierto que si se convierten en fumadoras, dejar el tabaco les costará años más tarde un aumento de peso. La conclusión es clara: desde todos los puntos de vista, mejor no empezar. Hay un momento especialmente delicado para las adolescentes. Entre los 12 y los 16 años su cuerpo cambia rápidamente: aumentan de estatura, pero también de peso, y adquieren unas redondeces propias del crecimiento femenino que muchas veces son percibidas como gordura, especialmente si se comparan con las anoréxicas modelos de la publicidad sobre moda juvenil. Muchas chicas se lanzan a las dietas hipocalóricas y al tabaco con la creencia de que les ayudará a adelgazar. Están equivocadas. Un estudio publicado en el Journal of Consulting and Clinical Psychology, de la Asociación Americana de Psicología, indica que fumar no evita el aumento de peso que en estas edades es propio del crecimiento. El equipo investigador, dirigido por Robert C. Klesges, del Centro de Prevención de la Universidad de Memphis, ha seguido la evolución de 4000 jóvenes blancos y negros de edades comprendidas entre los 18 y los 30 años, con controles de peso a los dos, cinco y siete años de haberse iniciado el estudio. Es la primera vez que se estudia la relación entre fumar, empezar a fumar o dejar de fumar y el cambio de peso en jóvenes. Los investigadores clasificaron a los participantes en seis grupos según fueran las características del hábito y observaron que quienes fumaban, o empezaron a fumar, no perdieron peso. Sólo entre los hombres de raza negra hubo algún indicio de que el comenzar a fumar podía frenar el ritmo de crecimiento del peso, pero en absoluto se observó algo parecido entre los blancos, y mucho menos entre las mujeres. Los autores del estudio concluyen que, de producirse alguna ventaja en el control del peso derivada del hábito de fumar, ésta tardaría muchos años en provocar una diferencia de peso significativa en los fumadores. Sí que se demostró, en cambio, que las personas que dejaron de fumar experimentaron un aumento de peso mayor que los individuos que siguieron fumando o que nunca habían fumado. Entre quienes dejaron de fumar, el aumento de peso fue mayor en las personas de raza negra (13,1 kilos) que en las de raza blanca (9,4 kilos). Los resultados demuestran que fumar no ayuda a controlar el peso y que no se aprecia ninguna diferencia entre el peso de los fumadores y de los no fumadores hasta después de haber fumado durante décadas, afirma Klesges.
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