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Por Hilda Cabrera El encuentro de un argentino --que después de haber recorrido varios países queda anclado en Santiago de Chile-- y de una joven chilena tan marginada como él, puesto que los dos se encargan de barrer la tribuna del Estadio Nacional de Santiago, es el punto de partida de Pasajeros de un estadio, pieza teatral de Raúl Santarrosa y Carla Giannini, que, montada en el Teatro IFT (donde se ve los viernes a las 20,45), intenta ser un fresco de los últimos treinta años de Chile. El Martín Moreira que compone el argentino Pedro Ferraro es en parte arquetípico. Su melancolía porteña lo torna apático, y choca con la visión realista de Purísima Guerra (interpretada por la chilena Giannini), que cariñosamente "le perdona todo". Tal el inicio de una historia que, conducida escénicamente por Mariana Calandra, habrá de trastrocarse en otra bastante más fiera ante el embate de la realidad política. "Habíamos pensado introducir un intervalo, para que el público pudiera tomarse un pisquito souer en una especie de fonda, pero a los encargados del teatro no les pareció bien", cuenta la actriz chilena en una entrevista con Página/12, de la que participan los argentinos Ferraro y Santarrosa. El grupo ya había presentado este trabajo en La Scala de San Telmo, pero a puerta cerrada, para entrenarse. La idea primigenia era ofrecer una comida, mostrar pinturas y fotos, algo demasiado ambicioso quizá: "Pensamos que tal vez podía incomodar a la gente", comenta la actriz. Ella misma entona, entre otras canciones, "Huyendo voy de tus rabias", de Violeta Parra; "Caramba", de Inti Illimani, y "Si yo supiera tu nombre", de Víctor Manuel San José. Estructurada en escenas breves, la obra, producto de una investigación de algo más de un año, pasa de lo festivo a lo dramático sin aviso previo. "Entre tango y cueca", "El triunfo de la poesía", "Concentración en el Campo", "La Quema", "Apagón... ¿eléctrico o cultural?" son algunos de los títulos de estas secuencias que arrancan, a manera de obertura, con el recuerdo del Mundial de Fútbol del 1962 organizado por Chile (que ganó Brasil), y trae entre otras voces la de Pablo Neruda. La diapositiva que se proyecta en la pantalla colocada en el escenario, mostrando al poeta, y detrás de él a un Augusto Pinochet de gafas negras, no es trucada. "Ese fue un homenaje que se le hizo en el Estadio Nacional, y el que aplaude ahí atrás es Pinochet", apunta Santarrosa. La imagen fue tomada por un fotógrafo alemán. "La Fundación Neruda me permitió utilizarla en el espectáculo", aclara el autor, interesado --dice-- desde siempre en la historia y la cultura chilenas: "Siempre admiré el compromiso político de los chilenos en los setenta y a las figuras de la cultura ligadas con lo popular". En esta historia de encuentros y desencuentros, de la que no está ausente la Argentina, el Estadio Nacional de Santiago es un símbolo. "La imagen se reavivó con el procesamiento de Pinochet, que aquí se vive de manera muy distinta a Chile, donde la opinión pública está muy quebrada, muy dividida --puntualizan los autores--. Aquí parece imposible que se dé un movimiento masivo de reivindicación de Videla, en cambio allí hay bastante gente que apoya fuertemente a Pinochet. El pueblo ya no es combativo, y a algunos les ha ido muy bien en los últimos años. Todavía se recuerda la escasez de alimentos en la época de Salvador Allende, por ejemplo." El argentino Ferraro cree que en Chile hubo un corte generacional, que hay muchos jóvenes "que no tienen idea de nada", y que, como en la Argentina, la dictadura hizo estragos en la memoria. "Cualquier chileno de veinte años se enorgullece de ser apolítico --subraya Giannini--, aunque no estoy muy segura de eso. Creo que en el fondo de esa apatía debe haber algo para recuperar. Mucha gente ha estado estos días llorando por Pinochet, y hablar de él y de todas estas cosas, como del Estadio, en una tertulia sería catastrófico. Pinochet conquistó a todas las clases sociales. Cualquiera que va a Chile lo puede comprobar: lo defiende la gente de las poblaciones (villas) y los que se sienten fuertes en los negocios, los jaguares, que se han puesto insoportables."
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